EL HOTEL RITZ DE MADRID CELEBRÓ SU CENTENARIO

 

Texto y fotos por Dolores de Lara

Madrid, 7 de Octubre de 2010

Se cumplen 100 años desde la puesta en marcha, allá por el año 1910, del hotel más lujoso por antonomasia de todos los que pueblan la ciudad madrileña, nos estamos refiriendo al histórico y suntuoso Hotel Ritz.

La belleza exterior de su fachada, la grandeza y majestuosidad del edificio, unido al glamour y a la elegancia de su interior hacen que este Hotel sea el preferido por acaudalados magnates, aristócratas, hombres de los negocios y las finanzas, importantes políticos y famosos artistas.

Ubicado en la Plaza de la Lealtad, junto a la actual Bolsa de Madrid, y muy próximo al Museo del Prado -cita obligada con las bellas arte s de nacionales y extranjeros-, es paso obligado de turistas, visitantes y gentes de trabajo. A escasos metros de las Plazas de la Diosa Cibeles y el Dios Neptuno, lugares de peregrinación de aficionados merengues y colchoneros.

Nos ofrece todo un atrayente conglomerado de confort, lujo, servicial servicio… con atrayentes aportaciones en tan decorados y amplios espacios.

Para tan importante onomástica, S.A.R. la Infanta Elena quiso rememorar, recordando la figura de su bisabuelo el Rey Alfonso XIII, autentico promotor de la construcción de este edificio hotelero, el devenir histórico del mismo y su aportación a la Memoria Histórica de Madrid, y de España.

Foto arriba izq.: Fernando Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, y Juan de Lara, Subdirector de La Montera

Foto arriba dcha.: María Zurita, Arturo Fernández y Yolanda Melul

Fotos arriba (de izq. a dcha.): Anton Küng, Gerente del Hotel Ritz; la cupletista Olga Mª Ramos; José Criado, Jefe de Banquetes del hotel

Foto abajo: El escultor Santiago de Santiago junto a su obra conmemorativa del Centenario del Hotel Ritz

Como no podía ser de otra manera, los ilustres invitados que desfilaron por las valiosas alfombras persas, perfectamente iluminadas por las destellantes y recargadas lámparas, pudieron degustar durante toda la noche un exquisito cóctel, agradablemente amenizado por una orquesta. Y como punto final, la degustación visual, ya que no era comestible, de una monumental tarta.