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Por Domingo Delgado de la Cámara
Fotografías: ©Dolores de Lara
Después de cortar una oreja en cada toro, Sebastián Castella salió por la Puerta Grande. No piensen ustedes que sucedió nada extraordinario. Castella derrochó valor y buena voluntad pero, desde un punto de vista técnico, su actuación tuvo muchas sombras. Se premió el pundonor y nada más. Con un par de vueltas al ruedo hubiera bastado. La Puerta Grande fue un auténtico exceso.
Madrid. Plaza de Toros de las Ventas. Jueves 14 de Mayo de 2009. Soleado con algo de viento. Lleno. Seis toros de Garcigrande, desiguales de presencia. Muy mansos y descastados. Morante de la Puebla (de café y oro), silencio en los dos. Sebastián Castella (de lila y oro), oreja. Aviso y oreja. Alejandro Talavante (de verde y oro), aviso y silencio. Silencio. Curro Molina saludó tras poner dos pares de banderillas muy traseros al quinto de la tarde. El banderillero Rafael Cuesta fue herido por el cuarto de la tarde que le infirió una herida en el tercio superior del muslo derecho, con una trayectoria descendente de 25 centímetros, con destrozos en los músculos abductores.
El triunfo (relativo) de Sebastián Castella no tapa el fracaso sin paliativos de la ganadería de Garcigrande. Los garcigrandes son una garantía; pero una garantía de arruinar la tarde. Después de lidiar el peor encierro de los San Isidros de 2007 y de 2008, le han vuelto a traer. Y no se preocupen, que el año que viene habrá más. Comprendo que los toreros tengan preferencia por ciertas ganaderías, pero no me explico que pidan Garcigrande, dado lo mansa y descastada que está saliendo esta ganadería. Un horror. Sus dueños han debido pensar que lo único importante es la nobleza para que el torero se sienta a gusto. Pero cuando se desprecia el juego de las becerras en el caballo y no se busca la casta, el resultado final es este: la mansedumbre absoluta.
El lote de Morante fue asqueroso. Estuvo compuesto por dos bueyes de carreta sin bravura alguna. El cuarto, al salir rebotado feamente de un puyazo, hirió al banderillero Rafael Cuesta. Morante, a pesar de lo malos que eran sus toros, no se vino abajo y lo intentó con ahínco, sobre todo con el cuarto. Incluso hubo algún que otro muletazo sabroso. Está Morante en un buen momento y ahora es muy consciente de su responsabilidad como figura. A ver si en su próxima comparecencia le embiste algún toro.
Morante de la Puebla
Alejandro Talavante
Sebastián Castella
Castella se arrima mucho y el valor todo lo tapa, pero desde hace tiempo tengo la impresión de que ha tocado techo. Está tan empeñado en arrimarse que todo lo demás le da igual y no piensa delante de la cara de los toros. No evoluciona y es esencial en un maestro saber acoplarse a la embestida del toro y adaptarse a toda clase de embestidas. Estilísticamente tampoco es capaz de romper ese velo de frialdad que siempre le ha acompañado. Lo de Castella es echar órdagos a base de cojones. El valor permite a un hombre ser un torero cotizado, pero hubo un momento en que creí que Castella iba a ser un torero completo y mucho más importante de lo que va finalmente a ser.
Ayer confirmé definitivamente la decadencia del Siete. En otro tiempo hubieran armado la de San Quintín por esta Puerta Grande. Ayer se la comieron con patatas. Pero la dimisión del Siete va a hacer de la plaza de Madrid un coladero, porque no existen aficionados serios y solventes, sino gente que va de verbena. Se va a pasar de un amargo tribunal inquisitorial, que trataba muy cruelmente a los toreros, a una tómbola de luz y de color. Los aficionados conocedores que hicieron de Madrid una plaza seria, educada y exigente se murieron hace años. Ahora ya no hay nadie. Y esa presidencia: después de estar durante años negando orejas merecidísimas, ahora las suelta con cuatro pañuelos.
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