El Juli brinda su úlltimo toro da Enrique Ponce
Por José Antonio del Moral
Diario La Gaceta, de Madrid
Grupo Intereconomía
Inmenso El Juli. Ponce, sobrecogedorHistórico el XX aniversario de la alternativa de Enrique Ponce en un mano a mano que terminó con la gran victoria de El Juli. El madrileño cortó cuatro orejas – las dos de su primer toro y otras dos del último – y salió a hombros, mientras el valenciano, con el peor lote de la corrida de Zalduendo, solo cortó la oreja del tercer toro para finalizar su actuación dando un sobrecogedor recital de valor y maestría frente a uno de los toros más difíciles que se haya encontrado en su larguísima carrera.
Valencia. Plaza de la calle Xátiva. 16 de marzo de 2010. Sexta de feria.
Tarde fresca con rachas de viento durante la lidia del primer toro. Lleno.
Seis toros de Zalduendo, desigualmente presentados en tres y tres. Terciados los dos primeros, correctos tercero y cuarto, y con más cuajo y más ofensivos de pitones quinto y sexto. Todos nobles en distintos grados de fuerza, salvo el complicadísimo manso e imparable quinto que tuvo un pitón derecho criminal y terminó obedeciendo por el izquierdo gracias a su matador. Los mejores por su mayor brío fueron el segundo y, sobre todo, el sexto que tuvo clase y temple por los dos lados. El primero no cesó de echar la cara arriba y el tercero, noble pero sin fuerza y muy apagado.
Enrique Ponce (amapola y oro): Media estocada desprendida, silencio. Estocada, oreja. Pinchazo en los bajos, otro hondo desprendido tendido y cinco descabellos, aviso e inmensa ovación.
El Juli salió a hombros. Ponce brindó el primer toro a su abuelo Leandro y El Juli el sexto a Ponce.
Muy bien en la brega Alejandro Escobar. Y en palos también Escobar, José María y Antonio Tejero, Álvaro Montes y Emilio Fernández.
Ambientazo en la conmemoración del XX aniversario de la alternativa de Enrique Ponce en esta misma plaza y feria fallera. El inagotable gran torero valenciano impuso actuar mano a mano con su más importante rival de cuantos le han salido al paso, El Juli. Emocionante fue la gran ovación que Ponce compartió con Julián tras el paseíllo cuando nadie esperaba que el homenajeado iba a tener tan mala suerte en un día tan señalado.
Fue una durísima prueba a superar por quien más tiempo ha durado en la cumbre del toreo. Quizá la más difícil en encarar por un hombre a las puertas de la cuarentena, con todo hecho en su brillantísima carrera, muy feliz familiar y personalmente, y multimillonario. Ponce no quiso complicarse la vida con el deslucido torillo que abrió plaza. Se esmeró en la lidia del tercero que tampoco fue nada del otro mundo por su débil sosería en una faena elegante y llena de esas pausas inimitables que prodiga frente a reses de estas características para que el animal no se agotara, sin perder la compostura y cortando una oreja que al público y al mismo Ponce les supo a poco después de las dos orejas que acababa de cortar
El Juli del más encastado aunque tampoco fácil segundo en una de sus inapelables demostraciones de poder con un toreo purísimo y hondo. El Juli volvió a gustarse vibrante con el mediocre aunque noble cuarto, alargando sus embestidas hasta donde no parecía iba a llegar, pero lo pinchó al intentar recibirlo y tuvo que conformarse con una ovación.Así las cosas, a Ponce solo le quedaba una oportunidad.
El quinto que, esta vez, no fue el mejor como dice el refrán, sino un verdadero barrabas, agresivo de pitones, imparable en su ir de un lado a otro del ruedo pegando arreones y derrotes hasta convertir su lidia en ingobernable y más con la enorme cantidad de capotazos que le dieron, lo que le empeoró más si cabía.
Nadie daba un duro por una posible faena que, por el criminal pitón derecho fue absolutamente imposible so pena de resultar arrollado o gravemente herido como de milagro le sucedió a Enrique en su recibo de capa.
El pitón le pasó a milímetros de la yugular e increiblemennte tuvo reflejos para escabullirse saltando rápido al callejón. Después de eso, un portento de entrega, de valor-valor, de amor propio y de sentido de la responsabilidad.
Porque lo que vieno a a continuación fue que a Ponce no le importó un comino lo que acababa de sufrir y, lejos de quitárse al barrabás rápidamente de en medio, lo que hubiera sido comprendido por el público, fue capaz de domeñar a la fiera y de aprovechar el resquicio que tuvo por el lado izquierdo hasta, poco a poco, lograr convertir el veneno en néctar por sobrecogedores naturales.
Una lección propia de elegido por magistral y valentísima hasta grados inimaginables en alguien que ya no necesita nada en el toreo porque lo tiene todo ganado. La continua gazaponería del toro y su avieso lado derecho, imposibilitaron entrarlo a matar con rigor, ni siquiera a paso de banderillas y de ahí los pinchazos y los descabellos que necesitó para terminar con el peligrosísimo marrajo. No cortó oreja. Pero la ovación que recibió Ponce de todo el público puesto en pie, fue una de las más grandes que hayamos visto en nuestras vidas.
La respuesta final de El Juli frente al mejor toro de la tarde, fue colosal. Enorme y variado con el capote en el recibo por verónicas, quite por electrizantes lopecias al que respondió Ponce con preciosas chicuelinas de manos bajas, magistral en la lidia y soberbio en una faena de muleta sensacional por como la llevó a cabo con una templanza acorde con la del toro en su fijo embestir, virtud que El Juli aprovechó para recrearse más despacio e inspirado que nunca. Estoconazo y otras dos orejas, con una salida a hombros apoteósica y todo el mundo entusiasmado con lo que acabábamos de vivir.
Señores, esto es ser verdaderas, auténticas figuras del toreo. Dando la cara en todas partes siendo capaces de superar lo insuperable ante las pantallas de la televisión para que lo vea todo el mundo. Imagino qué hubiera echo con ese quinto toro quien yo me sé. Correr como un gamo o resultar inevitablemente zarandeado cuando no muy gravemente herido.
Ponce sigue y seguirá siendo mientras quiera el torero más grande de esta época.
Y El Juli va camino de serlo también si aguantara otros diez años más en el mismo plan del que disfruta.
Loado sea Dios y enhorabuena a los aficionados de buena voluntad.
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