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Por José Antonio del Moral
Fotografías: ©Dolores de Lara
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El Payo y el astado Fantasio aportaron un rayo de luz entre sombras a lo visto en la plaza
El mexicano confirmaba su alternativa y tuvo que esperar casi tres horas para medio salvar su compromiso con una correcta faena frente al tercer sobrero que soltaron para sustituir a los devueltos Peñajara. Aunque los otros tres también dieron motivos para ser devueltos sin contemplaciones, la presidencia los mantuvo en el ruedo y la gente se enfadó ruidosamente. Miguel Abellán se estrelló con los dos su lote. Serafín Marín empezó con mucha decisión en el segundo sobrero pero terminó hecho un lío y nada pudo hacer con el derrengado titular. Y El Payo naufragó con el potable aunque difícil sobrero de su doctorado madrileño por incapaz de bajarle la mano. En cualquier caso, la corrida fue un espectáculo interminable y tan deprimente como muchos de los que suelen acontecer en esta plaza y feria.
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Madrid. Plaza de Las Ventas. 20 de mayo de 2009. Decimocuarta de feria. Tarde calurosa con increíble llenazo. Tres toros de Peñajara, descomunales, armadísimos y nobles aunque absolutamente inválidos por su clamorosa falta de fuerza tras cumplir sobradamente en varas. Devueltos por lo mismo el primero, el segundo y el sexto, se corrieron tres sobreros. Un imponentísimo de Hermanos Gallego Torres (manejable aunque incómodo por echar la cara muy arriba en cada embroque), otro feo de María Gascón Martín que en principio se dejó torear, y un cinqueño muy cuajado de Pérez Tabernero de Bilbis que dio más claro juego. Miguel Abellán (encarnado y oro): Pinchazo y sartenazo en el chaleco, silencio. Estocada, broncazo al palco por su negativa en devolver el toro. Serafín Marín (salmón y oro): Pinchazo perdiendo la muleta y estocada baja, silencio. Estocada trasera, silencio. Confirmó la alternativa El Payo (añil y oro): Dos pinchazos y estocada, aviso y silencio. Estocada, ovación y merecida vuelta al ruedo.
Madrid. Plaza de Las Ventas. 20 de mayo de 2009. Decimocuarta de feria. Tarde calurosa con increíble llenazo. Tres toros de Peñajara, descomunales, armadísimos y nobles aunque absolutamente inválidos por su clamorosa falta de fuerza tras cumplir sobradamente en varas. Devueltos por lo mismo el primero, el segundo y el sexto, se corrieron tres sobreros. Un imponentísimo de Hermanos Gallego Torres (manejable aunque incómodo por echar la cara muy arriba en cada embroque), otro feo de María Gascón Martín que en principio se dejó torear, y un cinqueño muy cuajado de Pérez Tabernero de Bilbis que dio más claro juego. Miguel Abellán (encarnado y oro): Pinchazo y sartenazo en el chaleco, silencio. Estocada, broncazo al palco por su negativa en devolver el toro. Serafín Marín (salmón y oro): Pinchazo perdiendo la muleta y estocada baja, silencio. Estocada trasera, silencio. Confirmó la alternativa El Payo (añil y oro): Dos pinchazos y estocada, aviso y silencio. Estocada, ovación y merecida vuelta al ruedo.
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La interminable y en su mayor parte catastrófica corrida no merece mayor atención ni, por supuesto, un largo relato de los inaguantables detalles que salpicaron el transcurso del petardo. Bastante nos aburrimos y desesperamos en la plaza como para que ahora tengamos que aburrir a los atentos lectores que nos siguen pacientemente. Muchísimos, por cierto, pese al poco interés que, por ahora, está deparando esta feria que, desde que fue anunciada, cantó como iba a ser. Los increíbles llenazos certifican una vez más que en Madrid hay sobrado público - no aficionados – dispuestos a soportar el cataclismo un día tras otro aunque nunca repitan. Las localidades de la mayoría de los abonados pasan de mano en mano a distintos atrevidos y atrevidas de toda clase y condición que se pasan la tarde charlando de sus cosas, tomando copas sin parar o hablando continuamente por sus teléfonos móviles. Este “éxito del fracaso” con el que tantas veces hemos señalado la rentable particularidad de un San Isidro tras otro, explica la situación. Mientras la gente, sea la que fuere, llene la plaza todos los días toree quien toree, esto no tendrá remedio. Llevamos años diciéndolo y ni siquiera este con la crisis está fallando el inexplicable fenómeno. Razón que a su vez conviene al negocio. Para qué cambiar y si lo barato se vende coro y todo el mundo co de cansa de tragar…
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Fallida aunque al final medio resulta con bien la confirmación de alternativa del mexicano El Payo, lo demás careció de cualquier relieve toreramente hablando. La sorprendente y clamorosa falta de fuerza de los indiscutiblemente hermosos ejemplares de Peñajara, ganadería triunfadora el año pasado y, como siempre, gafada tras ser colocada la correspondiente placa en el patio del desolladero – ningún año falla tan fatal casualidad – uno tras otro toros fueron apareciendo en el ruedo con evidente señas de su inminente invalidez. Las manos por delante todos en los recibos de capa y ya se sabe qué indica tal defecto, puyazos interminables o al menos mucho, excesivo tiempo empujando al peto de los equinos, subsiguiente perdida de manos o renqueo de patas, derrumbes e imposibilidad de bajarles la mano con la muleta porque así ocurrió con los tres toros que la presidencia mantuvo en el ruedo mediante la triquiñuela de cambiar el tercio de varas justo cuando tomaban la segunda. Y los atentos a la lidia, rabiando. Y los matadores contrariados aunque intentando pasarles de muleta con las manos muy altas para que no se les cayeran sin remedio.
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El más perjudicado fue Miguel Abellán porque ninguno de sus toros fue devuelto. Aún convaleciente de la cornada que recibió aquí mismo en esta feria, el ya veterano espada madrileño, quiso lucirse, adoptó posturas aflamencadas en los cites, intentó por activa y por pasiva que sus moles acudieran a sus engaños. Apenas unos pocos y aislados lances, una larga de rodillas en el tercio para recibir al segundo y enseguida a matar como malamente pudo.
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Serafín Marín, que venía de triunfar el domingo en Barcelona y, por tanto, lleno de moral, afrontó la faena al segundo sobrero con no poca decisión aunque algo acelerado. El de María Gascón se prestó repetidor y manejable aunque sin humillar y la en principio ligada faena sobre la mano derecha tuvo cierto eco aunque poco a poco, la franquía del toro fue trocándose a peor, como también el torero fue enredándose sin saber cómo ni por qué. Y con el quinto de Peñajara, la nada. Imposible el ademán ante tantas claudicaciones.
Serafín Marín, que venía de triunfar el domingo en Barcelona y, por tanto, lleno de moral, afrontó la faena al segundo sobrero con no poca decisión aunque algo acelerado. El de María Gascón se prestó repetidor y manejable aunque sin humillar y la en principio ligada faena sobre la mano derecha tuvo cierto eco aunque poco a poco, la franquía del toro fue trocándose a peor, como también el torero fue enredándose sin saber cómo ni por qué. Y con el quinto de Peñajara, la nada. Imposible el ademán ante tantas claudicaciones.
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El Payo, con muchísimas ganas de triunfar donde ya lo había conseguido el año pasado en su presentación novilleril, protagonizó junto a Miguel Abellán un abundante aunque apenas relevante tercio de quites ante el sobrero de su doctorado madrileño. Réplicas y duplicas de ambos animaron algo en cotarro. Pero luego, el toro de Hermanos Gallego no paró de echar la cara arriba en cada embroque sin que el mexicano se atreviera a bajarle la mano. Las pocas veces que lo consiguió, vimos que el toro podría haber obedecido al engaño.
El Payo, con muchísimas ganas de triunfar donde ya lo había conseguido el año pasado en su presentación novilleril, protagonizó junto a Miguel Abellán un abundante aunque apenas relevante tercio de quites ante el sobrero de su doctorado madrileño. Réplicas y duplicas de ambos animaron algo en cotarro. Pero luego, el toro de Hermanos Gallego no paró de echar la cara arriba en cada embroque sin que el mexicano se atreviera a bajarle la mano. Las pocas veces que lo consiguió, vimos que el toro podría haber obedecido al engaño.
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Momentos de la última y honrosa faena de la tarde a cargo de El Payo
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Menos mal que el último sobrero resultó noble y, aunque sin clase, más que posible. Y con este sí. Con este logró estirarse El Payo y componer la única faena propiamente dicha de la tarde aunque ya era de noche cuando el mexicano consiguió la atención del público que quedaba en sus asientos. Una estocada correcta y efectiva acabó con el tormento y El Payo paseó el ruedo al fin alegre y contento en una vuelta al ruedo compensatoria de sus apuros.
Menos mal que el último sobrero resultó noble y, aunque sin clase, más que posible. Y con este sí. Con este logró estirarse El Payo y componer la única faena propiamente dicha de la tarde aunque ya era de noche cuando el mexicano consiguió la atención del público que quedaba en sus asientos. Una estocada correcta y efectiva acabó con el tormento y El Payo paseó el ruedo al fin alegre y contento en una vuelta al ruedo compensatoria de sus apuros.
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El Payo saluda al respetable, entre el que se encontraba el nuevo
El Payo saluda al respetable, entre el que se encontraba el nuevo
seleccionador mexicano y compatriota del diestro, Javier Aguirre
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