Daniel Luque en solitario
Domingo Delgado de la Cámara
Madrid. Plaza de Las Ventas. En el buen primero empezó a perder el tren
Domingo Delgado de la Cámara
Nadie, ni los más escépticos, esperábamos un petardo como este. Seis silencios glaciales fueron el colofón de seis lidias desdichadas. Daniel Luque, aquél muchacho que el año pasado parecía que iba a comerse el mundo, aquél torero de tanto talento, dio ayer una triste imagen de sí mismo. En los seis estuvo hecho un vulgar pegapases. Es cierto que no salió ningún gran toro, pero al menos con tres Luque debería haber estado muchísimo mejor. Todo fue muy desagradable y Luque tiene que quitarnos este mal sabor de boca cuanto antes porque, a pesar de lo de ayer, dentro de él habita un gran torero.
Madrid. Plaza de Las Ventas.
Domingo 4 de Abril de 201. Un tercio de entrada en tarde soleada.
Tres toros de Núñez del Cuvillo, algo flojos pero muy toreables. Y otros tres toros de Juan Pedro Domecq, mansurrones y complicados, salvo el cuarto, exigente, pero que tuvo faena.
Daniel Luque ( rosa y oro): Silencio en los seis. Recibió un aviso en el cuarto y fue pitado al abandonar el coso. Francisco José Quinta picó bien al tercero de la tarde.
Cuando a las seis en punto de la tarde Daniel Luque inició el paseíllo en solitario y vio tanta localidad vacía en los tendidos, se le debió caer el alma a los pies. La cosa ya empezaba mal. Y es que “aficionados”, snobs y roneantes del claveleo en San Isidro hay a miles, pero buenos aficionados muchos menos. Ver matar seis toros al torero joven de más proyección, les importa una higa a los subsodichos del clavel. Solo interesaba a los pocos que estábamos en la plaza. Y a ver ahora cómo convencemos a la empresa para que los domingos anuncie carteles interesantes...
Decía que no salió ningún toro de bandera, pero los de Cuvillo, sobre todo los lidiados en primero y quinto lugar y a pesar de su flojedad, embistieron prontos y alegres. Y hubo un juanpedro, el cuarto, que, a pesar de lo mucho que manseó en varas, se le pudo torear con la muleta siempre que hubiera mando y mano baja.
Cuando a las seis en punto de la tarde Daniel Luque inició el paseíllo en solitario y vio tanta localidad vacía en los tendidos, se le debió caer el alma a los pies. La cosa ya empezaba mal. Y es que “aficionados”, snobs y roneantes del claveleo en San Isidro hay a miles, pero buenos aficionados muchos menos. Ver matar seis toros al torero joven de más proyección, les importa una higa a los subsodichos del clavel. Solo interesaba a los pocos que estábamos en la plaza. Y a ver ahora cómo convencemos a la empresa para que los domingos anuncie carteles interesantes...
Decía que no salió ningún toro de bandera, pero los de Cuvillo, sobre todo los lidiados en primero y quinto lugar y a pesar de su flojedad, embistieron prontos y alegres. Y hubo un juanpedro, el cuarto, que, a pesar de lo mucho que manseó en varas, se le pudo torear con la muleta siempre que hubiera mando y mano baja.
Con los cuvillos Luque se empeñó en un toreo encimista y de mano baja contraproducente. A estos toritos, tan flojos como alegres, había que haberles dado sitio y llevarlos despacio a media altura. A media altura eran para hartarse. Sin embargo los juanpedros, sobre todo el cuarto, sí que pedían distancia corta y muleta por abajo. Con ellos Luque no se decidió a atacar y sus faenas fueron un desbarajuste de muletazos desconfiados al hilo del pitón y pérdidas de pasos innecesarias. Es decir, el mundo al revés. Atacó a los toros que había que consentir y no se decidió a plantar cara y atacar a los que lo requerían. Siempre hizo exactamente lo contrario de lo que los toros le pedían. Y esto es sorprendente teniendo en cuenta que una de las virtudes que más hemos cantado de Daniel Luque es su claridad de ideas. Imposible estar más espeso.
Que no diese la lidia adecuada a los blandos cuvillos indica que el toreo a media altura es su gran asignatura pendiente. Pero lo verdaderamente preocupante es que no armara un lío con el juanpedro lidiado en cuarto lugar, que tenía su genio, pero embistió fuerte y fue ideal para el toreo mandón y de distancia corta, especialidad del sevillano. Después de un buen inicio por trincherazos, la faena se vino abajo por sus dudas constantes y su permanente deambular al hilo de pitón. Parece que la cornada de Valencia le ha pasado factura.
Resumiendo: Al primero y al quinto los ahogó a base de tirones y de cites en corto; con el tercero, no tan claro como sus hermanos, más de lo mismo; y el segundo de Juan Pedro, que se quedaba corto y se metía por dentro, lo desbordó. No pudo con el cuarto por no bajar la mano ni cruzarse al pitón contrario... y con la tarde ya vencida, en el sexto mantazos y enganchones hasta parar a un toro que no tuvo muchas ganas de embestir. Una desdicha.
Poco vimos con el capote, pues los toros no se prestaron demasiado: algún buen apunte a la verónica, un bonito quite por chicuelinas andadas, uno expuesto por gaoneras, uno ceñido por chicuelinas... Y con la espada francamente mal. Entró siempre desconfiado y cuarteando. Consecuencia: mucho pinchazo y mucha estocada trasera.
Luque, exigido como en Madrid solo se exige a los mejores, no fue capaz de sobreponerse al agrio ambiente que le esperaba. Y eso que siempre hemos alabado su carácter de ganador. Ayer, sin embargo, se vino abajo de modo estrepitoso. Y a partir de ahí no dio una a derechas. Pero, seamos serios, pueden contarse con los dedos de una mano (y nos sobran dedos) los toreros que verdaderamente han estado bien con seis toros en Madrid. Dejando aparte las apoteosis prefabricadas, que han sido unas cuantas, y ciñéndonos a los últimos cuarenta años, solo Paco Camino y José Miguel Arroyo Joselito han sido capaces de aprobar con sobresaliente tan difícil compromiso. Un puñado de toreros cumplieron con dignidad y todos los demás pegaron el petardo. El fracaso de Luque con seis toros no ha sido el primero ni va a ser el último. Es una papeleta muy difícil de solventar con éxito...
Ahora, a toro pasado, parece claro que Luque aun no estaba cuajado para tan tremendo compromiso. Pero que este resbalón no haga mella en su ánimo. Puede ser un figurón del toreo porque lo tiene todo para serlo. Tiene valor, tiene clase, tiene talento. Y tiene veinte años...
Si triunfa fuerte en Sevilla y en San Isidro, y si lo sigue haciendo con regularidad durante el verano, ¿quién va a acordarse en octubre de tan desgraciada tarde?
Fuente: Web De toros en Libertad
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