miércoles, 17 de agosto de 2011

LOS CAOBOS ES PUNTO DE ENCUENTRO DE NOSTÁLGICOS DE LA TAUROMAQUIA.

Foto: Gustavo Bandrés

Moisés Calanche (primer plano) y Freddy Flores (al fondo) canalizan en Los Caobos su amor por las corridas. Allí se reúnen desde antiguos matadores y novilleros hasta interesados alumnos 

 DIARIO “EL UNIVERSAL” Por JAVIER BRASSESCO 

(Caracas, Venezuela) Martes, 16 de agosto de 2011 

Este matador no tiene mozo de espada ni banderillero, y no enfrenta un toro de lidia sino una carretilla, pero igual su cabeza está llena de sueños.

Una de las cosas que más admira Moisés Calanche son los movimientos del torero, para él un arte del que quiere ser digno. Pero como en Caracas la última plaza y escuela de toros se cerró hace doce años, él va casi todas las tardes al parque Los Caobos, hoy el último reducto de la tauromaquia en la capital.
Allí aprende a armar y mover la muleta (la capa), allí trata de imitar esos movimientos que le deslumbran. Lo hace, junto a otros alumnos, guiado por el maestro Romel González y bajo la mirada atenta de José Benítez, presidente del Sindicato de Toreros, y de algunos matadores retirados que también se dan cita allí. Ahora está presente Gilmer Urbina, "El Morenito de Caracas", pero también se dejan ver muchas veces cualquiera de los hermanos Girón (César, Rafael, Curro, Rafael y Pepe Luis), Luis Sánchez ("El Diamante Negro") o Víctor José López ("El Vito").

Para Freddy Flores, aficionado práctico a esta actividad, estar aquí es una forma de canalizar la emoción que siente cada vez que ve una corrida: "Mi papá me llevaba a las corridas, pero no es solo eso. Ver a un torero hacer un pase natural de muleta (con la izquierda) me emociona de una manera especial. Quizá otra persona lo ve y no siente nada, pero en mí ejerce una fascinación que ni siquiera sé explicar muy bien".

Aunque en algunas ciudades del interior como Maracay, Maracaibo o Mérida todavía hay corridas, en la ciudad esta práctica se abandonó. La Asamblea Nacional incluso se pronunció contra las corridas hace unos años, y aunque oficialmente no están prohibidas sin duda están muy mal vistas.
González cree que es un debate que debería darse de manera abierta, una especie de foro popular en donde cada grupo exponga sus argumentos a favor y en contra de las corridas. Una cosa aclara: al toro nunca se le tortura, como dicen algunos. Asegura que es falso que le limen los cuernos, o le pongan cemento en los cuartos traseros, electricidad en los testículos o vaselina en los ojos.

Y Benítez siente que hay una gran hipocresía en esta materia: "Matan miles y miles de vacas y cochinos todos los días, unos animales que además pasan toda su vida hacinados. El toro vive como un rey cuatro años y en quince minutos lo matan. Muere joven y arremetiendo". Como Aquiles.
Además recuerda que el toro tiene la posibilidad de ganar el combate, no solo si vence al torero sino que puede ser perdonado cuando el público lo pide. En esos casos se convierte en padrote y no vuelve al ruedo. Sería peligroso: nunca un toro es lidiados dos veces por la misma razón que una corrida no puede ser muy larga: el toro aprende, y aprende rápido.
En cualquier caso, todos los nostálgicos de la actividad tienen todavía un rincón de Caracas en donde juntarse. Allí encuentran emoción, cuentos, enseñanzas. En ese rincón lo único que falta son toros.

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