jueves, 26 de agosto de 2010

BILBAO: TRES "VICTORINOS" POR ENCIMA DE LA TERNA / José Atº del Moral

26.08.2010
Tres victorinos por encima de la terna

Variada corrida de Victorino Martín con tres ejemplares que unieron a su excelente presentación un comportamiento casi ideal para el toreo, sobre todo los toros segundo y cuarto, éste de los que yo llamo de revolución. Juan José Padilla no pudo hacer nada con el parado que abrió plaza y se templó como pocas veces con el extraordinario cuarto del que cortó una oreja aunque el toro fue de dos. Diego Urdiales, muy favorecido por gran parte del público, cortó una fácil orejita del fácil segundo y le perdonaron su petardo con el difícil quinto. El Cid no terminó de confiarse con el potable tercero y quiso mucho aunque pudo poco con el complicado sexto. En ambos fue tratado con simpatía.

Bilbao. Plaza de Vista Alegre.
Miércoles 24 de agosto de 2010.
Quinta de feria. Tarde calurosa con sol y dos tercios largos de entrada. Seis toros de Victorino Martín, de excelente aunque variada presentación aunque con desiguales cabezas, astifinos y en su mayoría armónicos dentro del tipo de la ganadería. Dieron juego desigual. Casi parado el primero que, a penas se dejó por el lado izquierdo y nada por el derecho. El segundo tardeó y manseó pero se dejó con mucha nobleza en la muleta, sobre todo por el lado izquierdo. El tercero, con más movilidad que sus hermanos, repuso y se coló por el lado derecho, pero fue noble por el izquierdo pese a no humillar. Al cuarto, extraordinariamente noble y encastado, debieron darle la vuelta al ruedo. El quinto repuso con guasa, pero su aterido matador lo puso peor. Y el sexto, muy complicado.
Juan José Padilla (marino y oro): Siete pinchazos y estocada, silencio tras pitos para el toro en su arrastre.
Diego Urdiales (turquí y oro): Estocada caída de efectos fulminantes, oreja fácil; pinchazo y casi entera, silencio.
El Cid (añil y oro): Pinchazo hondo y descabello, ovación; media trasera, silencio.
Ver a El Cid por detrás de Juan José Padilla y Diego Urdiales, envejeció a los dos primeros, eternos meritorios frente a las corridas duras. El jerezano sobre todo, con una costosísima y épica historia a sus espaldas durante los años en que triunfó más a sangre y fuego que ningún otro torero de su tiempo, lo que le valió la simpatía de los bilbaínos hasta el punto de aprovecharla para matar en Vista Alegre seis toros de Miura en solitario, hazaña que le deparó dinero sin añadir más a su simpática figura. Diego Urdiales, por su parte, sin llegar ni de lejos a la historia de Padilla, sorprende por haberse ganado el sitio que le ha permitido repetir varias veces en Bilbao a donde los excursionistas de su pueblo, Arnedo, acuden en masa cada vez que actúa en el Bocho y vaya que se nota. Por pareció que El Cid era más veterano que sus colegas de ayer, no solo por el peso de los apabullantes triunfos obtenidos en esta plaza, a la cabeza de los cuales escribió para la historia su memorable encerrona con una corrida de Victorino hace ya tres años, sino porque en esta plaza no volvió a estar a tan grandiosa altura como en aquella tarde. El orden de lidia de ayer, por tanto, alteró el producto. Pero más lo alteró el juego de los toros que les correspondieron a sus acompañantes.

Tanto fue así, que Urdiales cortó una oreja prácticamente localista del noble tercero por una faenita compuesta de creciente gracia con aceleradillos naturales refrendada con un espadazo desprendido de efectos fulminantes, y que con el peligroso cuarto perdió los papeles siendo perdonado con un silencio que hubiera sido una bronca de haber hecho lo mismo cualquier figura.

Y que Juan José Padilla, que nada pudo hacer con el parado toro que abrió plaza, se encontró con un bombón de Victorino en cuarto lugar y, aunque anduvo por debajo de su gran calidad, sorprendió a no pocos por el despacioso temple con que recetó algunos muletazos, sobre todo los redondos con la mano derecha. Un buena aunque trasera estocada, pusieron en las manos del otrora autoproclamando “ciclón” una oreja que le supo a gloria y satisfizo enormemente a los muchos amigos y partidarios que tiene en Bilbao. Quede constancia, no obstante, que el toro fue de dos.

El Cid, por su parte, no terminó de confiarse al natural con el por el lado izquierdo noble primer toro aunque lo intentó con notorio esfuerzo, y lo mismo con el bastante peor sexto.


EL QUITE DE DOMINGO

Victorino salvó los muebles
Cuando en Bilbao hace calor, hace más calor que en ningún sitio. Febo pegaba duro y en los tendidos de sol había cuarenta grados. Lipotimias en la plaza. Y en medio de este ambiente sahariano se lidió una corrida de Victorino Martín.

Victorino necesita perentoriamente un triunfo sonado que lo vuelva a situar en la primacía del escalafón ganadero. No se produjo ese triunfo, pero al menos, dentro de una corrida muy desigual en todo, lidió un gran cuarto toro con el que salva los muebles.

La corrida tuvo tres partes claramente diferenciadas, a saber:
Primera parte. Los dos primeros toros fueron muy parados, especialmente el primero, un precioso toro de hechuras asaltilladas que no dio ningún juego. Era un trozo de granito, sin ningún movimiento que desde el principio se negó a embestir. Así que Padilla poco pudo hacer, y la lidia no tuvo ningún interés. Lo peor la pesadez de Padilla con el estoque.

El segundo fue un toro chiquitito al que también le costó mucho embestir. Cuando lo hacía, no lo hacía mal, sobre todo por el pitón izquierdo. Pero había que ser muy insistente y ponerse muy cerca para convencerle, y Diego Urdiales hizo una faena ligera basada en el pitón izquierdo. Urdiales tiene el defecto de no echar la muleta al hocico, y sin ligazón ni continuidad obtuvo algunos naturales estimables, sobre todo uno en que hubo cadencia y se enroscó el toro a la cintura. Don Matías González le concedió una oreja de muy poco peso.

Segunda parte: El tercer toro de la tarde fue también muy asaltillado y nos sacó de la modorra en que estaba transcurriendo la corrida. Este toro tuvo movilidad, por lo que su lidia tuvo interés. Por el pitón derecho era muy listo y se quedaba muy corto, pero tenía un buen pitón izquierdo. El Cid se dio cuenta enseguida del pitón bueno del toro y sacó algunos naturales aislados, pero sin continuidad en las series. A pesar de su esfuerzo, el torero sevillano no fue capaz en ningún momento de ligar una serie verdaderamente redonda. Se lo quitó de en medio de un pinchazo y un golpe de verduguillo. No puedo menos que censurarlo: no se debe escamotear la suerte suprema.
Y salió el cuarto, “Mítico” de nombre, con el número tres. Un toro muy bajo de preciosas hechuras que fue sensacional para el torero, de embestida larga y templada..., un toro de dos orejas. Padilla le cortó una y es evidente que estuvo por debajo del toro. Pero al menos le toreó despacio y ligó los muletazos. Pedir que Padilla tenga clase es pedir peras al olmo, pero desde un punto de vista técnico cumplió, aunque se echara de menos la clase que Padilla no puede ofrecer. Por lo menos enseñó las bondades del toro y le cortó una oreja. Este fue el toro que le salvó los muebles a Victorino.

Última parte: Los dos últimos toros del encierro fueron muy complicados, los clásicos Victorinos reservones y tobilleros. El quinto, un toro muy grande, siempre tuvo muy claro donde estaba el torero y exigía un tremendo esfuerzo. Y con él se enfrentó Diego Urdiales. En estos últimos años no he visto un torero que disfrute de mejor prensa que Diego Urdiales, pero esta buena prensa no se corresponde con los resultados en el ruedo. En este quinto toro que, efectivamente, era muy difícil por mirón y por exigente, devolvió la oreja facilona que había obtenido en el segundo de la tarde. El toro acabó desbordándole y Urdiales no fue capaz echar la moneda al aire, no se quedó quieto y no logró poder al difícil toro.

El sexto tuvo también muchísimas complicaciones. El Cid no se anduvo por las ramas y se lo quitó muy pronto de en medio. Hemos visto al Cid muy bien en plazas de toro chico y fácil. Pero cuando sale el toro grande y con dificultades, no es capaz todavía de volver al sitio que ocupó hace tres años.

Así pues, en la corrida de Victorino hubo de todo. Primero en cuanto a las hechuras: un toro muy grande, otro muy chico, dos toros muy asaltillados y dos muy bonitos. Y también en cuanto al juego: un excelente cuarto toro, un tercero con un pitón izquierdo muy bueno, dos toros quedados y otros dos muy difíciles por listos y tobilleros. El único denominador común que tuvo la corrida fue su escasa brillantez en el caballo.
Los toros de Victorino últimamente hacen peleas muy poco espectaculares en el primer tercio. Se limitan a cumplir. Pero el cuarto, llamado “Mítico”, le salva otra vez los muebles a Victorino.

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