miércoles, 23 de marzo de 2011

TOROS EN PARIS; EL VENENO DEL TOREO

Por Aquilino Sánchez Nodal

¡Querido veneno mío y de todos los corazones que lo entienden, que parece respondernos, todo en tí; toreo, todo nos quema, nos enloquece porque une el caudal del sentimiento a la emoción!.

     El relato nos acerca al triunfo en una batalla tan importante, como las sucedidas en la Guerra de la Independencia. Orgullosos hombres del toro lograron colocar una plaza en el París de la Francia. Acontecimiento oculto en los recovecos de la Tauromaquia.

     Unos comentarios a media voz recuerdan, en el mismo acto del traslado de los restos de Salvador Sánchez “Frascuelo”, desde la calle del Arenal a su última morada en la Sacramental de San Isidro, unas corridas de toros, celebradas en París que tuvieron como principal atracción al torero recién fallecido:

“. . .  Ahora, al igual que entonces, eran cuatro duques y condes los que portaban el cuerpo refulgente del toreador; casi los cuatro duques del cantar funerario de Alfonso XII, porque de igual manera triste que a la Princesa Mercedes del romance le conducían por ser el último camino".

     El torero gozaba de numerosas amistades entre hombres de fachada y hacienda. En secreta reunión acordaron que “Frascuelo” protagonizara una fantástica españolada para poner punto final a su noble paso por los ruedos. Eran los “conspiradores”: El Duque de Veragua, el conde de la Patilla, el de Aranzana y el de Villar todos buenos amigos del torero.

     Pues bien, a estos influyentes se les ocurrió instalar una plaza de toros en la capital francesa de carácter permanente. La denominada tertulia de “La Muñoza”, llamada así porque se reunían en una finca de aquel páramo, donde corrían toros hace muchos años venidos de las tierras de Aragón, los ya mencionados y algunos invitados. Destacaban toreros principales como Rafael Molina “Lagartijo”, Ángel Pastor, Cara-Ancha y algunos otros. En la actualidad son los terrenos usurpados para los aeroplanos en Barajas. Un vaquero llamado Fructuoso se encargaba de las labores propias en aquellas dehesas y sería el encargado de mandar los toros necesarios para la impensable aventura. Recuerda aquel viejo mayoral:

-“Un día, que había más invitados de lo normal, el señor “Salvaor”, toreó un toro retinto a campo abierto con un quitasol de una dama”. Y continúa.-

“¡Aquí mismo construyeron la plaza de hierro con un tamaño descomunal!. La desmontaron y se la llevaron “pa” Francia. Los “gabachos”, “na” más verla se quedaron “estanislaos”. “Ca”, trasladamos los toros para embarcarlos en la estación de Villaba, cincuenta o sesenta en cada viaje. Tardábamos seis días en llegar en el tren. Iban “mancaos”, o séase, con los cuernos “serraos”, para que no hicieran “pupa”.

-¿Y duró mucho aquella aventura de París?.

-¿Cuál?. ¿La plaza allí?. Por lo menos cinco años. Si no recuerdo mal. Pero “to” se vino abajo. El que peor lo pasó fue el conde de la Patilla . . .

-¿Se derrumbó la plaza?. ¿Se les acabó “la leña”? ¿Se aburrieron en Francia de las corridas de toros?.

-“ Na deso”. Sucedió que salió un toro bravo, fiero de “verdá” quizás navarro, aunque estaba “mancao” y “taponao” con corcho, le metió el cuerno, a un caballo, por la barriga y lo sacó las tripas como está “mandao”. Los franceses, que ni son castizos, ni sabían de la Fiesta, empezaron a gritas: “¡Fuera!. ¡Fuera!. ¡Fuera!. Y tuvieron que volverse “toos paspaña”, con plaza, duques, condes y toreadores.

     Salvador Sánchez “Frascuelo”, ya había toreado antes en Francia, en las Arenas de Nimes. Un toro de Veragua le dió un puntazo en un muslo y lo trajeron en coche para que el sol de España sanara antes la herida. El torero al salir de Francia antes de cruzar la frontera exclamó:

¡Ese país está lleno de extranjeros!.

El cronista de la época, El Tío Jindama, publicó que, Salvador Sánchez “Frascuelo”, había sido contratado, en 1.882, para inaugurar la plaza de toros de Buenos Aires (Argentina). Salvador declaró muy digno:

¡Si tengo que ir, iré!. Pero antes tienen que hacer un puente de aquí allá.

De anécdotas y “chascarrillos” como estos sobrevivimos los aficionados al invierno y en esta época a valorar lo que nos quieren “birlar”.

     Son añoranzas de que en el toro todo tiempo pasado fue mejor.

No hay comentarios :

Publicar un comentario