miércoles, 20 de mayo de 2009

13ª de San Isidro en Madrid. Desvanecimiento de lujo con los reventadores encantados a la contra

Publicado el 20.5.09
Por José Antonio del Moral
Fotografías: ©Dolores de Lara

El primer cartel completamente redondo de la feria se vino abajo y, como tantas otras veces, al garete la consiguiente expectación. Nada nuevo en esta insólita por cambiante plaza de Las Ventas que unas veces se entrega por nada y otras se calla o encrespa no siempre con razón ni con modales. La corrida de Núñez del Cuvillo exhibió belleza de hechuras, variado pelaje, astifinas y bien puestas defensas aunque los tres primeros toros no tuvieron cuajo ni remate por lo que, estando allí las tres figuras que comparecieron, los menos aparentes fueron protestadísimos y sus matadores permanentemente molestados con gritados “miaus” y “que noooo…” al recetar cada pase. Aunque nobles, la mayoría sin fuerza ni casta y venidos muy a menos, no trasmitieron emoción alguna por lo que las ímprobas labores de El Juli y de Miguel Ángel Perera transcurrieron como si en vez de estar como estuvieron, francamente bien, parecieran estar pegando un petardo. En radical contraste, tan solo un toro, el imponente jabonero quinto, resultó extraordinariamente bravo y encastado, cambiando la decoración sonora a su favor, así como el trato que en principio recibió El Cid, a la postre incapaz de mandar y aún menos de someter al exigente burel en una faena con la que volvió a demostrar que anda en indisimulable y preocupante mal momento.
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Madrid. Plaza de Las Ventas. 19 de mayo de 2008. Tarde esplendorosa con lleno total. Seis toros de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentados en tres y tres. Los primeros sin remate ni culata y los siguientes más cuajados. Salvo el quinto, que resultó muy bravo, encastado y noble pero exigentísimo, los demás sin fuerza ni raza por lo que se vinieron pronto abajo en mortecinas aunque nobles embestidas. El Juli (marino y oro): Estocada trasera y descabello, silencio. Estocada trasera algo atravesada y cuatro descabellos, silencio. El Cid (negro y oro): Tres pinchazos y bajonazo trasero, silencio tras algunos pitos. Pinchazo hondo y dos descabellos, ligera división. Miguel Ángel Perera (cobalto y oro): Estocada caída de efectos fulminantes, palmas. Pinchazo, casi entera y descabello, aviso y silencio. Muy bien en palos El Alcalareño. Asistieron en una barrera de sombra S.M. El Rey Don Juan Carlos y la Infanta Elena. Perera brindó al Rey el tercer toro y El Juli el cuarto.
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La ganadería predilecta de José Tomás trajo una corrida evidentemente desigual aunque muy aparente por delante en el baldío intento de tapar las bocas de cuantos, a sabiendas desde el apartado de que no todos los toros eran de recibo en esta plaza, lograron reventarla. A mi me parece muy bien que se protesten reses simplemente aparentes y más si carecen de fuerza. Pero no que durante la lidia y, sobre todo, mientras transcurren las faenas de muleta, se mortifique constantemente a los toreros con repetidos gritos de “miau” y “que nooo…” Esto es absolutamente intolerable aunque, por muy frecuente que viene siendo cada vez que los que torean son figuras, en Madrid lo acepte la mayoría del público como algo normal. Nunca pasa nada. Retrato exacto de la situación que estamos padeciendo en España en la que los políticos están cometiendo toda clase de tropelías, las instituciones callan consintiéndolo, y los españoles tragándose todo sin rechistar.
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A El Juli, ya se sabe, los reventadores de Las Ventas siempre intentan bajarle los humos, hacer lo imposible para que no triunfe y hasta, si lo consigue por todo lo alto como hace dos años con el bravo ejemplar de Victoriano del Río, quitarle como lograron la segunda oreja. Este año han vuelto a las andadas a la primera de cambio y como sus dos toros no trasmitieron nada, tanto su muy buen toreo de capa como su muy puro hacer con la muleta, no fueron tomados en cuenta. Como si quien lo hubiera hecho fuera cualquier pega pases. Ni un solo olé, ni una sola palma escuchó El Juli tras matar a sus dos toros.
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Pero que intenten lo mismo con Miguel Ángel Perera después de lo que hizo aquí el año pasado en la última corrida de la Feria de Otoño, no es de recibo. Perera fue ayer objeto de sonoros “disparos” absolutamente intolerables. No me choca que le desconcentraran a la hora en entrar a matar aunque aparentemente no lo consiguieron durante la, por cierto, acertada lidia de su primer toro y sus dos faenas de muleta. La primera francamente buena, exacta, firmísima, ligada hasta que el toro repitió mínimamente y rematada por excelentes naturales de uno en uno por lo tardón que terminó el soso burel. Y la del sexto no tanto por excesivamente larga mientras el toro se diluía sin resuello tras iniciarla formidablemente con dos pases cambiados que ligó a sendos de pecho sin enmienda a los que siguieron una magnífica tanda por redondos, momento en que el toro empezó a racanear y a impedir que el trasteo tuviera continuidad y redondez. Hasta cuando quitó por impertérritas gaoneras al tercero se escucharon palmas de tango. Ya ha empezado, por tanto, Perera a padecer el peso de la púrpura en Madrid y ya veremos qué ocurre en las dos tardes que le quedan. Dado el excelente momento que vive tras superar todas las cornadas que lleva padecidas en pos de su indeclinable entrega, habrá que esperar que al menos tenga un toro suficientemente bravo y entero para que logre superar tan injusta adversidad.
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Lo de El Cid fue otra cosa por lo que se refiere al trato más respetuoso que recibió del público, más favorable con respecto a lo que hicieron pasar a sus compañeros, solo que en un momento que ayer, como en Sevilla, volvió a destapar más que preocupante. Ya se vio en el feble tercero que El Cid quiere y no puede cuando, tras estirarse templado por redondos, no se confió ni una sola vez al natural y menos a la hora de matar. Pero lo del quinto fue mucho peor porque este toro resultó tan bravo y enrazado que solamente los muy dispuestos, firmes y resueltos en bajarle la mano hubieran sido capaces de domeñar tan encastadas, repetidoras e incansables embestidas. Aunque le dieron de lo lindo en varas, el toro se fue muy arriba en banderillas propiciando dos emocionantes pares de banderillas de El Alcalareño que tuvo que saludar montera en mano. También muy enrazado y desde luego difícil en el último tercio, El Cid cubrió una faena declinante e inapelablemente por bajo de las condiciones del animal y de sí mismo. Tanto, que a medida que fue transcurriendo de mayor a menor confianza, terminó decepcionando a casi toda la plaza por la evidente merma del torero que, incluso se atrevió a descabellar tras dejar un pinchazo hondo. A El Cid le quedan otras dos corridas y mucho temo que, si no logra remontar, pueda pagar muy caras consecuencias.

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