Enrqiue Ponce pasea la oreja cortada al primero de la tarde
9ª de Fallas en Valencia. Cuando hay toreros…
Poe José Antonio del Moral
Diario La Gaceta, de Madrid
Grupo Intereconomía
19 de Marzo de 2010
Una corrida de Núñez del Cuvillo desnutrida y sin categoría para la importancia de esta feria, apenas valió para que Ponce cortara la única oreja de la tarde por una faena elegante y templada pero de muy escasa transmisión. Luego se estrelló con un animal absolutamente parado y con malas intenciones. Valentísimo anduvo Sebastián Castella con sus dos toros que se movieron y duraron más que sus hermanos aunque con problemas. Y majestuoso Manzanares con el noble tercero que apenas duró para finalizar muy empeñoso con otro animal descastado que solo se dejó por el lado derecho y sin ninguna clase. A ambos los mató de sendos y conundentes estoconazos. El argumento dramático del festejo corrió a cargo de la presidencia con Castella al negarle la insistentemente solicitada oreja de su primer toro, lo que provocó que la gente se volcara con el francés en su segunda intervención, perdiendo con la espada otra oreja o quizá las dos.
Valencia. Plaza de la calle Xátiva. Viernes 19 de marzo de 2010. Novena de feria. Tarde nublada y momentáneamente soleada para terminar con niebla. Casi lleno.
Valencia. Plaza de la calle Xátiva. Viernes 19 de marzo de 2010. Novena de feria. Tarde nublada y momentáneamente soleada para terminar con niebla. Casi lleno.
Seis toros de Núñez del Cuvillo escurridos y sin apenas volumen tapándose con los pitones. Por más noble aunque duró poquísimo destacó el tercero. Manejable pero muy soso el primero. Con movilidad y franquía el segundo aunque echando la cabeza arriba en cada embroque. Manso, muy difícil de lidiar y totalmente parado en la muleta el cuarto. Manejable con duradera movilidad aunque sin clase alguna el quinto. Y apenas manejable por el lado derecho el sexto.
Enrique Ponce (carmelita y oro): Estocada caída, oreja. Pinchazo hondo que escupe y otro hondo, palmas.
Sebastián Castella (verde parra y oro): Estocada desprendida, petición y gran ovación con bronca a la presidencia por no conceder el trofeo. Pinchazo, media tendida trasera y cuatro descabellos, aviso y gran ovación.
José María Manzanares (ceniza y azabache): Estoconazo, ovación. Otro estoconazo, ovación.
Tanto en la brega como en palos destacaron Juan José Trujillo y Curro Javier, así como en banderillas Curro Molina, los hermanos Tejero y Luís Blázquez.
Cuando hay toreros no hay toros. Ayer se cumplió el sentencioso hallazgo de Pepe Moros para desgracia de los espectadores y de los actuantes que hicieron lo posible e imposible para agradar sin apenas conseguirlo aunque Ponce cortara una fácil oreja del vulgar primero, Castella perdiera las de su lote – una por la cerril negativa del palco y otra por pinchar -, que fue el que más se movió y duró aunque con no pocas complicaciones.
Su actuación en conjunto fue la más celebrada del festejo, principalmente por lo valentísimo que anduvo frente a sus dos enemigos, si bien cabe señalar que un tanto destemplado, sobre todo con el segundo toro que le enganchó demasiado los engaños por derrotar siempre arriba y, claro estuvo, por las imprecisiones del matador, más atento a torear muy quieto, desde muy cerca y abusando en su especialidad del arrimón contra viento y marea que sus toros apenas aceptaron por lo que resultaron sucios. Defectos que, por cierto, no fueron advertidos y menos tenidos en cuenta por la mayoría del público.
Y es que el palco se echó encima a la gente al negar a Castella su vocingleramente solicitado primer premio y, a partir de ahí, gran parte del gentío se puso radicalmente de parte del espada francés, hasta el punto de que, si hubiera matado pronto a su segundo toro, le habrían pedido las dos orejas con exagerada pasión para jorobar al presidente quien, quizá, no se hubiera atrevido a negarlas pese a que la faena no fuera redonda ni desde luego limpia.
Así perdió Castella una salida a hombros por la puerta grande con la consiguiente repercusión de tan triunfal resultado. Lástima nos dio que Sebastián no lo consiguiera porque, lo que nadie puede negarle, es que se arrimó como un desesperado.
A Ponce también le quisieron mortificar los protestantes para distinguir al francés del valenciano quien, pese a llevar muy personal e inteligentemente la lidia del manso y muy deslucido cuarto toro, no consiguió darle un solo muletazo por completamente amarrado al piso como dicen los mexicanos y, encima, con violentas y feas intenciones. Ponce lo citó muchas veces, hasta con exceso, sin obtener respuesta del burel que siempre le esperó con las del veri, tal y como había hecho en la brega y en banderillas. Otro toro malísimo en esta feria y éste de ayer sin pasar una sola vez. Y si los toros no pasan, no hay pases por mucho que se empeñen el torero y los ignorantes que no saben distinguir un toro bravo de un borrico petrificado. Una vez demostrado que el toro no iba por activa ni por pasiva, Ponce procedió a machetearlo con sabor y eficacia antiguos. Pero la gente no entiende de estas cosas cuando quien hay delante es una gran figura tantas veces infalible.
La consabida frialdad del público durante la lidia del primer toro, su escasísima presencia y su soso además de feble embestir, pesaron como una losa sobre Ponce, al fin y el cabo responsable del cartel. Y es que en casi todas las ferias se ven corridas bien presentadas y bravas que se le escapan a los más modestos y en muchas ocasiones como la de ayer, tenemos que aguantar corridas absolutamente impropias de la categoría de las plazas, de la ferias y del prestigio de los encopetados actuantes.
Como también es el caso de José María Manzanares que ayer echó el resto como sus compañeros intentando sacar partido de otras dos reses más que deslucidas aunque el tercer toro resultara noble por el lado derecho por donde el alicantino se encontró más a gusto, logrando las dos mejores tandas por aterciopelados y majestuosos redondos de toda la corrida. Pero, ¡ay¡, solo dos porque, al dar la tercera, el toro se vino completamente abajo. Menos mal que a ambos los mató con la seguridad y la excelencia que acostumbra.
Sabíamos que la finca gaditana de Los Núñez del Cuvillo, lleva inundada desde hace meses y que los toros no pueden comer bien ni por tanto andar a su gusto sobre el abundante barrizal, lo que impide que rematen. Pero imaginamos también que las mejores corridas ya están elegidas y reseñadas por y para su principal cliente, tal y como hemos podido comprobar en Olivenza y Castellón. En vista de lo cual, bien harían Ponce y sus ilustres acompañantes en negarse a actuar ante tales desaguisados de este afamado y muy solicitado hierro. El petardo de unos y otros, empresa y veedores incluidos, fue de campeonato.
La feria no va como todos quisiéramos y aunque aparentemente la plaza se ve casi llena en estas últimas corridas, la verdad es que todos los días se quedan sin vender muchas entradas. Es por la crisis, dicen, y puede que sea verdad, pero también lo es que hay que comprar corridas más caras, las mejores disponibles entre las elegidas. De ello depende todo o casi todo. Y cada vez que la gente acude y sale aburrida, menos ganas tienen de volver. Así de simple y así de claro.
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