sábado, 13 de marzo de 2010

JOSÉ ATº DEL MORAL: 6ª de La Magdalena en Castellón. Castella y Perera, dos feroces gallos de pelea

Miguel Ángel Perera en remate capotero
6ª de La Magdalena en Castellón.
Castella y Perera, dos feroces gallos de pelea
Por José Antonio del Moral

El francés cortó dos orejas del mejor toro de la tarde, con el hierro de Jandilla, y perdió otra del quinto de Vega Hermosa por pinchar.
El extremeño perdió las dos del tercero, también por pinchar, y se llevó la de más mérito por heroica tras ser cogido de muy mala manera por el sexto.
Orejas aparte, ambos compitieron a cara de perro desde parecidas premisas: la firmeza a cualquier costa, la cercanía, la ligazón y el temple.
Uno salió a hombros y otro desde la enfermería. Pero el caso fue que los dos dieron de sí todo lo que pudieron y más en un derroche de valor y de pundonor fuera de lo común.
Con el peor lote, Morante de la Puebla se fue de vacío tras dejar muestras de su arte impar frente al noble primer toro, el más flojo del envío.
Castella torea al natural al insignificante torillo

Castella con las dos orejas del animalito

Morante y recurso de la trincherilla

12.03.2010
El francés cortó dos orejas del mejor toro de la tarde, con el hierro de Jandilla, y perdió otra del quinto de Vega Hermosa por pinchar. El extremeño perdió las dos del tercero, también por pinchar, y se llevó la de más mérito por heroica tras ser cogido de muy mala manera por el sexto. Orejas aparte, ambos compitieron a cara de perro desde parecidas premisas: la firmeza a cualquier costa, la cercanía, la ligazón y el temple. Uno salió a hombros y otro desde la enfermería. Pero el caso fue que los dos dieron de sí todo lo que pudieron y más en un derroche de valor y de pundonor fuera de lo común. Con el peor lote, Morante de la Puebla se fue de vacío tras dejar muestras de su arte impar frente al noble primer toro, el más flojo del envío.

Castellón de la Plana. Plaza del Paseo Ribalta. Tarde nublada y fría con casi lleno. Cinco toros de Vegahermosa, discreta y desigualmente presentados. Todos limitados de fuerza en distintos grados de nobleza y manejabilidad. Debilísimo el primero. Uno de Jandilla corrido en segundo lugar que fue el mejor del conjunto. Tardón y a más en la muleta el tercero gracias a su matador. Parado el cuarto. Enclenque y muy quedado el quinto. Y enseguida muy a menos el sexto que tuvo guasa por el pitón derecho.
Morante de la Puebla (lirio y oro): Pinchazo y estocada trasera, ovación. Pinchazo y estocada trasera caída, silencio.
Sebastián Castella (amapola y oro): Estocada, dos orejas. Tres pinchazos y estocada trasera caída, gran ovación.
Miguel Ángel Perera (avellana y oro con remates negros): Tres pinchazos y estocada, gran ovación. Estoconazo trasero, oreja. Castella salió a hombros. Curro Molina destacó en palos.

Cartel redondo y casi lleno en los tendidos. Lleno normal con aficionados a verlas venir sin partidismo ni favoritismo alguno. Morante recibió el cariño de la gente encantada con su presencia en esta plaza después de muchos años sin venir. En cuanto se abrió de capa en el recibo del primer toro se escuchó ese murmullo colectivo que antecede a los grandes artistas y los inconfundible olés que solo se oyen cuando estos privilegiados se mecen toreando. Fueron solo dos verónicas y media tras sabrosos intentos y bastaron para que se encendiera la llama de la esperanza. No llegó a consumarse por la flojera del animal que, sin embargo, embistió con franquía por el pitón derecho aunque intermitentemente al defenderse por alto en el final de algunos viajes. Pero cuando metió la cara, temblaron los cimientos de la plaza. Una lástima que el toro se acabara enseguida. Morante nos dejó con la miel en los labios a la espera de su segundo enemigo. Desgraciadamente no hubo tal porque este animal se paró muy pronto y Morante se lo quitó raudo de en medio.

Como si de otra corrida se tratara, Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera se vieron las caras por primera vez esta temporada y no anduvieron con remilgos sino todo lo contrario. Ninguno de los dos son de los que dejan pasar a nadie y cada cual lleva su procesión por dentro. Se miden y se temen porque todas las tardes salen a jugársela sin contemplaciones. Un permanente juego del si tu bueno, yo mejor.

Empezó ganando Castella frente al segundo, de Jandilla, que fue estupendo de principio a fin y de menos a más porque huyó un poquito de los primeros lances, se creció en varas descabalgando en el primer encuentro y llegó con noble fijeza a la muleta. Tras un quite por chicuelinas muy ceñidas, Sebastián empezó por firmísimos estatuarios y, de ahí en adelante, todo fue un coser y un cantar por soleares. Toreó más sobre la mano derecha, dejando los naturales para la segunda parte del emocionante trasteo que llegó muchísimo al público, crecido en entusiasmo a medida que Castella se entregaba por redondos, redondísimos, pases de pecho eternos, sabrosas trincheras y oportunos cambios para terminar con manoletinas. No fue un faenón de los grandes de Castella, pero sí una buena faena marca de la casa que cerró con estocada contundente. Cayeron las dos orejas. ¿Quizá excesiva la segunda? Se han dado otras segundas menos merecidas.
La réplica de Perera fue como el rayo que sucede al trueno pese a que el tercer toro no pareció al principio de su lidia que iba a colaborar. Despertó en un precioso quite por tafalleras y, aún más, gracias a su matador por saber consentirle y llevarle muy empapado en la muleta en sucesivas rondas que parecieron un solo muletazo cada una por cómo ligó Perera cada pase. Faena de mérito aparte de los que Perera aporta de motu propio, porque de este toro hubo que tirar siempre al no venirse nunca por su cuenta. Los redondísimos finales, de encadenada angustia, pusieron a la gente en pie. Pero venido del todo abajo el tanimal y ya descolgado, en cada embroque de Perera al entrar a matar echó siempre la cara arriba y de ahí los inoportunos pinchazos que impidieron el triunfo del extremeño.

Las segundas partes de la actuación de los competidores no fue tan grata y no por ello menos importante. Y es que ni el quinto toro ni el sexto fueron como los buenos anteriores. El de Castella, un enclenque marmolillo con el que el tuvo que echar mucho valor para sacarle cada muletazo de uno en uno hasta empalmar dos o tres seguidos por puros testículos. Pese a la irremediable sosería del animal y a la escasa trasmisión del trasteo, el público estuvo en todo momento con Castella quien, por pinchar, no pudo redondear su gran tarde.

Como tampoco Perera pudo desquitarse en la alta media que deseaba con el sexto que dejó crudo – ni una gota de sangre en el único encuentro con los montados - para que durara lo que, a la postre, no duró. Muy bien con el capote Perera en el recibo por verónicas ganando terreno en cada una, y en un precioso quite combinando chicuelinas y tafalleras. Hasta ahí pareció que iba a durar el toro pero no fue así. Si de su anterior oponente tuvo Perera que tirar de él en cada pase, con este sexto tuvo que extremar tanto la cercanía y el temple – embestía al paso y con guasa por el pitón derecho – que al citar cerquísima para un redondo, el toro metió la cabeza por abajo y Perera sufrió una cogida aparatosa con pinta de haberle calado o roto un hueso de la pierna. Indisimuladamente dolorido, Perera se zafó de las asistencias y, aunque le costó reponerse, lo consiguió heroicamente con un arrimón digno del espartano valor de este torero que nunca dejó de tenerlo en grados superlativos e inalcanzables. Y como se tiró a matar como un jabato, cayó la oreja que buscó como el agua de un sediento en el desierto.
Chapeau, Perera.

Fuente: Web De toros en Libertad.com


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