Julia Sáez-Angulo
La trayectoria del artista Antonio Villa-Toro (Córdoba, 1949) es la conquista progresiva de la libertad en la Pintura. De la figuración casi realista de sus orígenes, a la libertad de ahora, pasando por expresionismo expansivo de los 80, dentro de los años locos de la Movida Madrileña a la que perteneció y de la que se separó en su día.
Actualmente Villa-Toro presenta su último trabajo plástico en la madrileña Fundación FiART bajo el título, quizás inadecuado de “Rizomas”, nombre que alude a las raíces alternativas de una planta, (en botánica y en el diccionario de la RAE: rizoma: “Tallo horizontal y subterráneo, como el del lirio común”).
El pintor ha expresado en la obra a su amada mezquita de Córdoba natal, visitada desde la infancia, en una larga serie de cuadros que supera el medio centenar. En esta pintura hay formas libre y expresión del color, algo que define plenamente la pintura de Villa-Toro en esta última etapa. Pintura que a veces parece acercarse a las líneas onduladas y prolongadas de Munch aunque sin el dramatismo del pintor noruego.
Rojos, naranjas, azules y negros que conforman los espacios para dar plasticidad “al subconsciente” al decir de Villa-Toro, que lo entronca con cierto surrealismo que él cultivó en ciertas alusiones de la pintura de su pasado. Para el autor cordobés, en el arte hay una cierta “vuelta al orden”, después de la caída de las Torres Gemelas, un orden que está ahí como un humus, del que se pude discrepar en cualquier momento.
Asumir las propias contradicciones
Villa-Toro se define como artista de contradicciones, precisamente para evitar las trabas y dejarse llevar por los impulsos más profundos y no atarse a las convenciones de la moda o lo que se lleva en arte, trampa de muchos artistas. No quiere límites en el color ni en la forma. Cree en la pintura como geografía infinita para plasmar su pensamiento consciente o inconsciente; esa creencia en la grafía y cualidad de la pintura no se la va a quitar nadie.
El pintor cordobés expuso recientemente una amplia retrospectiva en la Casa de la Moneda en Madrid, en la que daba cuenta de su trayectoria y búsqueda. El arte es un camino sin fin mientras haya vida y Villa-Toro lo sabe y lo practica desde su estudio solitario en la Sierra Norte de Madrid.
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