Necesario es que comprendan de una vez (ganaderos, empresarios y autoridades) que con titulares o escritos verídicos no se ahuyenta al respetable de las plazas (Foto: archivo)
Por Oscar Eduardo Fernández Guillén.
Comentarista Taurino.
Con la verdad ni ofendo ni temo
José Gervasio Artigas.
Con profundo estupor el entorno taurino venezolano palpa día a día el deleznable accionar de ciertos elementos que, por diversas vías, tratan de imponer una especie de mordaza a las opiniones que emiten los comentaristas, cronistas, narradores y/o periodistas taurinos en el ejercicio de sus funciones.
En esta ocasión el turno le correspondió al conocido cronista merideño Víctor Eduardo Ramírez “Vitico”, joven promesa de la comunicación taurina cuya trayectoria ha construido paulatinamente a fuerza de trabajo propio, preparación, sencillez, humildad y buen uso de las palabras; sin existir en su haber polémicas por apasionamientos ni injurias contra persona alguna, a diferencia de otros casos conocidos que rayan en lo indefendible.
Sin especular sobre los hechos que acarrearon la colocación de obstáculos para desempeñar sus labores en la venidera Feria de San Sebastián 2011, pues hasta ahora no se ha esgrimido una razón lógica que explique eficiente y oficialmente lo ocurrido; la razón de estas líneas va dirigida estrictamente a formular una palabra de Solidaridad para con Víctor Eduardo Ramírez “Vitico”; amén de repudiar y denunciar a la vez las continuas muestras de intolerancia que generan actos como el ya mencionado, y que crecen con el paso del tiempo.
Sería insensato desconocer que en Venezuela cobra fuerza durante los últimos meses una ola de vetos, restricciones y agresiones, que incluso han pasado de verbales a físicas, contra quienes de una forma u otra tienen por objeto informar lo que acontece en una plaza de toros. Las afrentas contra el conjunto de comunicadores taurinos existentes en la actualidad van desde negar acreditaciones para el desempeño del trabajo que le es natural, hasta sacarlos a golpes o separarlos de sus cargos o roles, bien sean en radio, prensa o televisión; haciendo uso del poder y la coacción en detrimento de la libertad de expresión.
Los empresarios taurinos, ganaderos o autoridades deben comprender que el comunicador social, esté dedicado o no a la tauromaquia, se debe a principios éticos y morales (el deber ser) que le enrumban hacia la divulgación de los hechos tal y como ocurran, aplicando para ello la veracidad, la objetividad y teniendo en cuenta el respeto debido a su público; y bajo ningún motivo están al servicio de sus intereses personales (a menos que sean parte de sus nóminas, como también sucede).
Es inaudito que se llegue al extremo de impedir la continuidad de éstos en cualquier medio de comunicación social, por el simple hecho de decir la verdad, por no amañar la realidad según sean los gustos y/o preferencias de los empresarios y ganaderos. Así como también es insólita y repudiable la ingerencia de los “poderosos” en la información para hacer de ella una media verdad que maquilla lo meramente cierto.
Pero así como se denuncian las conductas anacrónicas de empresarios, ganaderos o autoridades taurinas, también es imperioso denunciar la falta de seriedad que con el paso de los días se evidencia en algunos “escribidores” de notas e informaciones relativas al mundo de los toros, quienes solapan lo que en verdad sucede para congraciarse vilmente con cualquier actor de la fiesta, o para ser incluidos en las famosas listas que les hacen acreedores del conocido “sobre”, hoy técnicamente llamado “aporte de relaciones públicas”.
Entre las muchas sandeces que vociferan, también han llegado a afirmar que la afición o el público en general no acude a las plazas por culpa de los comunicadores taurinos “enemigos de la fiesta”, transfiriéndoles así, injustamente, una responsabilidad que sólo recae en ellos por ser los organizadores directos y aportadores de la materia prima. De ser esta patraña cierta, entonces ¿por qué los utilizan? Porque es ese un término adecuado para plasmar otra realidad: el uso que se hace de los comunicadores cuando conviene; pues no es menos cierto que muchos cronistas, comentaristas, narradores o periodistas son buscados y abordados antes de los espectáculos para crear el ambiente pertinente, pero después son desestimados y descalificados cuando dicen las cosas como son, cuando les duele la verdad.
Necesario es que comprendan de una vez (ganaderos, empresarios y autoridades) que con titulares o escritos verídicos no se ahuyenta al respetable de las plazas. El público, que a la sazón es quien paga, se aleja per se, por su propia cuenta, 1) cuando la responsabilidad y consideración se ausenta de la organización, 2) cuando los toros no son toros sino novillos toros, 3) cuando se les maltrata a cuenta de servicios de seguridad infames, 4) cuando las decisiones de usía obedecen a solicitudes de empresarios y ganaderos, y no al mérito propio ni al público conocedor (a quienes en realidad se deben), etc.
Trillada es la frase que reza: “el enemigo de la fiesta está dentro de ella y no fuera”, y poco a poco se evidencia que adquiere mayor vigencia. No hay antitaurino, animalista o legislador que valga para impedir o acabar con la Fiesta Brava. Para ello están sus propios actores, quienes inadvertidamente destruyen, coartan la libre expresión de pensamientos y opiniones, a la vez que luchan entre sí para imponerse y defender intereses personales.
Así como el toro descubre al bueno o al mal torero, el público conoce cómo ocurren las cosas y descubre a los responsables del declive por el que atraviesa el Arte de Cúchares actualmente.
Enemigo de la fiesta no es quien dice lo malo que sucede, sino quien permite que lo malo suceda; y en virtud de ello deben ser revisadas las críticas, deben ser aceptadas las formuladas en buenos términos y debe procederse de manera inmediata a la corrección; no al veto, ni a la exclusión, ni a la satanización, porque el sol no se tapa con un dedo ni así se solventan las crisis.
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