Por Antonio D. Olano
Fotografías: ©Dolores de Lara y archivo
Así tituló uno de sus sabios libros mi compañero, desaparecido pero no de la memoria, Joaquín Vidal-
Y la grandeza, como la suya, está en los buenos escritores taurinos. Y no como hace unas fechas salió al paso de un lapsus de sentido común y bonomía, de un escribidor de una gran revista taurina:” 6 Toros 6” una gran difamación.
Se del bien hacer, de la admirable dedicación de su director José Carlos Arévalo, con el que tuve la suerte de consagrar rutas sevillanas en su anterior semanario en el que, entre otras firmas, estaba la de otro formidable escritor taurino: Jose Antonio del Moral- E ainda máis…
En ese velero de velas extendidas a los mares tipográficos, figura como subdirector José Luis Ramón que, con su madura juventud, puede darnos lecciones magistrales a todos.
Salí “al ruedo” para tratar de enderezar un entuerto. Califiqué de difamador a un desafortunado escrito de un difamador comentarista en el que se confundía al gran caballero Utrera Molina, con el taquígrafo de Franco.
Solo ocupó unas líneas la caballerosidad de dicho comentarista del semanario poniendo las cosas en su sitio. Tal vez yo parezca excesivo; pero nunca se deben cometer excesos sin la fidelidad de la verdad por delante.
Demos tiempo al tiempo.. “El tiempo no lo marca el reloj, sino nuestro corazón”. Escribió don Gregorio Marañón que, con Ortega y Gasset, supo defender la Fiesta Nacional con valentía y talento. ¡Bravo!
Hoy citemos aristócratas del toreo: Domingo Ortega, Marqués consorte de Amboage, y Francisco Rivera Ordóñez, Duque consorte de Montoro.
A quien no le es necesario el título para demostrar su aristocracia es: desde Pedro Romero hasta los presentes.
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