EL GRAN AMOR DE GITANILLO DE TRIANA
Por Joaquín Albaicín -
Escritor y aficionado19 de Agosto de 2010.- Las palabras de Curro Puya fueron proféticas aquel día en que, cuando entró a felicitar en su camarín a Pastora Imperio, al ver a su lado a su hija asomando por entre las batas de cola, dijo:
-¡Qué niña más guapa para mi Rafael!
-¡Qué niña más guapa para mi Rafael!
Y con su hermano Rafael se prometió unos años después, al poco de que, en una fiesta en Los Gabrieles, organizada para celebrar su triunfo en Madrid, Gitanillo preguntara quién era…
Con Rosario Rojas, cuyo abuelo cortara los ternos a Lagartijo... Con Rosario Rojas, nieta de Rosario La Mejorana, hija de la gran Pastora Imperio y media naranja ante el altar de Gitanillo de Triana, partida al Paraíso hace sólo unas horas, se sume en el fondo de un lago de plácidas aguas un importantísimo tramo de la historia de mi familia. Íntima su madre de mi bisabuela Agustina, tuvo Rosario en su infancia por compañeros de juegos a mi abuelo Rafael y mi tío Miguel. Su marido fue testigo de la alternativa de mi abuelo y compañero suyo de triunfos y miedos en Madrid, Zaragoza, Lima, Vista Alegre, Barcelona, Sevilla, Pamplona, Burgos… La de Rosario fue una de las voces, de los testimonios vivos más importantes de cuantos me sirvieron en su día para alumbrar Gitanos en el ruedo. En el salón de su casa madrileña en Duque de Sesto, bajo una gran fotografía de su madre y Cagancho tomada en una Feria de Abril, evocó para mí anécdotas y más anécdotas de aquel Rafael al que, tras poner al gentío al rojo vivo con el capote, le bastaban diez muletazos y una media estocada para cortar una oreja en Las Ventas.
Me narró, sí, ante la colección de fotografías desplegadas sobre el cristal de la mesa y bajo la atenta mirada de su nieto Héctor, cómo Curro Puya “predijo” su futura boda con Rafael; cómo éste se hizo novio de ella en Los Gabrieles; las penalidades sufridas en el Madrid rojo; su “rescate” en abril del 39 por Juanito Belmonte; aquel Domingo de Resurrección en que la gente, en Sevilla, salió de la plaza toreando a cuento de la faena de mi abuelo; el viaje a Francia cuando los tres gitanos torearon en Burdeos; el mano a mano de Joaquín y Rafael en Madrid, en el que su marido terminó quedándose solo frente a cinco toros salmantinos de don Ignacio Sánchez; las triunfales campañas de Rafael en Caracas y México; su amistad con Manolete; cómo el mismo coche y la misma carretera le arrebataron a su marido y a su yerno, el también matador Héctor Álvarez; la orden del alcalde de Sevilla de instalar un banco de piedra en el cementerio de San Fernando, ante la sepultura de Curro Puya, para que su madre, que la visitaba a diario, no pasara tantas horas de pie; el antes y el después de aquella tarde gitana en Carabanchel, que constituye pilar fundamental de la mitología taurina de nuestras familias.
Optimista y jovial, dechado de afecto, con ella se hunde en el sueño y retorna al origen una parte de la intrahistoria de la Fiesta que me toca de manera muy directa.
Viuda de un gran artista del toreo, madre y abuela de hombres y mujeres de bien, la sonrisa de Mamá Rosario –como se la conocía entre los íntimos- se ha apagado en los tendidos de aquí abajo para resplandecer en los del Cielo. Ley de vida. Ley definitiva. Ley del recuerdo de los antepasados…
Un beso a toda la familia.
Un beso a toda la familia.
Pastora Imperio, madre de Rosario Rojas
Óleo de Julio Romero de Torres
Óleo de Julio Romero de Torres
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