08.08.2010Con una muy bien presentada aunque de juego desigual corrida de Victoriano del Río, Enrique Ponce y El Juli dieron una gran tarde de toros limitada en resultados por la estúpida cicatería presidencial. El madrileño debería haber cortado tres o cuatro orejas y dos el valenciano. Solo se llevaron una por coleta. El Juli cuajó dos grandes faenas de distinta factura, una de incuestionable poder y otra de excepcional suavidad e inspiración. Ponce, que poco pudo lucirse con el incomodísimo primer toro, anduvo muy por encima del noble aunque rajadísimo cuarto con una faena de su exclusiva cosecha que puso la plaza boca abajo. Castella les acompañó fiel a lo suyo, pero sin tanta galanura ni la misma contundencia.
Plaza de toros de Vitoria. Sábado 7 de agosto de 2010.
Tercera de feria. Tarde agradable en plaza descubierta con tres cuartos de entrada. Seis toros de Victoriano del Río, muy bien aunque desigualmente presentados y de juego desigual. E
l muy descarado primero, punteó por arriba en cada embroque y no terminó de romper nunca. El segundo, muy difícil por sus extrañas reacciones en los primeros tercios, rompió a mejor gracias a su matador. El bonito y muy bajo tercero, noble pero sin fuerza alguna. Bravo y noble aunque pronto rajado el cuarto. Con mucha clase aunque de poca fuerza y rajadito el quinto. Y noble aunque apagadillo el sexto. A caballo destacó en un gran puyazo al cuarto toro, José Palomares. Y en palos José María Tejero y Javier Ambel que también bregó con excelencia.
Maestro entre siglos a lo largo de veinte años Ponce, y pletórico en su espléndida madurez tras una década en la cumbre junto al valenciano El Juli, tuvimos la suerte de verles ayer en Vitoria como lo que son. En muy pocas ocasiones han convivido dos toreros tan grandiosos. Ayer lo demostraron según sus respectivas circunstancias y estilos frente la corrida de Victoriano del Río que, sin ser una de las mejores de esta ganadería, algunos toros ofrecieron la posibilidad de que ambos maestros lograran sacarles todo lo bueno que llevaban dentro, corrigiendo los defectos que tuvieron hasta cuajar tres faenas de campeonato. Dos El Juli y una Ponce que solamente ellos son capaces de llevar a cabo.
Maestro entre siglos a lo largo de veinte años Ponce, y pletórico en su espléndida madurez tras una década en la cumbre junto al valenciano El Juli, tuvimos la suerte de verles ayer en Vitoria como lo que son. En muy pocas ocasiones han convivido dos toreros tan grandiosos. Ayer lo demostraron según sus respectivas circunstancias y estilos frente la corrida de Victoriano del Río que, sin ser una de las mejores de esta ganadería, algunos toros ofrecieron la posibilidad de que ambos maestros lograran sacarles todo lo bueno que llevaban dentro, corrigiendo los defectos que tuvieron hasta cuajar tres faenas de campeonato. Dos El Juli y una Ponce que solamente ellos son capaces de llevar a cabo.
El recuerdo de lo acontecido borrará los resultados numéricos del festejo como tantas veces ocurrió y seguirá ocurriendo. ¿Qué más dará, entonces, que a ambos no les dieran las segundas orejas de sus segundos toros? Claro que, según los reglamentos, no salieron a hombros ni falta que les hizo, porque la gente salió encantada con la que habían formado.
Con Ponce vivimos un momento mágico gracias a que la banda de una peña atacó el pasodoble Valencia mientras el gran torero se iba adueñando, señero y magistral, de las embestidas huidizas del muy rajado cuarto toro y la plaza entera coreó con palmas la acción torera y musical para homenajear al mismo tiempo a Ponce, a Valencia, a Vitoria y a España... Fue algo realmente grandioso, emotivo y digno de vivir. Cuando Ponce terminó de dar una apoteósica vuelta al ruedo, la gente empezó a gritar “!torero, torero¡” y el ambiente se calentó como no había ocurrido en los festejos que llevamos vistos este año en Vitoria.
Y lo de El Juli, otra doble versión más del extraordinario momento que atraviesa frente a dos animales de opuesta condición. Si inverosímil fue su primera faena ante un toro que pareció no iba a tener un solo pase tras poner en jaque tanto a Julián en el recibo de capa como a los banderilleros que las pasaron canutas, asombroso fue verle paladear la segunda faena en la que a su maravillosa técnica sumó una capacidad creativa repleta de hallazgos e improvisaciones sutilísimas y, además, lentísimas. Quizá sea la vez que más me ha llenado El Juli artísticamente hablando. Si sigue así, vamos a tener que admirarle desde el plano que nunca pudimos imaginar que fuera a llegar este todavía muy joven gran torero que ayer dejó escrita en Vitoria una de las páginas más completas y bonitas de su vida.
Como podrán imaginar los lectores, después de lo hecho por Enrique y por Julián, cuanto consiguió Sebastián Castella, especialmente motivado con el sexto toro que también fue bueno, aún estando bien, supo a poco aunque echó el resto en su más clásica versión iniciada como tantas veces con cambios ligados a sendos de pecho citando al toro desde los medios, hasta el final con el arrimón ojedista, asimismo repetido tantas veces por el francés, que fue cuando más calentó a la parroquia porque en el corpus central de la faena no llegó a sobrepasar la medianía. Pero falló al matar perdiendo la oreja que seguro le habrían dado en injusta comparación con que dieron por las faenas que habían hecho sus ilustres colegas. Así y todo, ni color esta faena de Castella con lo que acababan de hacer sus dos intratables compañeros.
Ridículo el Presidente del Club Cocherito
En el capítulo de las anécdotas y en este caso estrafalaria, no podemos dejar pasar el atrevido ridículo que hizo el Presidente del Club Cocherito de Bilbao, Leopoldo Sáchez Gil, cuando tras el paseíllo salió al ruedo para recibir una placa de homenaje por el centenario de la veterana institución taurina que se está conmemorado este año en multitud de actos. Al que comentamos, se añadieron ingénua y cortésmente los matadores actuantes sin que ninguno pusiera pegas a tamaño despropósito.
Jamás una persona por importante que sea deber pisar la arena en el trascurso de un festejo sin haber sido nunca un profesional del toreo. Pero es que lo que debió ser celebrado durante una reunión organizada al efecto al margen de la corrida, Sánchez Gil quiso convertirlo en un baño de multitudes para sí mismo, pues no se limitó a recibir la placa, sino que pidió con gestos que callara la banda de música para que la gente pudiera escuchar lo que intentó decir a gritos sin que nadie se explicara su insólita actitud con saludos incluidos, como si hubiera acabado de matar a un toro. La siempre inmoderada y por lo visto inevitable manía del dinámico sujeto en su afán de protagonizarlo todo, linda con un desbocado autobombo que, a la postre, a quien más perjudica es al prestigio del Club que todavía preside, afortunadamente, ya por muy poco tiempo.
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