Ferrera y Urdiales sin suerte ante ganado deslucido de Charro de LLen
Juan Miguel Núñez
Valladolid, 8 sep (EFE).-
Valladolid, 8 sep (EFE).-
Una oreja cortó Antonio Barrera, hoy en Valladolid, aunque el reconocimiento a su actuación debió ser mucho mayor si en el otro toro no llega a "pinchar" la faena de la tarde, una gran faena por aptitud y actitud.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Charro de Llen, bien presentados y de juego desigual. Los más toreables, primero, segundo y cuarto. El tercero, el más deslucido. El quinto, manso. Y el sexto, cambiante, acabó "rajado".
Antonio Ferrera: pinchazo hondo, estocada perpendicular y atravesada que medio escupe, y descabello (ovación); y pinchazo y medio bajonazo (ovación).
Antonio Barrera: estocada (oreja); y dos pinchazos y estocada (vuelta tras aviso).
Diego Urdiales: pinchazo hondo y estocada (ovación); y tres pinchazos (aviso y palmas en la despedida).
En la enfermería fue atendido Barrera de contusiones y magulladuras de pronóstico leve.
La plaza tuvo un cuarto de entrada en tarde de calor.
GRAN BARRERA, PERO SIN ESPADA
Toros, unos mejores que otros, de muy diverso comportamiento.
Pero no fue esa la clave de la corrida. Ni mucho menos determinante el reparto de la suerte según los lotes.
Hubo toros buenos, y hasta muy buenos, como primero y cuarto. Los dos de Ferrera, que lamentablemente acabaron en el desolladero con las orejas intactas. El primero iba y venía sin molestar, pero lo estropearon las prisas del torero. El otro llevó cien pases por la variante, con todos los cites fuera de cacho, y muchos recortes, hasta que empezó a pararse, y ni en ese estado acertó a sacarle partido.
En los dos puso banderillas Ferrera a base de acrobacias, muchos saltos y carreras, aunque los dos últimos pares al cuarto, uno con pirueta previa antes de clavar con guapeza y ajuste en la cara, y otro al cambio por dentro, sí que merecieron la pena.
El segundo de corrida, primero de Barrera, fue el más escaso por apariencia, pero igualmente muy manejable. Su matador terminaría cortándole una oreja por una faena voluntariosa y de figura forzada, sin que sea paradójico, una faena larga en el tiempo y escasa en lo artístico.
En realidad donde Barrera estuvo bien, muy bien, fue en el quinto, cuajando una actuación de altura, por lo mucho que expuso y por la buena técnica empleada, porque le funcionó la cabeza en estrecha relación con el corazón. Muy capaz y muy sentido. Y con ambición. Faena importante, sin embargo, sin rúbrica con la espada.
El manso salió pegando oledas, echando las manos por delante, viniéndose cruzado y sin terminar de pasar. Brusco en el caballo, también en banderillas esperó y cortó. Muy dispuesto desde el primer momento, el hombre le ganó la acción llevándole muy sometido, tapado y por abajo. Fue cuando el animal, al sentirse vencido, empezó a negarse.
Pero al arrear Barrera, tapándole también la huida, no le quedó otra opción que echarse para adelante. Y ahí surgió lo impensable: un toreo de mando y dominio, de firmeza y gusto. Toreo de calidad en lo fundamental y en el fin de fiesta de dos circulares desde atrás, prolongado el segundo con un cambio de mano por delante que acabaría en largo y pausado natural ligado a su vez en un impresionante pase de pecho. Enorme Barrera.
Pero imperdonable los dos pinchazos -entre uno y otro, un resbalón en la cara del toro, que le buscó en el suelo con saña, dándole un palizón, por fortuna sin llegar a meterle el pitón- antes de la estocada definitiva.
Tampoco se entiende la frialdad del tendido sin asomar un sólo pañuelo para testimoniar el reconocimiento a la faena. Menos mal que tras el arrastre del toro le obligaron a dar la vuelta al ruedo, ésta sí, con aires de clamor.
Urdiales, el único que no tuvo "material" propicio. En sus dos toros estuvo tesonero y responsable a pesar de no terminar de estructurar faenas. Algún pase suelto en el manso y "rajado" tercero. Estimables, pero muy aislados, poca cosa.
Prometió más el trasteo al sexto, que empezó con el toro descompuesto y que mejoraría después de las probaturas, para terminar apagándose. Tres comportamientos, dos cambios. Todo en muy poco tiempo. No pudo Urdiales por culpa del toro. EFE
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Charro de Llen, bien presentados y de juego desigual. Los más toreables, primero, segundo y cuarto. El tercero, el más deslucido. El quinto, manso. Y el sexto, cambiante, acabó "rajado".
Antonio Ferrera: pinchazo hondo, estocada perpendicular y atravesada que medio escupe, y descabello (ovación); y pinchazo y medio bajonazo (ovación).
Antonio Barrera: estocada (oreja); y dos pinchazos y estocada (vuelta tras aviso).
Diego Urdiales: pinchazo hondo y estocada (ovación); y tres pinchazos (aviso y palmas en la despedida).
En la enfermería fue atendido Barrera de contusiones y magulladuras de pronóstico leve.
La plaza tuvo un cuarto de entrada en tarde de calor.
GRAN BARRERA, PERO SIN ESPADA
Toros, unos mejores que otros, de muy diverso comportamiento.
Pero no fue esa la clave de la corrida. Ni mucho menos determinante el reparto de la suerte según los lotes.
Hubo toros buenos, y hasta muy buenos, como primero y cuarto. Los dos de Ferrera, que lamentablemente acabaron en el desolladero con las orejas intactas. El primero iba y venía sin molestar, pero lo estropearon las prisas del torero. El otro llevó cien pases por la variante, con todos los cites fuera de cacho, y muchos recortes, hasta que empezó a pararse, y ni en ese estado acertó a sacarle partido.
En los dos puso banderillas Ferrera a base de acrobacias, muchos saltos y carreras, aunque los dos últimos pares al cuarto, uno con pirueta previa antes de clavar con guapeza y ajuste en la cara, y otro al cambio por dentro, sí que merecieron la pena.
El segundo de corrida, primero de Barrera, fue el más escaso por apariencia, pero igualmente muy manejable. Su matador terminaría cortándole una oreja por una faena voluntariosa y de figura forzada, sin que sea paradójico, una faena larga en el tiempo y escasa en lo artístico.
En realidad donde Barrera estuvo bien, muy bien, fue en el quinto, cuajando una actuación de altura, por lo mucho que expuso y por la buena técnica empleada, porque le funcionó la cabeza en estrecha relación con el corazón. Muy capaz y muy sentido. Y con ambición. Faena importante, sin embargo, sin rúbrica con la espada.
El manso salió pegando oledas, echando las manos por delante, viniéndose cruzado y sin terminar de pasar. Brusco en el caballo, también en banderillas esperó y cortó. Muy dispuesto desde el primer momento, el hombre le ganó la acción llevándole muy sometido, tapado y por abajo. Fue cuando el animal, al sentirse vencido, empezó a negarse.
Pero al arrear Barrera, tapándole también la huida, no le quedó otra opción que echarse para adelante. Y ahí surgió lo impensable: un toreo de mando y dominio, de firmeza y gusto. Toreo de calidad en lo fundamental y en el fin de fiesta de dos circulares desde atrás, prolongado el segundo con un cambio de mano por delante que acabaría en largo y pausado natural ligado a su vez en un impresionante pase de pecho. Enorme Barrera.
Pero imperdonable los dos pinchazos -entre uno y otro, un resbalón en la cara del toro, que le buscó en el suelo con saña, dándole un palizón, por fortuna sin llegar a meterle el pitón- antes de la estocada definitiva.
Tampoco se entiende la frialdad del tendido sin asomar un sólo pañuelo para testimoniar el reconocimiento a la faena. Menos mal que tras el arrastre del toro le obligaron a dar la vuelta al ruedo, ésta sí, con aires de clamor.
Urdiales, el único que no tuvo "material" propicio. En sus dos toros estuvo tesonero y responsable a pesar de no terminar de estructurar faenas. Algún pase suelto en el manso y "rajado" tercero. Estimables, pero muy aislados, poca cosa.
Prometió más el trasteo al sexto, que empezó con el toro descompuesto y que mejoraría después de las probaturas, para terminar apagándose. Tres comportamientos, dos cambios. Todo en muy poco tiempo. No pudo Urdiales por culpa del toro. EFE
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