Por Domingo Delgado de la Cámara
Parece ser que el Grupo Socialista del Congreso no va a apoyar la proposición de ley anunciada por el Partido Popular para declarar la fiesta Bien de Interés Cultural. Zapatero va a imponer la disciplina de voto (ahora sí le interesa dicha disciplina) para echar abajo la proposición. Y es que el chamán Zapatero está cogido por los cataplines por Esquerra Republicana de Cataluña porque necesita su apoyo para mantenerse en el poder. Pero a la larga el PSOE lo va a pagar muy caro. Lo explico:
Existen dos clases de votantes del PSOE. La primera está integrada por progres, feministas y antisistema. La segunda clase es la del voto obrerista. Gentes sencillas que votan socialista por su procedencia obrera y popular. Pero que bautizan a sus hijos, no les gusta el experimentalismo social y están muy orgullosos de ser españoles. La afición a los toros abunda en este grupo. Es el voto socialista de Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha, Comunidad de Madrid y muchos más de otras regiones como El País Vasco y hasta Cataluña. A toda esta gente no les va gustar nada la charranada del PSOE porque, aunque lo quieran disfrazar con todo tipo de argumentos, el pueblo se va a quedar con la idea de que fue el Partido Socialista el que acabó con los toros en Cataluña. Y esto, a la larga, puede hacer mucho daño al PSOE. A corto plazo Zapatero salvará el gañote, pero ya le ajustará las cuentas su propio electorado.
Porque los toros son un tema muy sentimental y muy visceral, mucho más que asuntos más serios e importantes. Y un diputado socialista elegido por la provincia de Sevilla, pongo por caso, va a sudar tinta para explicar a su electorado por qué no defiende la fiesta de los toros en el Parlamento Nacional y sí en el suyo. Esta contradicción va a desgastar una barbaridad al PSOE en su propio granero de votos.
El Partido Popular, por el contrario, no tiene este problema. Hay una coherencia absoluta entre su propuesta y el sentir de su electorado, y por ello debe jugar a fondo la baza. Y el Tribunal Constitucional se va a ver envuelto también en el mismo lío que el Partido Socialista. A ver qué van a hacer si les llega un recurso de inconstitucionalidad sobre este asunto de la prohibición de los toros en Cataluña.
Como puede verse, el desbarajuste es manifiesto. Por tanto, todo el lloriqueo y todos los lamentos de plañidera sobran. La batalla no se ha perdido, y el balón rueda todavía por el campo. Con unas elecciones, tanto en Cataluña como nacionales, dentro de muy poco tiempo, vaya usted a saber cómo termina la cosa.
Por otro lado, y a pesar de los políticos, la democracia es un sistema consolidado en España y, por tanto, la dinámica prohibicionista e inquisitorial lleva las de perder. Y ya que hablamos de democracia, urge de una vez por todas cambiar la Ley Electoral para que el Estado nunca más vuelva a ser rehén de partidos tan minoritarios y tan impresentables como Esquerra Republicana de Cataluña. Medidas como esta son las que exige la ciudadanía, y no prohibiciones propias de un país marxista leninista. Y de una vez por todas habrá que plantearse en serio el asunto de las Autonomías. ¿Por qué es democrático ser autonomista y antidemocrático criticar el sistema autonómico? Pues que se sepa: la legitimidad de la inmensa mayoría de las autonomías que padecemos es nula: fueron impuestas desde arriba a una ciudadanía que no quería saber nada de ellas.
¿Preguntaron en Madrid si se quería la autonomía? ¿Y en Murcia? ¿Y en Valladolid...? Obviamente habría que reformar la Constitución porque, además de un despilfarro económico descomunal. Hemos vuelto a la Edad Media, con un montón de territorios buscando privilegios con leyes distintas. Para que el principio de igualdad sea efectivo, las leyes deben ser iguales para todos los españoles, con un escrupuloso respeto a la libertad individual, que no puede ser conculcada en nombre de una región o de un idioma. En una democracia auténtica el individuo es lo primero, y las administraciones han de estar a su servicio, no al revés.
Después de todo lo dicho, la voluntad dictatorial del nacionalismo catalán y del chamán Zapatero, son incompatibles con la libertad y la democracia. Plantémosles cara, no permitamos que nos arrebaten nuestra libertad.
Porque los toros son un tema muy sentimental y muy visceral, mucho más que asuntos más serios e importantes. Y un diputado socialista elegido por la provincia de Sevilla, pongo por caso, va a sudar tinta para explicar a su electorado por qué no defiende la fiesta de los toros en el Parlamento Nacional y sí en el suyo. Esta contradicción va a desgastar una barbaridad al PSOE en su propio granero de votos.
El Partido Popular, por el contrario, no tiene este problema. Hay una coherencia absoluta entre su propuesta y el sentir de su electorado, y por ello debe jugar a fondo la baza. Y el Tribunal Constitucional se va a ver envuelto también en el mismo lío que el Partido Socialista. A ver qué van a hacer si les llega un recurso de inconstitucionalidad sobre este asunto de la prohibición de los toros en Cataluña.
Como puede verse, el desbarajuste es manifiesto. Por tanto, todo el lloriqueo y todos los lamentos de plañidera sobran. La batalla no se ha perdido, y el balón rueda todavía por el campo. Con unas elecciones, tanto en Cataluña como nacionales, dentro de muy poco tiempo, vaya usted a saber cómo termina la cosa.
Por otro lado, y a pesar de los políticos, la democracia es un sistema consolidado en España y, por tanto, la dinámica prohibicionista e inquisitorial lleva las de perder. Y ya que hablamos de democracia, urge de una vez por todas cambiar la Ley Electoral para que el Estado nunca más vuelva a ser rehén de partidos tan minoritarios y tan impresentables como Esquerra Republicana de Cataluña. Medidas como esta son las que exige la ciudadanía, y no prohibiciones propias de un país marxista leninista. Y de una vez por todas habrá que plantearse en serio el asunto de las Autonomías. ¿Por qué es democrático ser autonomista y antidemocrático criticar el sistema autonómico? Pues que se sepa: la legitimidad de la inmensa mayoría de las autonomías que padecemos es nula: fueron impuestas desde arriba a una ciudadanía que no quería saber nada de ellas.
¿Preguntaron en Madrid si se quería la autonomía? ¿Y en Murcia? ¿Y en Valladolid...? Obviamente habría que reformar la Constitución porque, además de un despilfarro económico descomunal. Hemos vuelto a la Edad Media, con un montón de territorios buscando privilegios con leyes distintas. Para que el principio de igualdad sea efectivo, las leyes deben ser iguales para todos los españoles, con un escrupuloso respeto a la libertad individual, que no puede ser conculcada en nombre de una región o de un idioma. En una democracia auténtica el individuo es lo primero, y las administraciones han de estar a su servicio, no al revés.
Después de todo lo dicho, la voluntad dictatorial del nacionalismo catalán y del chamán Zapatero, son incompatibles con la libertad y la democracia. Plantémosles cara, no permitamos que nos arrebaten nuestra libertad.
Libertad para ir a los toros o a donde nos dé la gana.
¡Faltaría más!
Almansa prohibió los toros, sin traumas, tres años antes que el Parlamento catalán.
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