viernes, 28 de agosto de 2009

MANOLETE: Por J.Mª Sanchez Martínez-Rivero


“MANOLETE:
1947 SU ÚLTIMO AÑO COMO TORERO”


José María Sánchez Martínez-Rivero.



Agosto de 2009, en El Escorial.
Se cumple el día 28 de agosto de este año, el 62 aniversario de la mortal cogida, en Linares, de Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete”.
En fechas anteriores concedió una entrevista a José María Hernández, del periódico El Redondel en la que, en resumen, decía:

- Se afirma aquí que se retira usted de los toros. ¿Es verdad?
- No se afirma; lo afirmo yo. Este año me retiro definitivamente de la vida profesional del toreo. Después torearé, gratis, en algunas corridas de carácter benéfico. Necesito descanso, calma, esparcimiento y libertad. Esta vida de torero es muy dura, azarosa y terrible en el aspecto íntimo. Rinde, sí; da gloría, fama, dinero, emociones, alegrías; pero también muchos dolores y muchas

amarguras.
- Y vemos como si una nube de tristeza pasara por los ojos del Califa.
- Entonces, ¿no pensará en volver a Méjico?
- ¿Quién ha dicho eso? Yo iré a Méjico este invierno como torero, como particular o como lo que sea. A Méjico lo llevo metido muy dentro. Aquí y aquí ( y se señala a la frente y al corazón). Méjico ha sido para mí generoso, bueno y bonito. Allí me han tratado tan bien o mejor que en España; me han reconocido una categoría artística que no había aspirado a tener; y todo ha sido para mí halagos, afectos, admiraciones, amistades, respeto y cariño. Cuando oigo hablar de Méjico, cuando pienso en Méjico, siento la misma emoción que cuando estaba en Méjico y me hablaban de España o de mi madre. Aquel país es el más hermoso del mundo y todo él grande apasionado como un corazón...”

Esta noticia la revela, entre otras, también, el diestro cordobés, a su amigo y periodista K-Hito en una entrevista realizada antes de su reaparición en Barcelona.

“¿Tu último año de torero, Manolo?”
“- ¡Quien sabe! Lo que si puedo asegurar es que este será mi último año oficial en el toreo. Acaso el que viene toree ocho o diez corridas para no irme en acantilado, pero... véanme en 1947 los que me quieran ver”.

Manolete tenía decido retirarse; pero no de cualquier forma, no saliendo del paso, no; se retiraría como lo que era una figura cumbre del toreo. Aquí reseñaremos dos éxitos importantísimos en plazas de primera: Pamplona y Madrid.
Al diestro de Córdoba le preocupaba mucho entrenarse a fondo y estar preparado para reaparecer en España. Como sabemos Manolete era una figura del toreo de una responsabilidad suma, casi exagerada.
Dice que no llegará a tiempo ni en forma para la feria de Córdoba. Que está dispuesto a torear en su tierra, pero en una corrida benéfica.
Como sabemos nunca llegaría a torear esa corrida benéfica que proyectaba para septiembre. El destino así lo quiso.
José Luís de Córdoba, publicaba una crónica, el 27 de marzo de 1947, en la que analizaba el panorama que Manolete se iba a encontrar, en su reaparición en los ruedos, con los otros matadores y algún encarnizado rival. Transcribimos párrafos de la misma:

“Esto está que arde. Primero fue el desafío famoso de Pepe Luís Vázquez a Manolete. Hemos después tolerado una serie de declaraciones: Belmonte, “El Choni”, Antonio Bienvenida...
A los toreros, por lo visto, les ha dado por hacerse los interesantes, “en el papel”, con estas declaraciones sensacionales. Todos han hablado menos Manolete a quien todos los disparos, más o menos certeros, van dirigidos.
-Este año tengo que estar preparado para los “baños” que voy a recibir- nos ha dicho a nosotros- ...
La fiesta de los toros - lo comprendemos- es hija de la pasión. Pero dice un refrán que la “pasión no quita el conocimiento.” Aunque parece que conocimiento - el sentido común- se ha perdido en algunos sectores del mundillo del toro.
... Vamos ahora a fijarnos tan solo en las declaraciones que Luís Miguel Dominguín ha hecho al crítico taurino de Radio Madrid, “Curro Meloja”, tratando de enfrentarse no sólo con la personalidad taurina de Manolete, sino con la condición indiscutible de buen español de Manuel Rodríguez Sánchez.
Luís Miguel- acaso nosotros fuésemos de los primeros en proclamarlo- es un buen torero. Asistimos a su iniciación en el arte, a su gestación taurina y últimamente –Madrid, corrida de la Beneficencia- a su consagración como figura de la fiesta. En definitiva, es y nos parece Luís Miguel un torero excelente de cuya juventud y afición puede esperarse mucho. Pero tiene un pecado: la altanería. La condición de querer alzarse prematuramente sobre el pedestal de la fama. Le falta modestia. Le sobra engreimiento. Y ello ha de perjudicarle, sin duda, a los ojos de la afición sensata. El toreo es nobleza, es corazón, es sencillez, es gallardía. Eso. Nunca es envidia, ni pasión, ni política baja. Y Luís Miguel, peca.
Ya la afición que lee, que comenta y que juzga con serenidad de juicio, no vio con buenos ojos una frase lanzada por el pequeño Dominguín en pleno ruedo, parodiando al maestro de Gelves:
!Yo, el mejor!
Eso, que acaso fue un reto, fue, al propio tiempo, un sacrilegio. Hoy Luís Miguel ha lanzado otra frase que en el papel no tiene valor alguno. Ha dicho que aspira a ocupar el puesto de Manolete. Bien. Ignoramos lo que con el lanzamiento de esa frase se pretende. Tiempo va a tener Luís Miguel, antes de que Manolete se incorpore a la liza de demostrarla verdad de su aserto. Y más adelante, cuando el diestro de Córdoba se disponga a hacer el paseo, también, ante el toro, Dominguín y Pepe Luís y tantos otros tendrán que competir con el Monstruo e incluso de aventajarle y de vencerle. Aunque creemos recordar que el puesto de Manolete estuvo vacante durante toda la temporada de 1946. ¿Hubo algún torero capaz de ocupar el sitial reservado a quien ahora con tanto ardor y celo quieren desbancar?...

“Selipe”, también, en “Semana”, y con respecto al ambiente cargado de pasión para esta temporada de 1947, escribió:

“Para estas dos figuras sobresalientes de la tauromaquia –Manolete y Arruza- la temporada que se avecina se presenta dura y difícil: no es la primera vez que registramos el hecho de esta extrema dificultad, que tanto para Manolete como para Arruza ofrece la insólita atracción que ejercen sobre los aficionados: el encarecimiento extraordinario de la a ellos, y más singularmente al cordobés, se imputa, y el espectador que abonó crecida suma por obtener el boleto de su localidad, cree estar en su derecho subiendo también, hasta un límite casi sobrehumano, el nivel de su exigencia. No nos sorprendería mucho que la vida profesional de el cordobés y el mejicano finalizase antes que las carreras de otros diestros alojados en zonas de mejor comodidad.”

En el tiempo de descanso que Manolete se impuso, reflexionó y trató de programar su vida.
Se iría de los toros al final de esta temporada de 1947 – como ya sabemos- y en la de 1948 organizaría, por su cuenta, doce o catorce corridas en diferentes capitales españolas. Las torearía gratis, a beneficio de instituciones benéficas. En Barcelona actuaría en una gran corrida que tenía el propósito de organizar a beneficio de su cuadrilla.
El diestro de Córdoba preparaba su reaparición en España con todo detalle. Encargó varios vestidos de torear al sastre Juanito “El Torta” cuyo taller estaba en la calle del Prado.
A la salida de las pruebas, le esperaban en la calle gran numero de admiradores a los que tuvo que firmar autógrafos.
Era un torero de una gran responsabilidad –como ya se ha dicho- y para afrontar la temporada española de 1947 se preparó en varias ganaderías bravas.
Estuvo en la finca La Laguna, de Pepe Moreno De la Cova, tentando y toreando. Le acompañaba su amigo don Álvaro Domecq y Díez.
Después en los primeros días de junio el cordobés se traslada a Salamanca a la finca de don Atanasio Fernández Iglesias, denominada “Campocerrado”. El fotógrafo Cano inmortalizó las faenas de Manolete en el campo.
Al atardecer, muleta en mano y como estoque una vara de fresno. Zajones, sombrero cordobés, camisa a cuadros, botos camperos nada al azar. Sobresale una media verónica con las manos muy bajas. Naturales de los suyos etc. Desplantes. Simulación de la suerte de matar llegando con la mano vacía al pelo.
Le acompañaban su sobrino Lagartijo, Manolo García y Julio Aparicio.
En el mes de abril, Manolete asiste –como espectador- a una de las corridas de la feria de Sevilla, concretamente la celebrada el día 21. El diestro Gitanillo de Triana le brinda un toro, de Miura, Manolete de pie, recibe el brindis y los aplausos del público al reconocerle en una barrera. Después el toro cogería a Gitanillo.
Presenciaban la corrida juntos, en un tendido, el crítico taurino Corrochano y Rafael “El Gallo”. El crítico escribió:

” Gitanillo de Triana brindó a Manolete, que estaba en un tendido. Desde lejos no se veía bien si brindaba a un torero o a un banquero.”

La sentencia estaba escrita por un antimanoletista. Y se nota.
Manuel Rodríguez, Manolete, reaparece ante la afición de España en Barcelona, su plaza favorita, el día 22 de junio, alternando con Juan Belmonte y Rafael Perea, “Boni”.
Dada la importancia del hecho - la reaparición de Manolete en España- en el hotel Oriente en el que se hospedó, recibió a gran cantidad de amigos y de partidarios acérrimos. Departió con don Manuel Camacho, Álvaro Domecq, don Antonio Algara, empresario de “El Toreo”, entre otros, matando así el tiempo que le quedaba hasta el comienzo del festejo.
Preside la corrida Doña Carmen Polo de Franco. Están presentes las autoridades locales y la crema de la crítica taurina con Don Ventura al frente. Los hay de Madrid, de provincias, en fin, lógica expectación. Lleno absoluto.
Puerta de cuadrillas: fotos, más fotos. Posan Manolete – de azul y oro - a la izquierda del Presidente, El Boni en el centro y Juan Belmonte a la derecha. Caras de preocupación y responsabilidad. En los tendidos el murmullo, el famoso ¡Ah! de Méjico. El tendido 3 de sombra a 500 pesetas. La andanada de sol a 15.
En los apuntes de esta corrida del periodista de Radio Cádiz J. Sánchez Casal – archivo del autor-, puede leerse:


“Gran faena de capote al quinto toro de nombre “Basilico”, lances por el pitón derecho, cargando la suerte, con el capote planchado al aire. Media por el pitón izquierdo, frente al burladero de picadores, vertical, con los pies juntos, en resumen: magistral, de cartel de toros. Con la muleta excepcional.
Derechazos, naturales, de pecho corto pero precioso, trincherazo, molinetes, desplantes, marchándose de la cara del toro con su majestuosidad acostumbrada. Otro desplante pasando por la testuz el estoque. Volapié perfecto enterrando casi todo el estoque en las mismas agujas. El delirio. Los máximos trofeos. Manolete sonriente muestra las dos orejas y el rabo concedidos. Vuelta al ruedo recogiendo prendas de vestir, flores etc. El primer toro se lo brindó a la esposa del Jefe del Estado y el segundo al público.”




Veamos otro punto de vista de la crítica en la reaparición del “Monstruo:

“Vestía Manolete de azul y oro y la primera ovación de la tarde –con toro en el ruedo- arrancóla en el bicho que partió plaza, al engendrar tres lances soberbios. Saludó a su primer enemigo con cuatro verónicas y media magníficas, empalmándose la ovación unánime que las premiara, con otra, al final de un quite, compuesto de tres verónicas y media verdaderamente deslumbrantes. Nada más que de modo regular cumplieron los rehileteros su misión, y el cordobés, al compás de la música y entre aclamaciones entusiásticas trenzó la siguiente faena: tres pases por alto, tres naturales engarzando el último con el forzado de pecho, cinco derechazos, dos orteguinas y cinco de jugueteo, para cobrar, entrando muy bien, una estocada casi entera. Pero tardó en descabellar, a causa de no haberle sacado la espada al bicho lo que impedíale descubrirse en forma, y lo que debió ser una oreja, quedó en una ovación que agradeció desde los medios. Y salió el quinto de la tarde. Tenía el número 74 y su nombre era “Basílico” (no Basilisco, señores linotipistas y corrector). Recibióle el diestro con seis verónicas y media imponentes que arrancaron en el repleto graderío muy justo estrépito, ovacionándose un precioso quite de Belmonte, por faroles, y el postrero del ídolo, consistente en dos verónicas y media de verdadero mérito. Un refilonazo y tres varas pusiéronle los de a caballo y “Cantimplas” y “Pinturas” banderillearon pronto y bien a “Basílico.” Avanzó el cordobés hasta el centro del anillo, y brindó a la multitud, detalle que hizo que el triunfo materialmente se mascase. Inició su labor con un natural, si que siguiese el viaje el astado, y vinieron luego dos derechazos, obligando a la res a tomar la franela, comenzando a sonar la música y los gritos de entusiasmo. La faena prosiguió de esta forma: tres pases por alto, cuatro derechazos, un molinete, uno por alto, tres derechazos con la vista fija en el tendido, uno cambiándose la muleta de mano, tres orteguinas –ya el ruedo estaba lleno de sombreros-, cuatro derechazos, varios adornos agarrándose a los pitones de “Basílico” y un pinchazo superior. Aquella lección de tauromaquia terminó de esta guisa: tres derechazos mágicos y un volapié, entero, en la yema. El delirio que ello promovió no es para descrito: dos orejas, el rabo, dos vueltas al ruedo, varias salidas a los medios y, en verdad, la locura. Ramos de flores, abanicos, bolsos de señora, pañuelos, chaquetas y hasta un cuadro al óleo. Un fervoroso entusiasmo, en suma. Así fue el retorno del ídolo, que el domingo toreó al natural, citando desde largo, con guapeza sin límites.
Fue una faena, la mentada, para la que parecen escritos los conocidos versos dedicados a “Lagartijo”:
“Aquello fue explicar con la roja percalina, un curso entero, de estética taurina.”

Hasta aquí la crónica de E. P. en la prensa catalana.
Otra muestra del éxito de Manolete la podemos leer en esta otra de Juan Castillo Casas:

“La Plaza Monumental de Barcelona había sido setenta veces testigo de sus triunfos... y ahí, en aquélla plaza, empezó su campaña Manolete el día 22 de junio.
Los empresarios de España le habían contratado pagándole un cuarto de millón de pesetas por cada actuación.
Acudieron a verle los enemigos de la verdad, los que no querían el intercambio, los envenenados..., pero la afición sana estaba dispuesta a dar su veredicto total y lo dio en forma indiscutible, en forma avasalladora cuando el último toro de Bohórquez era arrastrado por las mulillas sin las orejas y el rabo que quedaban en las manos del Califa cordobés, como premio a su prodigiosa faena – prodigiosa porque el toro no embestía con franqueza y porque el torero pisó terrenos inverosímiles y porfió en la inminencia de las astas; prodigio porque fue cincelando en la arena sus pases de imperio mientras su muñeca guiaba a la bestia con dominios extraordinarios- y a la estocada formidable con que había fulminado a su enemigo entrando clásicamente al volapié. Y una vez más recorrió el enorme torero el albero de la monumental en plena apoteosis de gritos, de ovaciones y de prendas.
Ya en su primero había ejecutado cinco verónicas estupendas y había hecho otra de sus grandes faenas. Pero el triunfo total se había malogrado cuando tuvo que intentar varias veces el descabello.
En el tendido, al final, quedaban asombrados sus detractores.”

El Ruedo en su número de fecha 26 de junio de 1947 decía: “Manolete ha vuelto para bien de la fiesta nacional” y en crónica firmada por Don Ventura titulaba: “Efluvios de optimismo.”, terminaba, después de resaltar el triunfo de Manolete: “Ya estaba logrado el objetivo. Todo lo demás careció de interés.”. Decía así:

“Desmayada transcurría la fiesta al aparecer el quinto astado, un mansurrón que salió huyendo de las varas, hasta que Vallejo agarró una formidable y le hizo entrar en razón. Manolete, consciente de su responsabilidad. Elevó entonces el tono de la corrida hasta donde los espectadores deseaban. Se dirigió al toro con la muleta en la zurda, pero una colada y un fuerte achuchón en el primer pase le hicieron cambiar de bisiesto, y con la derecha cuajó una labor de vena robusta, una faena que se compuso de varías series de toreo en redondo –unos pases lentos y prolongados, en algunos de ellos mirando al tendido-, giraldillas y molinetes, todo ello en el terreno que él suele invadir cuando está en Manolete, y todo ello entre aclamaciones ininterrumpidas y ovaciones que apagan los sones de la música. Y cuando, tras un pinchazo superior, recetó una gran estocada que mató sin puntilla, se desbordó el entusiasmo como un torrente fuera de cauce, y le dieron las dos orejas y el rabo y le hicieron dar dos vueltas al ruedo, entre una lluvia de flores, y salir a los medios. Ya estaba logrado el objetivo. Todo lo demás careció de importancia.”

Otra vez Manolete en Manolete, y en plaza de primera, ni un ápice a la improvisación, todo medido, todo entrega, todo pundonor y así tarde tras tarde. Se desprende de la lectura de estas crónicas que el “Monstruo” venía a por todas, a pesar de ser su último año en los ruedos.
Los toros de Bohórquez, grandes, gordos y de pitones no muy aparatosos, no fueron buenos.
Belmonte cortó una oreja a su primero y escuchó algunos pitos en su segundo.
EL Boni no estuvo acertado y se le notó desentrenado.
El diestro de Córdoba cobró trescientas cincuenta mil pesetas, según declaró, años más tarde, don Pedro Balañá.
Feria de San Fermín de 1947. Cuatro grandes corridas de toros. Manolete torea la tarde del día 10 de julio. En el cartel: Gitanillo de Triana, verde y oro; Manolete, de blanco y oro y Julián Marín de cobalto y oro, con toros de don Antonio Urquijo de presencia y con trapío suficiente. El triunfo del cordobés es aplastante: cuatro orejas y dos rabos.
Como es tradicional por la mañana se corrió el encierro de los toros que se iban a lidiar por la tarde. El toro número 21 de nombre “Semillero” mata a tres mozos. Este toro le corresponde a Manolete en el sorteo y corrió el rumor de que Julián Marín pidió estoquearlo para vengar la muerte de sus paisanos. Por tanto, el diestro de Córdoba mató a “Sanluqueño”, número 30 y a “Jaminito”, número 63.
Destacó de su labor con el capote una media a su primer toro con verticalidad absoluta, el mentón hundido, la mano derecha muy baja y la izquierda más alta trayéndose el capote a la cintura como remate. Media de cartel de toros, parando los tiempos de su ejecución, como a “cámara lenta”.

Con la muleta derechazos con el compás ligeramente abierto y llevando muy toreado al toro. Naturales bajando mucho las manos. El embroque se produce al costado izquierdo del torero porque se lo traía toreado desde el comienzo del pase, la muleta planchada. Toreo de cante grande. Veamos cómo vio la crítica, Antonio Bellón, en “Pueblo”, la actuación de Manolete:

“La verticalidad de Manolete se quiebra al girar la cintura en naturales y de pecho. Cada pase es una explosión de entusiasmo. Centrado, majestuoso, facilísimo, el cordobés manda, dueño y señor de la res, en series de naturales y redondos, trabados con pases al costado para dejar al toro a centímetros del muslo y pasarlo sin esfuerzo, sin una enmienda...”

EL Pensamiento Navarro:

“Un lleno hasta la bandera y los trece mil espectadores saludaron con una ovación al incomparable Manolete. ¿Cómo respondería el “Monstruo” a esta atención? Con una largueza que nadie creía aunque todos la esperaban. No he de cansar a mis lectores detallándoles punto por punto lo que este excepcional torero ha realizado, entre otras razones, porque no existe pluma capaz de realzar tanta belleza...
Hay cosas de la naturalidad que resultan imposibles plasmarlas en toda su valía y con el arte de Manolete sucede eso, no se llega a la perfección más que viéndole realizando por el propio maestro y en su salsa. Con el capote verónicas de monumento y con la muleta faenas inenarrables. No cabe mejor justeza, suavidad ni mando. Es el rey del toreo y todos los demás, el que tiene mejor suerte su vasallo...
Las dos faenas fueron algo de maravilla que el público que las presenció no las olvidara jamás.
A Manolete le sobra medio capote, media muleta, medio estoque y no le hace falta más que un metro cuadrado de terreno en el ruedo para llevar a efecto toda su labor.
Todo lo demás le sobra para que puedan recogerlo esos otros que tienen la desfachatez de retarlo en el terreno profesional...”

Don Severo (Decano de los revisteros franceses), escribió al haber visto por primera vez a Manolete:
“¡¡¡Manolete!!!
... los pamplonicas y el innumerable gentío acudido de toda España y hasta de Portugal y Francia (especialmente para la 4ª corrida) “esperaron” a Manolete, para el cual los precios habían sido considerablemente aumentados (Barreras a 300 pesetas; tendidos de sol a 33... todo inmediatamente arrebatado de las taquillas al abrirse éstas y “revendido” a precios inauditos: tendidos de sol a 180 y barreras hasta 1600.
La plaza rebosaba de público y la corrida se desarrolló con una temperatura de maravilla, sin una nube en el cielo y en el ambiente cuya evocación va a intentar nuestro íntimo amigo “don Sincero” testigo de esta corrida, tan íntimo amigo nuestro que pedimos a nuestros lectores se sirvan considerarle aquí como a NOSOTROS MISMOS y aceptar su opinión como aceptaría la NUESTRA PROPIA. (don Sincero no existe, no es sino él mismo, que no firma como de costumbre por haber una decena o más de revisteros franceses sin permiso de las autoridades francesas para pasar la frontera).
El abajo firmante, sano de cuerpo y de espíritu, por lo menos asó lo cree en lo que a esto último se refiere, a pesar del “Soc." moral sufrido el 10 de julio desde las seis y diez de la tarde, certifica, bajo juramente, haber tenido en las fechas y hora antes citadas, la revelación de lo que jura poder certificar de GENIO DEL TOREO, tras más de medio siglo de afición, muy “militante”, y más de dos mil seiscientas corridas o novilladas presenciadas por él, a uno u otro lado del Pirineo, con todos los gigantes de la lidia, aplaudidos durante once lustros en maravillosas e inolvidables actuaciones. El responsable de este Soc. moral y de esta revelación así como del completo estado, de asombro primero y luego, de locura general que en este 10 de julio, embargó a la muchedumbre que llenaba la plaza de Pamplona desde el principio mismo de la lidia del segundo soberbio ejemplar de don Antonio Urquijo (Murube) fue el diestro Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete; el autor de estas líneas está ya casi a punto hora de poner en duda la realidad del prodigio o de sus gestas y hazañas llevadas a cabo, sin embargo, en plena luz, con la lentitud más inconcebible, la soltura más asombrosa y la más milagrosa sencillez.
Digámoslo enseguida: Como hemos visto, ahí, torear a Manolete, y en el curso de toda su labor y en sus dos toros, JAMÁS HABÍAMOS VISTO TOREAR A NADIE ni pensábamos que FUERA POSIBLE HACERLO DURANTE MÁS DE BREVÍSIMOS INSTANTES ESPORÁDICOS.
Y, más aún, cuando vimos al cordobés realizar su primer archicolosalísimo faenón de muleta, iniciado con cinco altos impresionantes de inmovilidad y basado, seguidamente, en fabulosos e ideales series de sobrehumanos pases naturales con la izquierda, maravillosamente ligados, prodigio de temple, de ritmo, sin un movimiento forzado, sin la menor impresión de riesgo y sin embargo –al igual que sus derechazos- de una quietud sin precedentes, y en LAS PUNTAS DE LAS ASTAS PESPUNTEANDO CON LÍNEAS OSCURAS EL RASO DEL MAGNÍFICO TERNO BLANCO Y ORO del diestro, cuando aún todavía tiraba cinco incomprensibles manoletinas, de ejecución inverosímil y de garbo único vimos a Manolete entrar; derecho, despacísimo, a fondo, magistralmente para clavar un formidable volapié, hasta la mano y en lo más alto del morrillo, entonces pensamos haber tenido la suerte impar de asistir a la plasmación de una proeza extraordinaria y excepcional del famoso diestro y nos dimos por totalmente satisfechos y dispuestos a aceptar; sin murmurar; una labor facilona y sin gran esfuerzo por parte del artista en su segundo adversario ya que lo propio del MILAGRO, es, evidentemente el no poder repetir cada cuarto de hora...
¡Y bien! Con el 5º toro, otro hermosísimo e imponente ejemplar para la lidia del cual, Manolete, como ya hizo en su primero, solicitó de la Presidencia, acortase la suerte de varas, el fenomenal torero estuvo... ¡aún más ASOMBROSO quizás! y, con todas las mismas perfecciones milagrosas de ese su toreo de suprema sencillez y del mas incomparable clasicismo con la misma inconcebible inmovilidad, tan incomprensiblemente ceñido, sin cesar; a los tremendos pitones del Murube, citando a cincuenta centímetros de la cabeza, provocando la arrancada más aún con el cuerpo que con el engaño y sin embargo, ¡SIN MEJORAR NI EN UN MILÍMETRO SU TERRENO! fabulosamente, archiinteligentemente, de manera sobrenatural, Manolete esculpió otra superfaena de más de 45 pases, entre los cuales, por lo menos DIECIOCHO “SOBRENATURALES” VERDADERAMENTE DE LEYENDA por series de 7 y de 8, ligadas de manera increíble y TODOEN EL ESPACIO MÁXIMO DE TRES METROS CUADRADOS –superfaenaza rematada por una espléndida e irreprochable estocada, modelo de suerte suprema, clavando el acero en la cruz y hasta los gavilanes, y ejecutando la suerte de modo admirable. De nuevo, y como en el primer toro del cordobés, el delirio se apoderó de la plaza toda, blanca por doquier por el flamear de todos los pañuelos y cuando, sin posible vacilación, la Presidencia hubo otorgado las dos orejas, el rabo y pata (que no quiso Manolo se cortara) explotó aún más fuerte en loca e inacabable ovacionaza con la obligación para el torero, imperturbable y sin una sonrisa, contestando con un leve movimiento de la cabeza...
Manolete ES SUPERIOR A TODOS LOS TOREROS QUE HASTA HOY, PUDIMOS ADMIRAR; ORTEGA impuso, quizás una maestría, más ruda, a los toros mansos, Chicuelo fue más “saleroso”, Joselito más enciclopédico, Belmonte más trágico. Pero Manolete torea clásicamente, IDEALMENTE, sin la menor búsqueda de efecticismos, sin ninguna “concesión” y con la máxima sinceridad, COMO NINGÚN OTRO TORERO HA CONSEGUIDO AÚN TOREAR.”

Don Severo había visto perfectamente el toreo de Manolete y ante toros con trapío, había captado que se hablaría de él como timón de una época del toreo.
El miércoles 16 de julio de 1947, festividad de nuestra Señora del Carmen, en Madrid y en su plaza de las Ventas se va a producir un acontecimiento taurino de gran importancia.
Se celebra la tradicional corrida de Beneficencia, pero esta tendrá para siempre una referencia especial en la historia del toreo. Sería la última corrida de Beneficencia en que participaría Manolete antes de que el toro “Islero” lo empitonara.
Naturalmente, ¿quien iba a imaginarse lo que después sucedería en Linares? Por lo tanto, la expectación era enorme para ver a Manolete.


(Programa de mano del dia de la corrida. Archivo del autor)

En el cartel se anunciaban 6 toros, con divisa verde y encarnada, de la acreditada ganadería de don Fermín Bohórquez, de Jerez de la Frontera, para los diestros: Rafael Vega de los Reyes (Gitanillo de Triana), de blanco y plata; Manuel Rodríguez, Manolete, de blanco y oro y José Martín Vázquez, de celeste y oro.
El resultado del sorteo fue el siguiente:

1º.-“Andapoco”, número 102, Negro bragado, de 486 Kgs.
2º.-“Calvo”, número 47 Negro Bragado, devuelto.
2º Bis. “Cargador”, de Vicente Charro, de 473 Kgs.
3º.-“Calmoso”, número 69, negro zaino, de 494 Kgs.
4º.-“Partidor”, número 91, negro bragado, de 500 Kgs.
5º.-“Babilonio”, número 55, negro bragado, de 492 Kgs.
6º.-“Blanducho”, número 96. negro bragado, de 474 Kgs.

Los cinco toros de Bohórquez estuvieron bien presentados y fueron buenos. El sustituto, de Vicente Charro, soso.
Presidía la corrida el anterior Jefe del Estado.
Vamos a hacer un análisis – ficha técnica, archivo del autor- de la que salió la crónica emitida de la corrida por el periodista J. Sánchez Casal.
El primer espada, Gitanillo, lidió un toro de los llamados “quedados”. Con el capote estuvo bien. Al toro le dieron cuatro puyazos. Los quites segundo y tercero fueron muy buenos. Dos pares y medio. Faena de muleta normal, tirando a buena, para pinchazo y estocada. Silencio.
El primer toro de Manolete y segundo de la corrida es devuelto. Sale en su lugar uno de Vicente Charro. Soso en su embestida. Con el capote Manolete estuvo regular.
Nada destacado en los quites. Cuatro puyazos y tres pares de banderillas.

Brindis al Jefe del Estado y faena de muleta, buena, matando de tres pinchazos y una estocada. Vuelta al ruedo.
El tercer toro de Bohórquez fue muy bueno. Muy bien con el capote Martín Vázquez. Tres puyazos. Bueno el segundo quite. Faena de muleta extraordinaria para estocada y descabello. Dos orejas.
El cuarto toro bueno también. No lo entendió Gitanillo que con el capote estuvo regular lo mismo que con la muleta para tres pinchazos, una media y dos descabellos. Silencio.
El quinto, de nombre “Babilonio”, era un “marrajo”. Manolete estuvo regular con el capote. El toro recibió cuatro puyazos. No hubo quites y se le colocaron los tres pares de banderillas reglamentarios.
En este estado llega el toro a la muleta de Manolete, pero claro, se trataba de Manolete, nadie esperaba la gran faena pero esta se produjo; estuvo colosal –emplea este término- y en un apartado de la faena de muleta tiene anotado “cogido y a pesar de eso sigue”; para luego reseñar una estocada fulminante y el premio de las dos orejas.
Tardó en caer “Babilonio”, una vez estoqueado, 12 segundos, coincidiendo el traslado a la enfermería de Manolete con la muerte del toro, mientras se abría la puerta de la barrera para darle paso. Manolete debió ver rodar a su enemigo desde los brazos de las asistencias.
El “Monstruo”, una vez más había cumplido.
El sexto toro bueno también. Bien con el capote Pepín Martín y con la muleta, para media y un descabello. Una oreja.
Juan Ferragut escribió:

“Contar y cantar como fueron la dos grandiosas faenas de muleta realizadas por Manolete en la corrida de la Beneficencia, es empresa superior a nuestra modestia.
Para contarlas y cantarlas en toda su magnitud necesitaríamos espacio y tiempo bastante para copiar lo mucho de grande y de bueno que han escrito sobre Manolete, durante siete años, las mismas plumas que hoy no sabemos porqué lo combaten y censuran.
E ignoramos la razón, porque Manolete sigue siendo quien era; la figura máxima de la torería; el mismo gran torero artista, valerosísimo y con un concepto hondo, heroico, dramático de la responsabilidad que entraña su categoría en el arte y la lidia...”

Federico Alcázar en el “Diario Madrid” escribió:

“Todo es admirable en este torero. Admirable y ejemplar. No tiene necesidad de torear y torea. Por mucho que viva no puede gastar el dinero que tiene. ¿Para que ganar más? Es que no torea solo por el dinero, sino por vocación, por afición, por temperamento, por satisfacer una necesidad de su espíritu de su naturaleza. Por eso justamente por eso, es admirable. El hombre que entre la comodidad y el riesgo escoge el riesgo es admirable, porque revela un solo carácter y una casta de hombre excepcional, sino porque esta decisión revela una capacidad de sacrificio singular. Por eso, precisamente por eso, es ejemplar...
No tenía necesidad de venir ahora a Madrid, y ha venido. ¿Por qué?, sencillamente por un concepto de la responsabilidad que no tienen otros toreros...
Y a Madrid ha venido y ha triunfado. Y, sin necesidad, se ha dejado coger. Se ha dejado coger por un gesto porque en realidad fue Manolete el que cogió al toro; no el toro a Manolete. La pierna quedó tan quieta en el remate, tan quieta y tan cerca, que el toro no tuvo más que alargar un poco el cuello y empuntarlo, sin derribarlo. Y la cogida fue porque, entre el turbión de aplausos y olés sonaron unas voces descontentas. Y para contentar a los descontentados se dejó coger. Y así, cogido, herido y con la pierna sangrando, continuó toreando hiperbólicamente con la mano izquierda, como solo Manolete sabe torear. Y con un solo pie remató la faena. Y con un pie solo, porque el otro no podía apoyarlo en el suelo, entró a matar y tiró al toro sin puntilla. Y entonces se dejó llevar a la enfermería. ¿No es esto admirable y ejemplar en un torero? ¿Son tan frecuentes en el toreo este gesto de hombría, de pundonor y de amor propio? Vamos a hablar en serio y a no engañarnos los unos a los otros contándonos el cuento de la “buena pipa”. ¿Qué torero le hace a esos dos toros lo que les hizo Manolete? Yo creo honradamente que ninguno.”

El parte facultativo extendido por el Dr. Jiménez Guinea decía asÍ:

“Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería Manuel Rodríguez “Manolete” de 30 años de edad, natural de Córdoba con una herida por asta de toro situada en el tercio medio de la cara externa de la pierna izquierda que interesa piel, tejido celular y aponeurosis formando una trayectoria descendente de 8 cm. con grandes destrozos en los músculos perónicos. Pronóstico grave. Firmado: Doctor Jiménez Guinea.”

El Ruedo, de fecha 17 de julio de 1947, publicaba la crónica de la corrida de Beneficencia escrita por EMECE. Podía leerse:

“La corrida que tenía su ilusión, ha tenido su emoción también. Aún por encima del gran torero, en Manolete hay el pundonor, la conciencia estrecha de su responsabilidad.
Y a ella se ha entregado sin reparar si el sacrificio era grande o pequeño. La corrida de Bohórquez, de buena presentación, ha salido noblota, pero con casta. Buena la embestida; pero peligrosa, no por bronca, sino por la codicia, por el celo. Corrida para toreros que sepan torear y que sean capaces de aguantar. Y Manolete ha aguantado. Hubiera aguantado de todas maneras. Eran para él todas las miradas y todos los comentarios. Pero Manolete ha respondido a la expectación desde un quite en el primer toro hasta que, ya herido en el quinto, ha seguido toreando, cojeando visiblemente, y aún más apretadamente que cuando comenzó su faena.
El segundo toro ha sido retirado por cojo. Lástima. El toro era bravo. Y ha dejado paso a uno de Vicente Charro, con el que Manolete se ha empleado a fondo. Ha toreado al natural con gusto, con calor, y en los naturales, de puro ceñidos, se ha manchado el traje. Faena justa, sobrada si acaso. No ha tenido suerte al matar – pinchó tres veces -, y aunque ha perdido la oreja, ha dado la vuelta al ruedo entre una ovación continuada.
El quinto salió abanto. Correteó. Hasta salió suelto alguna vez de los caballos; pero Manolete cuando cogió la muleta iba dispuesto a encelarlo. La faena fue a más. Del tanteo a más cerca, más cerca todavía, y en un momento insospechado el toro le ha herido en la pierna, sin derribarle. Pero de la pierna salía sangre, y Manolete ha seguido toreando con más afán, con el ansia de que no se le escapara, por el percance el triunfo. Todavía ha dado unos naturales magníficos, ha cobrado la estocada grande, y entonces ya consintió en que las asistencias le llevasen a la enfermería, hasta donde Pinturas fue portador de las orejas que le habían sido concedidas.
La expectación se había concentrado en Manolete, y Manolete sabía corresponder, aún a costa de su sangre, a la expectación. Pundonor, aún por encima de su arte de gran torero.”

Don Gregorio Corrochano escribió de este acontecimiento taurino:

“A los toros inciertos no solo hay que esperarles mucho, para fijarlos como Manolete le esperó, sino que hay que tenerles un poco adelantada la muleta para que no duden. A estos toros no se les pueden torear con el engaño retrasado y ahora se ha puesto de moda, torear con la muleta a la manera de frente por detrás, porque va detrás de la línea del torero. Al toro, en cuanto tiene el menor resabio instintivo, incierto, desparrama la vista etcétera hay que fijarles con la muleta y no dejarle mirar a otro lado; esto solo puede hacerse adelantándole la muleta lo que haga falta, para que el toro al embestir no dude, para que no tenga opción entre la pierna y la muleta. Este toro de Bohórquez que no embestía bien y era incierto, vaciló en la arrancada por estar la muleta retrasada, y en un pase con la mano derecha, le hirió de pasada la pierna izquierda. Manolete hizo un gesto de dolor casi imperceptible, encogiendo un poco la pierna izquierda. La primera sensación en el tendido era que le había pisado. Siguió toreando con la derecha y con la izquierda en una faena de mucho aguante, única manera de torear al toro, mansurrón, incierto y corto de cuello. Se notaba que el torero perdía facultades que suplía con coraje y afán de torear. Un hilo de sangre, rayando fuertemente de rojo la media rosa, nos descubrió que estaba herido y nos explicó el por qué de aquel empeño cerrado, cada más cerrado, del torero con el toro. No solo toreaba, quería terminar la faena y matar al toro antes de que la pérdida de sangre le inutilizase la pierna. El gesto era magnífico; solo en medio del ruedo con el toro, sin dejar que nadie se le acercara en su auxilio. Y la zapatilla negra estaba teñida de sangre cuajada cuando igualó al toro, y sabiendo que no podía hacer el esfuerzo de matar, nada más que una vez, pues se le iban las fuerzas, entró a matar, con el ansia que entrara “Frascuelo” después de la cogida del “Gran Pensamiento” y echó a rodar al toro de la estocada. Casi rodaron a un tiempo toro y torero, porque este cayó en los brazos de los que por fin lograron llevárselo a la enfermería. Entonces nos dimos cuenta de lo que es una corrida de Beneficencia: amar al prójimo “más” que a ti mismo.”

Después, termina pidiendo la Cruz de Beneficencia para Manolete por lo realizado en el ruedo y por su trayectoria.
Otro punto de vista de la corrida presenciada por don Ricardo García:

“Una voz, una cornada..., y de los dicho no hay nada.”
“Por ser voz quien sois.”
“Ya vino Manolete a Madrid, cuando le pedían sus impugnadores. Y vino a torear gratis a beneficio del Hospital Provincial. En los corrales había seis toros andaluces con lámina y trapío.
No tuvo suerte en el reparto. El segundo toro embestía con mal estilo; tan malo, que el “respetable” lo protestó ¡por cojo! Y al corral volvió. El sustituto, de don Vicente Charro, tampoco acusó ni bravura ni nobleza. Pero Manolete estaba allí. Su secreto es que no da a cada toro la lidia que el toro pide, sino la que él quiere, la suya, que es la que el público le exige. Por algo es el rey.
No pudo pararse al torear de capa porque no era franca la acometida del burel. Y se paró con la muleta. Como si de un noble astado se tratase, lo tomó con sus estatuarios; cambióse luego la flámula a la zurda, y hubo unos naturales tirando del toro con ese juego maravilloso de muñeca. Un portento. Cada pase, un clamor de entusiasmo. Nueva serie y nuevas ovaciones. Tres veces tuvo que pinchar, por quedarse el toro, que estaba hecho un marmolillo. Las tres por derecho. Y, al fin, haciéndolo todo el espada, clavó una estocada corta en lo alto (Ovación y vuelta.)
“Mal toro el quinto. Ya pudo apreciarse en los primeros capotazos su incertidumbre. Tampoco Manolete halló ocasión de emocionar con la capa. De nuevo habría que jugarse el tipo en el último tercio. Y Manolete, que esta allí...
Unos pases, por bajo y enseguida, dos series de naturales, llegando hasta la misma cara, corriendo la mano, baja, y erguido el torero, tieso, hierático...
No era bastante, por lo visto. Y hubo un grito molesto. Manolete, en la misma cabeza del morlaco, levantó la vista, ofendido. ¡Gritarle a él, que se estaba jugando su vida y sus millones allí, toreando gratis una corrida benéfica! Toda la plaza reaccionó contra el impertinente. Siguió toreando el Monstruo más cerca aún, más, más... El toro lo prendió fácilmente por la pierna izquierda y se vio al torero desasirse con un gesto de dolor. De dolor moral y de dolor material. Pero continuó la faena. Vióse cómo la sangre corría por la media rosada. Con esa sangre y con esos sudores amasan los toreros sus capitales. ¡Bien ganados están!
No se había mirado la herida Manolete. ¡Qué importaba un desgarro más! Recto entró a matar, y en las agujas clavó toda la espada. Aún esperó a que rodase el toro. Fue entonces, y solo entonces, cuando se dejó atar un pañuelo sobre la herida y conducir a la enfermería. Una oreja, Otra. Las dos. El desagravio. La protesta airada.
Perderá varias corridas. Una actuación gratuita le supondrá perjuicios considerables. No todos los van a lamentar.
“Sé que a ti, Manolete. Te basta con saber que has hecho un bien a los desvalidos, a los que en el Hospital Provincial esperan la cura de sus dolencias en los blancos lechos. En otro estas tú, herido el cuerpo y con el alma sana. Por ser vos quien sois.”

K-Hito.

Manolete una vez operado, es trasladado al Sanatorio de La Milagrosa de Madrid, en la calle Modesto Lafuente número 14 ocupando la habitación 50 del mismo. La habitación ya no existe porque era la quinta de la planta baja y con las reformas realizadas en el citado Sanatorio, hoy es parte del bar.
Convaleciente, el cordobés, concede al Caballero Audaz una entrevista, presente el doctor Jiménez Guinea, de la que entresacamos algunas de las preguntas y respuestas de Manolete:

“¿Don Luís, podré torear las corridas de Valencia? –inquirió con ansiedad el torero-.
¿Cuándo son las corridas de Valencia? –preguntó el doctor Jiménez Guinea -.
- Dentro de cinco días.
- No señor; ni pensarlo. La herida no está completamente cicatrizada; en el momento que pusiera usted el pié en el suelo e hiciera esfuerzos con ese músculo, se abriría, y todas nuestras precauciones y cuidados habrían resultado inútiles. Desde luego no piense usted en torear hasta primeros de agosto.
- -¡Verdaderamente que fue una corrida de mala pata! –exclamó el periodista -. ¿Verdad paisano?
- -¡No lo creas!... Yo la consideré una corrida de suerte.!
- ¿A pesar de la cogida?
- A pesar de la cogida que me tiene aquí, fastidiado en la cama desde hace quince días. Se trataba de una corrida de Beneficencia, en la cual yo no cobraba nada. En estas obras benéficas el millonario, con sacar la cartera y dar un cheque de cien mil pesetas, ya está listo; pero yo he tenido la satisfacción de haber colaborado en una importante obra de caridad con dinero, con mi arte y con mi sangre.”

Tarda el cordobés en reaparecer 19 días. Lo hará en Vitoria cortando dos orejas.
Después nueve festejos más, hasta llegar al 28 de agosto en Linares. Lo que ocurrió en esa corrida es archisabido. Se cumplió la profecía que hizo el diestro cordobés a Matías Prats en una famosa entrevista para la radio: “Matías, que lejos veo octubre”.

A José Luís Carabias, en agradecimiento por la atención que tuvo el pasado día 8 de febrero al leer, en su magnífico programa “Clarín”, un artículo mío.

Agosto de 2009, en El Escorial.
José María Sánchez Martínez-Rivero.








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