Ponce se supera
JUAN MIGUEL NÚÑEZ (EFE).-Viernes, 21 de agosto de 2009 -
A vueltas con el magisterio de Ponce y todo lo que ello significa. Porque parece increíble que a punto de cumplir sus veinte años de alternativa, todavía esté con tantas ganas y arrestos.
Una cosa es la suficiencia, el oficio, la forma de poderle a los toros, algo que está dentro de la lógica cuando se lleva tanto tiempo en la profesión, y otra muy distinta la ambición permanente por querer estar "ahí" superándose a sí mismo. Le pasó anteayer en esta misma plaza. Y ayer más.
Como en la víspera, contó Ponce con el hándicap de los toros. Parece que en circunstancias así se crece y todavía aparenta mucho más. No hay dificultad para él, sino todo lo contrario. Porque Ponce es precisamente la difícil facilidad del toreo.
Toro rebrincado su primero, al que aguantó, enganchó y del que tiró con suma limpieza. Toreo de mucho mando y salero en las series a derechas y al natural, y en los adornos. Una delicia de toreo, la forma de presentar la muleta, el movimiento pausado de la misma, la majestuosidad del conjunto. Parece mentira, tan bronco el animal, tan despacio y con tanto regusto las formas del torero.
Pero, exactamente igual que el día anterior, Ponce no mató bien. Y el triunfo que se adivinaba grande se redujo a una gran ovación.
El mismo panorama con el cuarto, toro que embistió con la cara natural, sin humillar, pero que en manos de Ponce parecía otra cosa. Faena de recursos, que no quiere decir de ventajas, precedida otra vez por el mando, el arrojo y la torería.
Poderoso y valeroso Ponce al cincuenta por ciento, y artista al cien por cien. No se puede más. O sí, pues hubiera sido necesario matar como Dios manda. Dio al final una vuelta al ruedo que resume cuando menos las seis orejas -tres cada día- que ha merecido en las dos actuaciones que ha cumplido en esta plaza. Seis, se dice pronto.
Lo de "Morante" no está muy claro. O sí. Mermado todavía de facultades por la cornada de El Puerto de Santa María hace diez días, no se atrevió con su primero. Un toro astifino tela, que además se las traía. No fue capaz el hombre con el capote, dejando que le pegaran (al toro) a placer en el caballo. Ahí empezó la bronca. Llegó el toro a la muleta con poquito gas y sin dejar desahogos. En seguida las dudas, la impotencia para no ponerse delante. La bronca fue de época.
Se recrudecieron los pitos a la salida del quinto, el segundo de "Morante". Claro que nada más hacerse presente con el capote aquello tomó otro cariz. Lances jaleados, aunque la mayoría enganchados.
Fue bueno el toro en la muleta, embistiendo despacio y por abajo. "Morante", tan distinto cuando le llega la inspiración, lo toreó con aroma, sin embargo, sin mantener el ritmo. Fue faena de detalles, y diluida al final.
Hizo "El Cid" de tripas corazón con su primero, toro incierto, que no se dejaba engañar más allá del segundo muletazo. Toro difícil donde los haya, que aparentaba ir cuando ya venía de vuelta. Estuvo "El Cid" dispuesto, eficiente incluso, aunque sin superar del todo los inconvenientes.
Con el sexto tampoco fue posible. Ni el toro se prestó, ni "El Cid" se comprometió.
Una cosa es la suficiencia, el oficio, la forma de poderle a los toros, algo que está dentro de la lógica cuando se lleva tanto tiempo en la profesión, y otra muy distinta la ambición permanente por querer estar "ahí" superándose a sí mismo. Le pasó anteayer en esta misma plaza. Y ayer más.
Como en la víspera, contó Ponce con el hándicap de los toros. Parece que en circunstancias así se crece y todavía aparenta mucho más. No hay dificultad para él, sino todo lo contrario. Porque Ponce es precisamente la difícil facilidad del toreo.
Toro rebrincado su primero, al que aguantó, enganchó y del que tiró con suma limpieza. Toreo de mucho mando y salero en las series a derechas y al natural, y en los adornos. Una delicia de toreo, la forma de presentar la muleta, el movimiento pausado de la misma, la majestuosidad del conjunto. Parece mentira, tan bronco el animal, tan despacio y con tanto regusto las formas del torero.
Pero, exactamente igual que el día anterior, Ponce no mató bien. Y el triunfo que se adivinaba grande se redujo a una gran ovación.
El mismo panorama con el cuarto, toro que embistió con la cara natural, sin humillar, pero que en manos de Ponce parecía otra cosa. Faena de recursos, que no quiere decir de ventajas, precedida otra vez por el mando, el arrojo y la torería.
Poderoso y valeroso Ponce al cincuenta por ciento, y artista al cien por cien. No se puede más. O sí, pues hubiera sido necesario matar como Dios manda. Dio al final una vuelta al ruedo que resume cuando menos las seis orejas -tres cada día- que ha merecido en las dos actuaciones que ha cumplido en esta plaza. Seis, se dice pronto.
Lo de "Morante" no está muy claro. O sí. Mermado todavía de facultades por la cornada de El Puerto de Santa María hace diez días, no se atrevió con su primero. Un toro astifino tela, que además se las traía. No fue capaz el hombre con el capote, dejando que le pegaran (al toro) a placer en el caballo. Ahí empezó la bronca. Llegó el toro a la muleta con poquito gas y sin dejar desahogos. En seguida las dudas, la impotencia para no ponerse delante. La bronca fue de época.
Se recrudecieron los pitos a la salida del quinto, el segundo de "Morante". Claro que nada más hacerse presente con el capote aquello tomó otro cariz. Lances jaleados, aunque la mayoría enganchados.
Fue bueno el toro en la muleta, embistiendo despacio y por abajo. "Morante", tan distinto cuando le llega la inspiración, lo toreó con aroma, sin embargo, sin mantener el ritmo. Fue faena de detalles, y diluida al final.
Hizo "El Cid" de tripas corazón con su primero, toro incierto, que no se dejaba engañar más allá del segundo muletazo. Toro difícil donde los haya, que aparentaba ir cuando ya venía de vuelta. Estuvo "El Cid" dispuesto, eficiente incluso, aunque sin superar del todo los inconvenientes.
Con el sexto tampoco fue posible. Ni el toro se prestó, ni "El Cid" se comprometió.
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