EL FARAÓN DE TEXCOCO, TORERO INCONFORMISTA
Por Aquilino Sánchez Nodal
Madrid, 5 de Mayo de 2011
-“Soy un matador de toros desigual y de ahí surgen mis éxitos y nacen mis fracasos. El miedo, siempre el pánico natural y real que se apodera del torero, en mi caso desde el mismo instante en que veo mi nombre impreso en el cartel hasta que abandono la plaza después de la corrida. Admiro profundamente con todo mi corazón y mi afición, a Manuel Rodríguez “Manolete”, lo que hace con los toros solo lo puede hacer “Manolete”.
En su primera visita a España, Silverio Pérez había dejado los ruedos como tantos otros mejicanos llegados antes que él, sin haber logrado un puesto de reconocimiento entre las figuras. Ahora regresaba consagrado en busca de lo que había dejado sin demostrar. Silverio estaba considerado en ese año de 1.945 el fenómeno más importante de la torería mejicana.
Los aficionados españoles sabían de sus triunfos y surgían las comparaciones con otras figuras aportadas por el país hermano que dieron gloria al toreo, no solo de México, sino a la historia de la Tauromaquia Universal. Un resurgido Rodolfo Gaona era recordado y esperaban que Silverio Pérez reverdeciera y emulara al de León de los Aldamas. Los contrastes eran la principal diferencia entre Silverio Pérez y los demás matadores de su tiempo, igual conseguía un éxito clamoroso que tiraba por la calle de en medio desesperado ante un morucho quedo y mirón que le ponía a los pies de los caballos del público.
En su ansia de conseguir una vida mejor, este hombre probó todos los oficios exóticos que reportaban fama y riqueza de forma rápida, boxeador, futbolista, intentó hacer estudios, hasta que su pasión por España le puso en el camino para el que había nacido, torero. Desde pequeño Silverio Pérez sentía veneración por España y todo lo español.
En este nuevo viaje había dejado en Méjico todo lo que le producía sosiego y alegría, su esposa, sus hijos y una vida marcada por el éxito en los ruedos aztecas.
-“ Todo lo he dejado por España porque la conozco bien y quiero ofrecerla mi arte, por su cielo azul y la hildalguía de todos los españoles de bien”.
Silverio Pérez había venido por primera vez diez años atrás, en 1.935. De aquel lejano viaje y de Madrid recuerda con emoción una novillada que toreó en la plaza de toros de Tetuán de las Victorias contratado por Dominguín.
-“Aquella gloriosa tarde no podía imaginar que aquel desconocido que fue compañero de terna podría llegar a ser el mejor torero de la Historia, Manuel Rodríguez “Manolete” que también hacía su presentación en la Capital”.
- “Mira Mano, “Manolete” es el segundo punto que ha decidido mi
regreso a España. En México se sigue con entusiasmo todas las faenas de él. Los periodistas no dejan un solo día de informar. Todos los matadores de mi tierra palidecen cuando oyen hablar de “Manolete” y yo no quería retirarme sin comprobarlo compartiendo cartel. Sin duda es distinto a todos, ha marcado una época solo con su arte, no torea un toro pasado, atrae al animal y lo lleva … manda sobre el toro. He desembarcado en Lisboa para viajar por carretera hacia Madrid, enterado de que abría feria en Sevilla he cambiado de ruta y fui a verlo torear. La idea que tenía como aficionado ha sido superada por la realidad. Deseo que haga temporada en América para que puedan verle en todas las plazas de toros, principalmente en mi País”.
Silverio es la simpatía hecha torero. Modesto en sus juicios, sencillo como persona, atento con todos los que se le acercan. Posa con una mueca que pretende ser sonrisa surgida de sus facciones entre orientales y aztecas para los reporteros que lo solicitan.
- “ Mira mano, no me hagas más retratos que se puede partir la máquina”.
Y ríe con una risa graciosa y contagiosa. Para Silverio Pérez todo es hablar de toros.
- - “Los toreros no estamos bien pagados para los miedos que pasamos.
Ningún otro profesional expone tanto como un matador de toros, nuestras vidas están en peligro por unos miles de duros que carecen de valor en la cama de un hospital pero si algún compañero piensa así en el ruedo le aconsejaría que dejara de torear”.
- “El público en España tiene más ponderación que el mejicano, más
responsabilidad y controla su pasión. No podemos olvidar que España es la cuna del toreo y de aquí deben salir siempre los grandes maestros”.
- “En el ruedo no trato de engañar a nadie, sucede que los nervios a veces
me traicionan y de ahí que alguna tarde quede en fracaso. En muchas faenas me falta sosiego y con las prisas se acentúan las dificultades del toro. Por suerte he encontrado la medicina, si tengo una mala tarde, a la siguiente busco el triunfo hasta lograrlo”.
- “Creo sinceramente que los toros mejicanos son inferiores a los
españoles, carecen de suficiente casta, salen del primer tercio con muy pocas fuerzas y son más difíciles de lidiar en la faena de muleta porque llegan muy “quedaos”.
- “Esta puede ser mi última temporada en activo, si he retrasado mi
retirada ha sido por regresar a España y despedirme de sus aficionados, luego torearé en todas las plazas mejicanas en agradecimiento a mis compatriotas. La culpable ha sido mi esposa que ha sentenciado el día: ¡Hogar o toros!, me ha dicho al embarcar y la opción, después de tantos años de sacrificio no es dudosa: … A casa”.
Silverio Pérez padecía una enfermedad de la vista que se había agravado en España y le obligó a regresar a Méjico precipitadamente. Se retiró casi definitivamente, el 16 de Febrero de 1.947 aunque siguió vinculado a la carrera taurina hasta el 1 de Marzo de 1.953 día del definitivo a dios a los ruedos. Silverio tenía otra afición, el fútbol pero su pasión fueron los toros. En el ruedo reconoce que sentía el sabor del miedo y le ayudaba a arrimarse como nadie. Soporta los recuerdos de sus “petardos” y los resalta a pesar de una carrera repleta de triunfos. Su modestia no le permitía firmar contratos a plazo en España hasta que demostrase que él, era un valor seguro.
No logró cumplir plenamente las expectativas que los aficionados españoles habían depositado en el gran torero mejicano
Silverio Pérez es inconfundible por su físico distinto a todos, como su arte, no se puede comparar con otros matadores de toros de cualquier época.
-“Soy un matador de toros desigual y de ahí surgen mis éxitos y nacen mis fracasos. El miedo, siempre el pánico natural y real que se apodera del torero, en mi caso desde el mismo instante en que veo mi nombre impreso en el cartel hasta que abandono la plaza después de la corrida. Admiro profundamente con todo mi corazón y mi afición, a Manuel Rodríguez “Manolete”, lo que hace con los toros solo lo puede hacer “Manolete”.
En su primera visita a España, Silverio Pérez había dejado los ruedos como tantos otros mejicanos llegados antes que él, sin haber logrado un puesto de reconocimiento entre las figuras. Ahora regresaba consagrado en busca de lo que había dejado sin demostrar. Silverio estaba considerado en ese año de 1.945 el fenómeno más importante de la torería mejicana.
Los aficionados españoles sabían de sus triunfos y surgían las comparaciones con otras figuras aportadas por el país hermano que dieron gloria al toreo, no solo de México, sino a la historia de la Tauromaquia Universal. Un resurgido Rodolfo Gaona era recordado y esperaban que Silverio Pérez reverdeciera y emulara al de León de los Aldamas. Los contrastes eran la principal diferencia entre Silverio Pérez y los demás matadores de su tiempo, igual conseguía un éxito clamoroso que tiraba por la calle de en medio desesperado ante un morucho quedo y mirón que le ponía a los pies de los caballos del público.
En su ansia de conseguir una vida mejor, este hombre probó todos los oficios exóticos que reportaban fama y riqueza de forma rápida, boxeador, futbolista, intentó hacer estudios, hasta que su pasión por España le puso en el camino para el que había nacido, torero. Desde pequeño Silverio Pérez sentía veneración por España y todo lo español.
En este nuevo viaje había dejado en Méjico todo lo que le producía sosiego y alegría, su esposa, sus hijos y una vida marcada por el éxito en los ruedos aztecas.
-“ Todo lo he dejado por España porque la conozco bien y quiero ofrecerla mi arte, por su cielo azul y la hildalguía de todos los españoles de bien”.
Silverio Pérez había venido por primera vez diez años atrás, en 1.935. De aquel lejano viaje y de Madrid recuerda con emoción una novillada que toreó en la plaza de toros de Tetuán de las Victorias contratado por Dominguín.
-“Aquella gloriosa tarde no podía imaginar que aquel desconocido que fue compañero de terna podría llegar a ser el mejor torero de la Historia, Manuel Rodríguez “Manolete” que también hacía su presentación en la Capital”.
- “Mira Mano, “Manolete” es el segundo punto que ha decidido mi
regreso a España. En México se sigue con entusiasmo todas las faenas de él. Los periodistas no dejan un solo día de informar. Todos los matadores de mi tierra palidecen cuando oyen hablar de “Manolete” y yo no quería retirarme sin comprobarlo compartiendo cartel. Sin duda es distinto a todos, ha marcado una época solo con su arte, no torea un toro pasado, atrae al animal y lo lleva … manda sobre el toro. He desembarcado en Lisboa para viajar por carretera hacia Madrid, enterado de que abría feria en Sevilla he cambiado de ruta y fui a verlo torear. La idea que tenía como aficionado ha sido superada por la realidad. Deseo que haga temporada en América para que puedan verle en todas las plazas de toros, principalmente en mi País”.
Silverio es la simpatía hecha torero. Modesto en sus juicios, sencillo como persona, atento con todos los que se le acercan. Posa con una mueca que pretende ser sonrisa surgida de sus facciones entre orientales y aztecas para los reporteros que lo solicitan.
- “ Mira mano, no me hagas más retratos que se puede partir la máquina”.
Y ríe con una risa graciosa y contagiosa. Para Silverio Pérez todo es hablar de toros.
- - “Los toreros no estamos bien pagados para los miedos que pasamos.
Ningún otro profesional expone tanto como un matador de toros, nuestras vidas están en peligro por unos miles de duros que carecen de valor en la cama de un hospital pero si algún compañero piensa así en el ruedo le aconsejaría que dejara de torear”.
- “El público en España tiene más ponderación que el mejicano, más
responsabilidad y controla su pasión. No podemos olvidar que España es la cuna del toreo y de aquí deben salir siempre los grandes maestros”.
- “En el ruedo no trato de engañar a nadie, sucede que los nervios a veces
me traicionan y de ahí que alguna tarde quede en fracaso. En muchas faenas me falta sosiego y con las prisas se acentúan las dificultades del toro. Por suerte he encontrado la medicina, si tengo una mala tarde, a la siguiente busco el triunfo hasta lograrlo”.
- “Creo sinceramente que los toros mejicanos son inferiores a los
españoles, carecen de suficiente casta, salen del primer tercio con muy pocas fuerzas y son más difíciles de lidiar en la faena de muleta porque llegan muy “quedaos”.
- “Esta puede ser mi última temporada en activo, si he retrasado mi
retirada ha sido por regresar a España y despedirme de sus aficionados, luego torearé en todas las plazas mejicanas en agradecimiento a mis compatriotas. La culpable ha sido mi esposa que ha sentenciado el día: ¡Hogar o toros!, me ha dicho al embarcar y la opción, después de tantos años de sacrificio no es dudosa: … A casa”.
Silverio Pérez padecía una enfermedad de la vista que se había agravado en España y le obligó a regresar a Méjico precipitadamente. Se retiró casi definitivamente, el 16 de Febrero de 1.947 aunque siguió vinculado a la carrera taurina hasta el 1 de Marzo de 1.953 día del definitivo a dios a los ruedos. Silverio tenía otra afición, el fútbol pero su pasión fueron los toros. En el ruedo reconoce que sentía el sabor del miedo y le ayudaba a arrimarse como nadie. Soporta los recuerdos de sus “petardos” y los resalta a pesar de una carrera repleta de triunfos. Su modestia no le permitía firmar contratos a plazo en España hasta que demostrase que él, era un valor seguro.
No logró cumplir plenamente las expectativas que los aficionados españoles habían depositado en el gran torero mejicano
Silverio Pérez es inconfundible por su físico distinto a todos, como su arte, no se puede comparar con otros matadores de toros de cualquier época.
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