.
Fotografías: ©Dolores de Lara
.
Julio Aparicio
Por José Antonio del Moral
22.05.2010
Sin embargo, tanto este segundo sobrero como el sexto de Juan Pedro, dieron sobrados motivos a El Cid para explayarse confiado y a gusto en sendos y muy templados recibos por verónicas y en dos estupendas faenas de muleta, sobre todo la última por la que cortó una merecidísima oreja. El Cid volvió, pues, por sus mejores fueros, contrariando a los que habían cantado el final de su vida profesional.
Madrid. Plaza de Las Ventas. Viernes 21 de mayo de 2010. Decimosexta de feria. Calor y llenazo.
Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, con cuajo, muchos pitones, bravos y nobles, pero sin ninguna fuerza, rozando la invalidez. Precisamente por esta razón, el cuarto y el quinto fueron devueltos a los corrales demasiado tarde.
Un sobrero de Gavira, bien presentado, bravo, muy noble y con poca aunque suficiente fuerza, salvo el sexto que resultó excelente. Por devolución del segundo sobrero (de Gavira), se lidió un tercero de María del Carmen Camacho, también noble pero sin fuerza.
La tragedia
.FOTOGRAFÍAS: (c) Dolores de Lara
"...El Cid terminó de resucitar profesionalmente con una faena marca de su mejor cosecha que vino a desmentir a los que venían anunciando el final de su carrera profesional y han criticado con maldad que le dieran la sustitución de Manzanares, no sé si buscando el sensacionalismo que últimamente están utilizando algunos para llamar la atención, o por intereses más o menos confesables...."
"...El Cid terminó de resucitar profesionalmente con una faena marca de su mejor cosecha que vino a desmentir a los que venían anunciando el final de su carrera profesional y han criticado con maldad que le dieran la sustitución de Manzanares, no sé si buscando el sensacionalismo que últimamente están utilizando algunos para llamar la atención, o por intereses más o menos confesables...."
Por José Antonio del Moral
22.05.2010
La muy grave cornada que sufrió Julio Aparicio nada más iniciar su faena de muleta al primer toro de la tarde, determinó el devenir de un festejo que transcurrió en medio del escándalo a cuenta de la extrema debilidad de los imponentes y nobles toros de Juan Pedro Domecq - dos fueron rechazados muy tardíamente por la presidencia -, como también el segundo sobrero de Gavira, reemplazado por otro de Mari Carmen Camacho lidiado en quinto lugar. Ninguno de los anteriores permitió casi nada a Morante ni a El Cid.
Sin embargo, tanto este segundo sobrero como el sexto de Juan Pedro, dieron sobrados motivos a El Cid para explayarse confiado y a gusto en sendos y muy templados recibos por verónicas y en dos estupendas faenas de muleta, sobre todo la última por la que cortó una merecidísima oreja. El Cid volvió, pues, por sus mejores fueros, contrariando a los que habían cantado el final de su vida profesional.
Madrid. Plaza de Las Ventas. Viernes 21 de mayo de 2010. Decimosexta de feria. Calor y llenazo.
Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, con cuajo, muchos pitones, bravos y nobles, pero sin ninguna fuerza, rozando la invalidez. Precisamente por esta razón, el cuarto y el quinto fueron devueltos a los corrales demasiado tarde.
Un sobrero de Gavira, bien presentado, bravo, muy noble y con poca aunque suficiente fuerza, salvo el sexto que resultó excelente. Por devolución del segundo sobrero (de Gavira), se lidió un tercero de María del Carmen Camacho, también noble pero sin fuerza.
El resultado de las corridas es siempre imprevisible, tanto para mal como para bien, y la verdad es que la de ayer en Las Ventas no desmintió lo que digo porque nadie pudo prever cómo fue desarrollándose el festejo que pasó del terrible drama que supuso la cornada que sufrió Julio Aparicio nada más empezar su faena al primer toro de la tarde, al accidental mano a mano que tuvieron que afrontar Morante de la Puebla y El Cid que actuó por tercera vez en esta feria para sustituir a José María Manzanares.
En medio de las comparecencias de los espadas sevillanos, lo que predominó fue el escándalo que provocó la extrema debilidad de los toros de Juan Pedro Domeq, tan nobles como desesperadamente débiles, con la excepción del sexto y último que fue con el que El Cid terminó de resucitar profesionalmente con una faena marca de su mejor cosecha que vino a desmentir a los que venían anunciando el final de su carrera profesional y han criticado con maldad que le dieran la sustitución de Manzanares, no sé si buscando el sensacionalismo que últimamente están utilizando algunos para llamar la atención, o por intereses más o menos confesables.
Como tantas veces ha sucedido y sucederá en el toreo, los que así se comportan suelen quedar en el mayor de los ridículos. Y es que, quien porta la moneda, siempre la puede cambiar por muy mal que le vayan las cosas. El largo bache que ha padecido El Cid es como los que sufrieron y sufrirán muchos otros toreros y no pocas figuras. Nada más. Por eso celebramos esta recuperación del gran torero nada menos que en Madrid con los benéficos resultados que este triunfo tendrá para su moral de cara a la temporada que, por cierto, acaba de empezar. Enhorabuena a Manuel Jesús con el afecto que merece su sencilla hombría de bien y lo mal que lo ha pasado hasta el mismo día de ayer.
Entrando en los demás pormenores de tan inesperado acontecer cuando la feria va más de mediada, lamentamos la cornada de Julito Aparicio que venía ilusionado tras su triunfo de anteayer en Nimes y que, hasta sufrir el dramático percance, al menos pudo dejar detalles de su arte con el capote y en su breve inicio de faena de muleta. El caso fue que, al dar un tercer natural, perdió el equilibrio y se cayó haciendo el toro por él al tiempo que, imprudentemente, se levantó, instante en que el toro volvió a cornearlo y esta vez certeramente en el cuello por donde penetró el pitón del toro hasta atravesar la cavidad bucal y la lengua. Muchos temimos lo peor por el lugar por donde fue herido – salvó la vida por puro milagro -, pero afortunadamente y, a pesar de la gravedad de las heridas y lesiones ósea que padece, más pronto que tarde, y así lo deseamos, Julio volverá a vestirse de luces aunque solo sea para darse la satisfacción.
El más esperado de la terna, Morante de la Puebla, solo pudo dejar constancia de su personal e inimitable interpretación del toreo a la verónica y en algunos muletazos – muy pocos – que le permitieron los tres inválidos con los que tuvo que enfrentarse. Al que mató por el espada herido, dos o tres naturales de excepción y poco más porque el toro se vino abajo muy pronto. Al tercero, cuatro verónicas y media de las suyas que encendieron los ánimos de los espectadores, y casi nada en una faena de aliño, la requerida ante la invalidez del animal. Y con el sobrero de Mari Carmen Camacho, otra vez sembrado por verónicas y nuevamente frustrado en la faena que, más empeñoso, intentó encajar sin conseguirlo como él y todos ansiábamos que lograra.
Pero cuando todo parecía que iba a ser un desastre y salió el primer sobrero de Gavira, noble como los anteriores de Juan Pedro y no tan flojo, El Cid sorprendió a los espectadores con una faena que se acercó mucho a sus más famosas en esta misma plaza, recuperando de inmediato el crédito y la confianza de sus muchos partidarios que despertaron del disgusto al mismo tiempo que El Cid abandonaba sus desconfianzas.
Pero faltaba el sexto toro de Juan Pedro, el único fuerte de los seis, y con éste fue cuando Manuel Jesús hizo estallar a la plaza con todo merecimiento. Fue muy bonito verle recuperar el sitio, cómo se reencontró consigo mismo, con qué alegría exteriorizó lo que por dentro sintió con más sinceridad que nunca y cómo toda la plaza celebró con el torero la vuelta a su mejor ser. En definitiva, que del drama pasando por el escándalo, la corrida finalizó en éxtasis. El que logró El Cid para su gloria y para satisfacción propia y la de todos los que le admiramos y queremos.____________________________________________________
En medio de las comparecencias de los espadas sevillanos, lo que predominó fue el escándalo que provocó la extrema debilidad de los toros de Juan Pedro Domeq, tan nobles como desesperadamente débiles, con la excepción del sexto y último que fue con el que El Cid terminó de resucitar profesionalmente con una faena marca de su mejor cosecha que vino a desmentir a los que venían anunciando el final de su carrera profesional y han criticado con maldad que le dieran la sustitución de Manzanares, no sé si buscando el sensacionalismo que últimamente están utilizando algunos para llamar la atención, o por intereses más o menos confesables.
Como tantas veces ha sucedido y sucederá en el toreo, los que así se comportan suelen quedar en el mayor de los ridículos. Y es que, quien porta la moneda, siempre la puede cambiar por muy mal que le vayan las cosas. El largo bache que ha padecido El Cid es como los que sufrieron y sufrirán muchos otros toreros y no pocas figuras. Nada más. Por eso celebramos esta recuperación del gran torero nada menos que en Madrid con los benéficos resultados que este triunfo tendrá para su moral de cara a la temporada que, por cierto, acaba de empezar. Enhorabuena a Manuel Jesús con el afecto que merece su sencilla hombría de bien y lo mal que lo ha pasado hasta el mismo día de ayer.
Entrando en los demás pormenores de tan inesperado acontecer cuando la feria va más de mediada, lamentamos la cornada de Julito Aparicio que venía ilusionado tras su triunfo de anteayer en Nimes y que, hasta sufrir el dramático percance, al menos pudo dejar detalles de su arte con el capote y en su breve inicio de faena de muleta. El caso fue que, al dar un tercer natural, perdió el equilibrio y se cayó haciendo el toro por él al tiempo que, imprudentemente, se levantó, instante en que el toro volvió a cornearlo y esta vez certeramente en el cuello por donde penetró el pitón del toro hasta atravesar la cavidad bucal y la lengua. Muchos temimos lo peor por el lugar por donde fue herido – salvó la vida por puro milagro -, pero afortunadamente y, a pesar de la gravedad de las heridas y lesiones ósea que padece, más pronto que tarde, y así lo deseamos, Julio volverá a vestirse de luces aunque solo sea para darse la satisfacción.
El más esperado de la terna, Morante de la Puebla, solo pudo dejar constancia de su personal e inimitable interpretación del toreo a la verónica y en algunos muletazos – muy pocos – que le permitieron los tres inválidos con los que tuvo que enfrentarse. Al que mató por el espada herido, dos o tres naturales de excepción y poco más porque el toro se vino abajo muy pronto. Al tercero, cuatro verónicas y media de las suyas que encendieron los ánimos de los espectadores, y casi nada en una faena de aliño, la requerida ante la invalidez del animal. Y con el sobrero de Mari Carmen Camacho, otra vez sembrado por verónicas y nuevamente frustrado en la faena que, más empeñoso, intentó encajar sin conseguirlo como él y todos ansiábamos que lograra.
Pero cuando todo parecía que iba a ser un desastre y salió el primer sobrero de Gavira, noble como los anteriores de Juan Pedro y no tan flojo, El Cid sorprendió a los espectadores con una faena que se acercó mucho a sus más famosas en esta misma plaza, recuperando de inmediato el crédito y la confianza de sus muchos partidarios que despertaron del disgusto al mismo tiempo que El Cid abandonaba sus desconfianzas.
Pero faltaba el sexto toro de Juan Pedro, el único fuerte de los seis, y con éste fue cuando Manuel Jesús hizo estallar a la plaza con todo merecimiento. Fue muy bonito verle recuperar el sitio, cómo se reencontró consigo mismo, con qué alegría exteriorizó lo que por dentro sintió con más sinceridad que nunca y cómo toda la plaza celebró con el torero la vuelta a su mejor ser. En definitiva, que del drama pasando por el escándalo, la corrida finalizó en éxtasis. El que logró El Cid para su gloria y para satisfacción propia y la de todos los que le admiramos y queremos.____________________________________________________
Susto para El Cid
.
EL QUITE DE DOMINGO
Fotografías: (c)Dolores de Lara
.
¡Resurrexit¡
.
Después de dos años desastrosos, nadie daba un duro por el Cid. Fue él quien pidió la sustitución de Manzanares, en un último intento de rehabilitar un cartel en entredicho. Los toreros de casta son así: se vienen arriba en los peores momentos, y resucitan. Ayer resucitó el Cid.
1.- El valor.- El primer toro de El Cid fue malo con avaricia. Maldad agravada por una lidia desastrosa. Parecía soso y dormido, pero de repente y de modo inesperado, se vencía alargando el pescuezo. En una de estas pegó al Cid un volteretón de los que quitan el hipo. El Cid, en lugar de arredrarse, se vino arriba y se arrimó a un toro imposible. Estuvo muy valiente.
2.- El relajo.- Además de torear muy bien con el capote a sus tres toros, con lances cadenciosos y sencillos, a su segundo, un sobrero de Gavira, lo toreó con un relajo que hasta ahora apenas se había visto en El Cid. Es un Cid distinto al del muletazo largo y por abajo. Es un Cid que torea más vertical y con más abandono. El toro era tan noble como blando, y lo llevó con gran cadencia y suavidad, cosa nada sencilla porque, en cuanto se le obligaba un poco, el toro perdía las manos. En este toro vimos una nueva y también muy buena versión de El Cid. Si no llegó más al público fue por la debilidad del toro.
3.- El mando.- En su tercer toro, El Cid cogió las armas con las que alcanzó la cumbre hace ya varios años. A un toro pronto y noble, lo citó de lejos y logró dos series de derechazos extraordinarias, por la gran longitud de los muletazos. A la tercera serie le dio aun más distancia al toro y este acudió violento. Por el izquierdo no era tan bueno como por el derecho. Pero remontó con otra serie muy buena con la mano derecha. Gran estocada y oreja de ley, premio a una actuación muy buena a lo largo de toda la tarde, con tres toros distintos. Nos alegramos por El Cid.
4.- Morante.- Los toros que cayeron en manos de Morante fueron calamitosos. Dentro de la muy desigualmente presentada y blandísima corrida de Juan Pedro, Morante se llevó lo peor. Tampoco tuvo suerte en la lotería de los sobreros. Esperábamos a Morante como la caída del maná. Mala suerte. Habrá que seguir esperando. Eso sí, al sobrero de Mari Carmen Camacho lo lanceó animoso, y obtuvo una verónica que fue un cartel de toros. Trasteó decidido a un toro rajado que no valía nada. En su primero, un Juan Pedro jabonero con aires de charolés, desistió pronto al ver la sosería y nula raza del toro. Pero no hay que desesperar: está en racha y todavía le quedan toros en Madrid.
5.- La tragedia.- El primero era un Juan Pedro justo de fuerza, pero de enorme calidad, sobre todo por el pitón izquierdo. Después de unas verónicas sabrosas de saludo, Julio Aparicio inició la faena de muleta a media altura para afianzar al toro. En un momento dado se resbala, el toro hace por él, de modo muy imprudente el matador intenta levantarse..., y el pitón de la res se hunde en la barbilla del torero, saliéndole por la boca. Cornada gravísima. Pudo suceder una desgracia como la de Granero. Todo ha quedado en una cornada gravísima, pero no mortal, gracias a Dios. Morante acabó con el toro de una media estocada, después de dar tres naturales marca de la casa.
6.- Lo demás.- Aunque primero y sexto no fueron malos, dos toros nobles de poca fuerza, la ganadería de Juan Pedro está en un momento de tan poca raza y de tanta blandura, que es aconsejable no traerla a Madrid por una temporada larga. Durante la lidia del inválido quinto, se rozó el escándalo público, y esto debe evitarse. Hasta tres toros se devolvieron.
Florito y sus “muchachos” hicieron las delicias del respetable. Entre la gente de plata brillaron con los palos Ángel Otero, Rafael González, Llaverito y Alcalareño. Mucho brillo entre los de plata
Manuel Jesús el Cid
El Cid en ajustado cambio de manos
El Cid en ajustado cambio de manos
No hay comentarios :
Publicar un comentario