Por ANTONIO D. OLANO
Ya está entre nosotros Benedicto XVI el Papa más importante e intelectual, desde el papado de los Borgia, de los que se decía en escritos de Grahan Greene, “hicieron con sus envenenamientos, guerras, incestos, el Renacimiento. Añadía que, en contraposición a esa realidad histórica, países neutrales como Suiza desperdiciaron años y hasta siglos en cuidar vacas lecheras y fabricar relojes de cuco (apreciación esta discutible por cuanto Suiza dispuso del ejército más importante, aguerrido y hasta cruel del universo mundo). De ahí que, para garantizar su seguridad, en el Vaticano se contrato a la Guardia Suiza que sigue vigente)
Pero en este momento lo que más me preocupa y ocupa es dar información sobre los Papas y su relación con el torero. Además de destacados intelectuales del siglo XVI varios papas trataron de suprimir la fiesta con la misma voluntad y mas poderío que los actuales anti taurinos. En 1567 Pio V persiguió a los amantes de la fiesta y condenó a todos los seguidores de la tauromaquia con la pena de excomunión. Gregorio VII mantiene la amenaza pero excluye a los legos Gregorio continua condenando a practicantes y aficionados al festejo, prohíbe asistir a las corridas a las personas cercanas al cristianismo y extiende una bula para hacer una excepción permitiendo asistir a las funciones a los frailes y mendicantes.
GODOY VALIDO DE REYES Y AMANTE DE REINAS DECRETÓ LA ABOLICION DE LA FIESTA
Tras la Revolución francesa toda España vuelve a estar en un tris y a punto de dar un tras. Manuel Godoy, que se auto titula Príncipe de la Paz, era un guapo guardia de corps, sin más méritos que su chulesca apariencia, que enamora a los Príncipes de Asturias. Godoy, ante el desprecio del Rey Carlos IV por los asuntos de Estado se gana varios favores, cama incluida y la voluntad, de la Reina María Luisa a él se debe, a él y a su despotismo, el motín de Aranjuez manda recortar capas y chambergos y, además es el que inspira la supresión de las corridas de toros. Firma el decretazo con la equiesencia del Rey felón y melón, Aspiraba a la gloria y la Historia lo envió a la mierda.
Ambos, vaido con derecho a pernada y monarca embestidor, conducen a los españoles a aceptar una prohibición más: las corridas de toros.. Vuelve de su exilio Fernando VII y de la prohibición pasa a volcarse con los toros crea varias escuelas taurinas.
Su sucesor, Carlos III un presumido y memoide de mucho cuidado hace el juego a los enemigos de la fiesta, entre ellos clérigos y zotes de los oscurantismo reinante.
Napoleón Bonaparte trata de conquistar el territorio español y llevar a sus ciudadanos de la mayor de las ignorancias al Siglo de las Luces . Designa Rey a su hermano José Bonaparte que en poco tiempo reinó y gobernó con discreción, talento y talante que nos hubiese librado de la hecatombe en la que nos condenaron a vivir anteriores tiranos santificados por su poder real y reales ganas que tiranizaban a los españoles. Que no le dieron tiempo a él ni siquiera al tiempo.
EL TORERO IMAGINARIO FRANCISCO DE GOYA POR SER CON TODOS LEAL FUE PARA TODOS TRAIDOR
Es José Bonaparte que jamás bebió alcohol y al que se calumniaba llamándole Pepe Botella el que pudo poner a España en órbita. Por lo menos cambió el aspecto y la población de picaros y truhanes que invadían Madrid. El anterior monarca, en un alarde más de ineptitud y felonía se fue a vivir a Paris. Francisco de Goya le siguió y volvió a España para ponerse a las órdenes napoleónicas.
La fiesta de los toros no solo fue autorizada sino potenciada por José Bonaparte. Sin temor a la excomunión frenó la inquisitorial manía de los clérigos del Vaticano y los toros no fueron abolidos “ni abolidos ni los abolirán” cantaban los españoles.
Pasaron los tiempos y el Vaticano hizo amagos de prohibiciones de la Fiesta; pero que se quedaron el agua de borrajas. No estaba bien visto un clérigo con sotana sentado en los tendidos. Ni que pidiesen la oreja con su teja en sustitución de los exigentes pañuelitos.
El párroco de la “Maestranza” sevillana consigue que se celebre, en el Vaticano y dedicada al Papa, un “misa flamenca”. La animan cantaores, guitarristas, gitanos y toreros.
Heredan el trono de San Pedro diversos embajadores de Cristo, algunos obispos y cardenales españoles, prohíben que algo quede, amenaza a los clérigos si son actores o espectadores en las corridas de toros.
Pero los toreros, ya se sabe, antes de cada corrida colocan en sus altarcillos portátiles, estampitas de las vírgenes y santos de su devoción.
Además viajan hacia Roma, no para que los cace el Papa porque son primos, para postrarse ante el Santo Padre y recibir su bendición. Paloma Gómez Borrero, que fue y sigue siendo la sombra iluminada de todos los sumos pontífices, es la verdadera embajadora de España en el Vaticano y esa magnífica y entusiasta periodista tiene las llaves de San Pedro.
Seria interminable la relación de toreros revividos por los sucesivos Vicarios de Cristo en la tierra que han recibido a toreros posiblemente sin conocerlos a ellos ni a la arriesgada profesión de ponerse delante de un toro. Podríamos citar varios nombres pero, en estas jornadas papales basta con dos botones de muestra.
JUAN PABLO II RECIBIÓ A PONCE Y OTROS TOREROS
En medio de billares de personas se presentó Jesulín de Ubrique rodeado de toda su familia cuando el Papa se dirigió al lugar en el que se encontraba, dio la bendición a la ingenua y extraña familia, al tiempo que el torero le hacía obsequio de un traje de luces, montera incluida. No era cuestión de que Su Santidad se desposeyese de la tiara para colocar sobre su Santa Testa el tricornio del torero. La familia de Jesulín chillaba, entre llorosa y entusiasta. Explicaban al Papa, que no sabía de qué iba el gran revuelo que Jesulín, era torero. Le repetían una y otra vez, que todos los días de corrida se jugaba la vida delante de los toros. El Pontífice le dijo a Paloma Gómez Borrero:
-Paloma no he entendido nada de lo que trataban de explicarme esa buena familia. No me puse el sombrerito y no era cuestión de vestirme con el uniforme de torero.
Una de las audiencias papales que más recuerdo, acaeció en el año 1999. El entonces Papa y ahora beato Juan Pablo II recibió a un reducido grupo de españoles entre los que figuraban el torero Enrique Ponce y su mujer Paloma Valencia. La audiencia tuvo un tono mas elevado. Ponce y Paloma no son unos garrulos.
El torero valenciano entregó unos regalos al Pontífice y este correspondió con rosarios bendecidos. Hoy en día la pareja ya puede rezar a Juan Pablo II porque lo han beatificado el pasado 1 de mayo del 2011.
Ignoro si Benedicto XVI invitará a una audiencia o reunión particular alguno de los toreros españoles. Lo cierto es que nada divino ni humano le es ajeno a este Pontífice que está arrollando en su visita a España .
Nada de irreverencia si afirmo que esté alemán universal y respetado en tiempos de otra figura germana, la señora Merkel, saldrá de Barajas y debiera escuchar la expresión de máxima entrega de los españoles a los que quieren, admiran y respetan:
¡Torero, torero, torero!
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