Por Pablo San Nicasio
Uno no acaba de estar del todo seguro de quién es el verdadero artista, si del mundo del toro hablamos y nos referimos a casos como el de Ramón Vila. Sus manos han “reparado” con precisión a tantos toreros y de tal forma, que en esto de las definiciones sobre lo divino y lo humano, personas como estas nunca encajan bien únicamente en el ámbito de su oficio, y trascienden hasta convertirse en, por ejemplo, un verdadero ángel de la guarda de toreros.
Tras anunciar hace meses su retirada al mando de la enfermería de la Maestranza, fue asediado por todos los medios, taurinos y no taurinos. Todos bien conscientes de quién era el que se iba. Pero es en esta entrevista, de casi hora y media, realizada meses después, donde más y mejor habló de lo que fue, es y será sin duda, la persona con una de las biografías clave en ese imprescindible mundo que se llama cirugía taurina.
Conversamos sobre el día a día de una de las personas que más convivió con Francisco Rivera “Paquirri”, en estos días de aniversario de la trágica tarde de Pozoblanco. Aún quedan lecciones por aprender de aquello. Un placer, Don Ramón.
¿Dónde empieza todo?
“25 de abril del 38. Esto es un repaso de mi vida ¿no? (risas)
Bueno, yo empecé aquí desde abajo, como es lógico. En la enfermería siendo el último miembro y en lo académico habiendo estudiado Cirugía General y Digestivo. Aunque en mi época solo se expedía el título de cirugía general, que abarcaba todo. Excepto cirugía ocular, ginecológica y otorrino, un cirujano en aquella época podía abarcar todo.
Poco a poco, este mundo cogió una dinámica, para mí equivocada, en la cual se especializó todo mucho, incluso demasiado. Especialidad en hígado, pulmón, etc. Algo que trababa mucho la dinámica en la cura de una lesión porque tiene uno que acudir a varios especialistas, ya que las lesiones suelen extenderse.
En fin, que en casos como el de la cirugía taurina es imprescindible saber de varios ámbitos. Así que ese título antiguo del que te hablaba a la larga me ha venido muy bien, porque aquí vienen heridas vasculares, traumatológicas…o de pulmón. Por ejemplo a un cabestrero le tuve que operar de una cornada en un pulmón y no hubo problema alguno. O a El Califa de Córdoba que le sucedió lo mismo. Por aquí hemos tenido que operar ojos, roturas vasculares… de todo.
Pero también tiene que quedar claro que es imposible tener aquí a todos los especialistas disponibles. Esto es una cirugía de urgencia y sería absurdo disponer de cirujanos de todas las áreas, entre otras cosas porque hay muchas que no son imprescindibles para salvar la vida de un torero en los primeros momentos.”
Ahora se supone que la cirugía de digestivo es la más adecuada
“Sí, generalmente esa es la especialidad que más abarca. Hígado, bazo, páncreas, intestinos, las venas que se encuentran en esas zonas… es quizá la más completa para lo que nos encontramos aquí. Y Octavio Mulet, el nuevo cirujano jefe, es especialista en Digestivo y General. Es una persona de mucho prestigio”.
Pero de subespecialidad en cirugía taurina en las facultades universitarias nada de nada…
“Nada, no existe. Nos llaman los “locos de los toros”. Fíjate que hay especialidad en medicina deportiva. Una patada de un deportista a otro o un accidente en un terreno de juego no tienen diferencias con lo que nos puede pasar en la vida corriente a los demás ¿no? Bueno, pues ellos si tienen su especialidad. Sin embargo no hay en la vida civil ninguna lesión remotamente parecida a las heridas por asta de toro. Y ya ves… a mí me enseñaron a tratar los efectos de la bomba atómica y en el Hospital Virgen del Rocío hay un quirófano preparado expresamente para ello. Hay otro quirófano preparado para problemas espaciales…Pero de los toros ni hablemos”.
“Nos llaman los “locos de los toros”. A mí me enseñaron a tratar los efectos de la bomba atómica y en el Hospital Virgen del Rocío hay un quirófano preparado expresamente para ello. Hay otro quirófano preparado para problemas espaciales…Pero de los toros ni hablemos”
¿Cómo estaba el gremio en aquella época?
“Éramos muy pocos. Como te digo existían y existen ámbitos con mucha más fuerza que los empresarios taurinos o el mundo del toro en general. Los clubes de fútbol presionan mucho para que existan médicos que atiendan a sus deportistas de la manera más efectiva posible y se ha llegado donde se ha llegado. Y en aquella época ya empezaban a tener mucha fuerza, mientras que el gremio de cirujanos taurinos era pequeñísimo.
Antes eran muy pocos, ahora la Sociedad Española de Cirugía Taurina, fundada en el año 74, tiene censados a unos seiscientos cincuenta cirujanos taurinos en toda España. Ha evolucionado a mejor, claro, ahora hay muchos equipos móviles que van a los pueblos…es otra historia. Antes, por ejemplo en los encierros de los pueblos estaba únicamente el médico del pueblo, que solía ser un internista, y los medios que tenían eran tétricos.”
Sí pero aún así se salvaban cornadas tremendas, como aquella que tuvo Jaime Ostos en Tarazona ¿Cómo pudo ser aquello y que décadas después no se salvasen otros?
“Aquella vez es que el doctor Val-Carreres estaba de espectador y hubo mucha suerte. Una herida como la que tuvo Jaime Ostos se podía contener a duras penas en el pueblo, se le fueron haciendo transfusiones brazo a brazo justo después de cortar la hemorragia y se pudo remontar.”
¿Qué consejos le daba su padre?
“Él entró en el año 1933, era buen aficionado, pero quizá soy yo más taurino que él. El primer cirujano taurino que tuvo la Maestranza lo fue porque era también aficionado, su familia tenía una ganadería. De ahí le venía el interés por el toro. Era don Fernando González Nandín. Un gran médico que murió muy joven, lamentablemente. Antonio Leal y mi padre eran amigos suyos de la facultad, también taurinos, y juntos formaron el equipo médico de la plaza. A la muerte de don Fernando tomó la jefatura del equipo Antonio Leal, dos años mayor que mi padre.
De mi padre aprendí muchas cosas, claro, viéndole en sus experiencias a diario, aparte de las cosas que me decía verbalmente. Me indicó sobre todo que no hay que tener miedo en abrir, aunque la herida a priori no parezca mucho. Un cirujano taurino no puede quedarse corto. Fíjate que en la cirugía lo normal es tratar de ser lo menos agresivo posible y dejar cuanta menos cicatriz mejor. Pues en esto no, cuando un toro mete el pitón hay que abrir todo lo que sea necesario hasta que estemos seguros de hasta dónde ha llegado. Me dijo cómo palpar a un herido consciente…
Antiguamente se exploraba con el dedo, eso era erróneo y dolorosísimo. Además eso contraía el músculo. Ahora se explora palpando, por fuera, y vas viendo el dolor que produce en el torero, para tener idea de hasta dónde ha llegado el pitón.
El trabajo que hacía mi padre era manual. No había medios técnicos. Sin ser un manitas no hacías nada en cirugía. Hoy día un cirujano puede ser una persona que no ha tocado un órgano en su vida. Se puede operar por laparoscopia desde la habitación de al lado, con un ordenador. Algo que en cirugía taurina es impensable, porque el toro destroza y hay que reparar de otra manera, está claro”.
En estas, debuta como cirujano jefe en el año 1978 y lo primero que le traen es a Paquirri con dos cornadas en los muslos
“Sí, un día en el que un toro de Osborne le coge al poner un par de banderillas al quiebro. Hay una foto muy impactante en la que sale su entonces suegro Antonio Ordóñez ayudándole, sujetando el cigarro sin soltarlo de la boca. Fíjate que lo normal sería decir ¡ay! Y tirar corriendo, soltar el cigarro y tal…pero de la tensión sale Ordóñez mordiendo el pitillo…”
Su padre ya estaba retirado ¿Qué equipo tenían entonces?
“Sí, mi padre estaba en la cama, enfermo, ya retirado de la cirugía. El equipo de la Maestranza era puntero, como siempre lo ha sido. Éramos dos cirujanos, un ayudante que podía ser un practicante, un anestesista y un hematólogo. Pero además teníamos un internista, don Francisco García Rodríguez-Piñero, que trataba los casos más numerosos que tenemos, que son las incidencias que sufren los espectadores. Y a día de hoy seguimos siendo el único equipo que posee un internista.
Claro, eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Lo bueno es que quita mucho trabajo al equipo médico de cara a los problemas más graves, que son las cornadas. Lo malo es que luego la gente se entera de que hay un internista y bajan a la enfermería a tomarse la tensión, y de todo…y hemos llegado a tener cola de espectadores para estas cosas, como cuando inauguramos la nueva enfermería. Tuvimos que decirle a los empleados de la plaza que no difundieran tanto los medios que teníamos porque esto era increíble…”
Así que el día de las dos cornadas de Paquirri fue su primer momento dramático
“Bueno, como jefe ya te digo que sí, pero antes había estado en algún momento muy apurado, como fueron las cornadas de Juan Posada y de Martín Carriles, que se lograron superar satisfactoriamente.
En el caso de la de Paquirri además tuve el problema antes de operar. Él no quería que yo le interviniese”
¿No se conocían de nada?
“De nada. Él sí apreciaba mucho a mi padre pero de mí no tenía referencias, ni habíamos cruzado dos palabras en la vida…y desconfiaba totalmente. De hecho, me estoy lavando y preparando para empezar a operarle y en estas que viene el anestesista y me susurra: “el torero dice que como no venga tu padre no se opera”. Me empezaron a caer unas gotas de sudor…y yo diciendo: y ¿qué hago yo ahora? Él era el número uno del toreo, su suegro al lado…total que abro la puerta que daba al quirófano, le veo a lo lejos y le digo: ¿Qué pasa Paco? Y me dijo: “¿Dónde está tu padre? Que venga tu padre”.
Él era una persona con mucha bondad, pero que al principio recelaba, tenía un gesto desafiante, intimidaba. Pero creo que la Virgen de los Reyes se me apareció en ese momento y me dio la suficiente tranquilidad para decirle: Paco, mi padre está enfermo y no puede venir, el cirujano jefe soy yo y tú tienes dos caminos, o dejarte operar o coger aquella puerta y salir. Y dijo: “¡¡ ¿Cómo?!!” Y yo…lo que oyes, eso es lo que hay. Se calló unos segundos que se me hicieron eternos y al final dijo: “opérame”.
Luego, al cabo de los días, le recordé lo que me había hecho pasar y le pregunté por qué se había dejado operar si de verdad quería que lo hiciese mi padre. Me dijo: “Ramón, es que te vi como yo cuando voy a portagayola, que pienso: o pasas por aquí o me coges”.
Claro, era así, porque imagínate que llega a irse y se tiene que operar en el hospital. Eso para mí era como si me coge el toro, me arruina mi carrera a las primeras de cambio. Pero salió bien, primó la cordura.”
“Los toreros no se han preocupado nunca, repito, nunca, del estado de las enfermerías. Y mira que los toreros tenían la potestad de suspender una corrida si creían que no había las suficientes garantías en ese sentido”
“En lo que era la puerta del quirófano que daba al hall de la enfermería, allí se arremolinaban los periodistas. Una vez uno se me metió y todo en el quirófano ¡¡con una bata!! Y yo ¿Pero quién es usted? Imagínate”
¿Cómo era aquella cornada?
“Eran dos cornadas básicamente musculares. A fecha de hoy hubieran pasado por cornaditas. Me acuerdo de que una era muy abierta y la otra tenía un orificio muy pequeño. Pero él sabía como era cada una. Y así me lo indicó. En la más aparatosa me dijo que nada de nada, que donde estaba el daño era en la otra. Y efectivamente, aquel orificio era una cornada que le llegaba hasta la rodilla.
Los toreros son los que mejor saben lo que llevan. Una vez Emilio Muñoz, en el año 1991, al dar un pase de pecho, fue empitonado en el ano. Él entró a la enfermería por su propio pie y me pidió un teléfono para llamar a su mujer, quería tranquilizarla. Pero me dijo también: “me ha llegado hasta aquí”, señalándose el antebrazo. Lo que quería decir es que llevaba algo muy serio. Y acertó, aunque el orificio de entrada era pequeñísimo y la gente decía que no llevaba nada, aquello había llegado casi hasta el abdomen, había roto la uretra, cuando hice una primera incisión salió un chorro de sangre enorme del hematoma que se estaba formando, si llegamos a desoír lo que nos dijo no habríamos advertido tan fácilmente el cornadón que llevaba…los toreros sienten y te dicen por dónde ha llegado el pitón. Pero eso sí, no dicen ¡ay! Aunque parezca mentira una cornada en un primer momento no duele. Es como una bala, quema.”
¿Cambia mucho la visión de las cosas, la actitud, al pasar a ser el cirujano jefe?
“Una barbaridad. Antes colaboras y haces lo que puedes por ayudar…luego pasas a ser el jefe y todo cambia, por supuesto”.
¿Ya se daban cuenta ustedes de cómo estaban las enfermerías de los pueblos?
“Sí, y se daban toques de atención, pero tímidamente y sin resultados”.
¿Y los toreros no veían tampoco aquello?
“Los toreros no se han preocupado nunca, repito, nunca, del estado de las enfermerías. Y mira que los toreros tenían la potestad de suspender una corrida si creían que no había las suficientes garantías en ese sentido. Así lo ponía en el reglamento. Pero no se acercaban por las enfermerías. ¿Tú si te operases irías a ver antes el quirófano? No es nada corriente, como verás.
El problema es que la administración, las autoridades, no se preocupaban tampoco”.
Luego pasó lo que pasó, claro
“Ya, lo sabemos todos”.
Pero había habido antecedentes, como el de Pepe Mata, por ejemplo, se me viene a la cabeza… no sé.
“Ya, pero no se le dio importancia. Este país se mueve a golpe de tragedia. Y te pongo un ejemplo: la gente dice que en un sitio hace falta poner un semáforo porque un día va a haber un atropello y pasan los meses…hasta que no hay un atropello grave, una muerte o algo muy serio, no se pone el semáforo. Así funciona esto.
Así que la muerte de Paquirri sirvió para empezar a arreglar la situación de las enfermerías. Muchos querían solucionarlo de la noche a la mañana, pero todavía hoy queda por hacer. Entonces se empezó a mejorar. Aún así fíjate, en el momento de la elaboración del posterior reglamento, cuando llegó el momento de la sanidad y yo le pregunté al ministro Corcuera cómo se iba a tratar ese asunto, él me dijo que era competencia de la Seguridad Social…y estos que era competencia de cada comunidad…total que quedó un articulito donde se decía que en lo referente a las enfermerías serían las comunidades autónomas que tengan transferidas las competencias en Sanidad las encargadas de gestionar eso. En resumen, que no habría unidad de acción. Pero es que hay más, cuando llega el momento de ver quién nombra al cirujano de cada plaza se me dice que los empresarios. Y digo: vamos a ver ministro, si los veterinarios los nombra la autoridad, la administración, ¿Cómo van a ser los empresarios los que determinen quién es el mejor cirujano para una plaza? Si un empresario no sabe nada de medicina, de títulos, de necesidades sanitarias y lo que busca es la rentabilidad del conjunto…me tiré cuatro años luchando, hasta que desistí, me cansé. En la ley actual de Andalucía, en la que colaboré también, se especifica todo, menos el nombramiento del equipo médico, que sigue corriendo a cargo de los empresarios. Y lo he dicho hasta la saciedad, en fin.
Hablo, que quede claro, no de plazas importantes, que ahí la cosa sí está bien gestionada. Hablo de los pueblos donde se le crea un “marrón” al empresario y este no está al corriente. Luego pasa algo y al que se cargan es al médico, generalmente. Y ya te digo yo que nunca he visto a nadie de la administración revisando el estado de la enfermería de una portátil, pidiendo acreditaciones o títulos, o mirando los equipos. Luego pasará algo en ese pueblo e irán a inspeccionar al médico, y es injusto. Pero mira, ya no lucho.”
¿Y no era consciente el doctor Eliseo Morán (cirujano de Pozoblanco) de que allí no se podría hacer mucho en un caso grave, como luego sucedió?
“Esa pregunta es muy muy importante. Mira, no es que Eliseo Morán no protestase. Si todos los cirujanos dijéramos que no operamos si no tenemos todos los medios necesarios no operaríamos nunca. Hace como seis o siete años sucedió que un enfermo se murió en un hospital, tras una intervención. Y llevaron a juicio al cirujano, quien hizo una correcta operación y en su defensa dijo que no dispuso de todos los medios para intervenir. El juez le culpó por intervenir cuando no debió y el médico respondió que por esa regla de tres no tendría que operar nunca, porque ni en el mejor hospital del mundo se disponen de todos los medios. A veces la vida es ingobernable y se puede morir un enfermo hasta con los mejores medios.
Si en aquellos momentos Eliseo Morán o yo mismo, que también iba a pueblos, hubiéramos dicho que no operábamos…no se hubieran celebrado muchas corridas. Pero es que no siempre se dispone de todos los medios. Ni yo en Sevilla tengo todos los recursos posibles. Por ejemplo a Lucio Sandín le sacó el ojo, pero yo no tenía un cirujano especializado en cerebro, imagínate que aquel pitón entra más aún…
Eliseo, además, tenía fama de “manitas” en Córdoba y provincia. Había ido a muchísimos pueblos y tenía mucha experiencia en casos graves. También te digo una cosa Pablo, el vídeo de Salmoral en la enfermería hizo mucho daño. Mucho, pero mucho.”
“Luego pasa algo y al que se cargan es al médico, generalmente. Y ya te digo yo que nunca he visto a nadie de la administración revisando el estado de la enfermería de una portátil, pidiendo acreditaciones o títulos, o mirando los equipos. Luego pasará algo en ese pueblo e irán a inspeccionar al médico, y es injusto. Pero mira, ya no lucho.”
“A mí hay cosas que no me cuadran en el caso de Paquirri. Los tiempos desde que le coge hasta que muere, que es mucho ¿Cómo puede ser que luego se compare esa cornada con algunas posteriores en las que llega prácticamente sin vida el torero a la enfermería? “
“Ya, por ejemplo, Curro Sierra sangró en dos minutos más que Paquirri en todo el tiempo entre Pozoblanco y Córdoba. Lo que ocurre con el segundo es que además de taponarse la cornada bastante bien, lo grave estaba dentro del abdomen, y abrir el abdomen allí era imposible sin medios adecuados. La ilíaca se taponó, pero no lo suficiente, no se intervino porque no era posible. De todos modos yo es que creo que Paquirri murió de un embolismo pulmonar, no de la hemorragia. Me explico, la causa fue la hemorragia, pero el determinante fue un embolismo pulmonar.
Eso no se puso en el parte de defunción porque la herida era lo suficientemente grave como para ser la causa de la muerte. Eso, y que no se hizo autopsia”
¿Y se debiera haber hecho?
“La autopsia sirve o para mucho o para nada. O te exonera de toda culpa, o te las echa todas. Cuando se planteó lo de la autopsia yo dije que bueno, pero había que preguntárselo a la viuda, y la viuda se negó. El certificado de defunción lo firmó Eliseo y ya está. Nos quedamos sin saber de qué murió exactamente Paquirri.”
¿Pero por qué se negó la viuda? Uno no se puede quedar así…
“Yo siempre digo, cuando me preguntan, que Paquirri murió de una gravísima cornada. En aquellos años, que hace bastante ya, no era tan normal que la gente aceptase las autopsias. Entonces no se sabía en qué consistía eso. Se pensaba que era hacer unas cosas bastante diferentes de lo que era. Hoy en día con las series televisivas y todo lo que se sabe, la gente es mucho más proclive.
No hay autopsia de Paquirri como no la hay de Manolete. Y es así. Y la gente se ha tragado todo tipo de cosas. Pero todo lo que se dice hay que justificarlo y demostrarlo, oiga.”
“Cuando se planteó lo de la autopsia yo dije que bueno, pero había que preguntárselo a la viuda, y se negó. El certificado de defunción lo firmó Eliseo y ya está. Nos quedamos sin saber de qué murió exactamente Paquirri.”
¿Qué opina de todos esos que salen a hablar de la muerte de su amigo?
“No me creo de la misa la mitad. En casa ajena procuro no meterme. La gente se mete por intereses. Las cosas deben hacerse y decirse inmediatamente, no con los años, por interés y al rebufo de los acontecimientos. De la gente que opina sobre Paquirri creo que la mayoría mienten, no saben nada”.
¿Y Eliseo se defendió?
“Sí salió a defenderse. Un mes de muerto Paquirri fuimos a un congreso de cirugía taurina en Quito. Vino Eliseo también. Y además cuatro jefes de servicios de cirugía vascular españoles, no taurinos. Yo moderaba la mesa. Eliseo expuso el caso de Paquirri. Cuando terminó, un jefe de cirugía vascular de un hospital dijo que no era tolerable que a Paquirri no se le realizase un bypass en la plaza.
Le pregunté si había visto una enfermería de plaza de toros y claro, no lo sabía. Así que le dije que se callase hasta que viese alguna. Y después me dijera si se hubiera podido hacer un bypass. Y no solo eso, es que además había otra persona toreando y uno no se puede dedicar a hacer un bypass sin medios mientras hay una persona fuera toreando a la vez.
Como con Manolete, la gente opina y ¿estuvo allí? Olvídate. Si no estás allí mejor cállate”.
Cambiando de tema. Tengo entendido que está usted muy interesado en dar a conocer una forma rápida, eficaz, que ayude a los de su profesión a desvestir con más rapidez a los toreros heridos.
“Lo primero que hay que saber es cómo es un traje, cómo se pone, irte a un sastre de toreros. Cosa que no ha hecho ningún equipo. Piensa una cosa: a un torero inconsciente tú no le puedes quitar la chaquetilla, pero es que el torero consciente no se la puede quitar solo. Tiene que haber alguien que te pegue un tirón y te ayude. Pero hay un truco”.
Eso se puede contar ¿no?
“Sí, claro. De hecho lo he contado muchas veces. Pegas un tirón a las hombreras, que están hilvanadas, y que tienen las dos láminas duras de la chaquetilla unidas por un pespunte arriba. Con un toque se desprenden las dos. Cinco segundos se tarda así, pero una vida entera si lo quieres hacer de otra manera.
Otra cosa son los machos. Por ejemplo, yo soy de los que dejan entrar a la enfermería al mozo de espadas, que es el que los ata y sabe cómo lo ha hecho. Tú, con unas tijeras gordísimas no los rompes. Y eso hay que saberlo. Pues bien, muchos cirujanos taurinos no lo saben. Que si los tirantes que tienen atrás y no se fijan, los botones…todo eso lo aprendimos en la sastrería de Pedro Algaba, hermano de Justo. Mi equipo y yo, y hemos ensayado muchas veces. Además lo he expuesto en congresos de cirugía, pero muchos dicen: ya está el loco del Vila…”.
En Madrid el doctor García Padrós graba o fotografía intervenciones
“Sí, lo sé. Y luego se exponen en congresos de cirugía. Nosotros, cuando estrenamos la nueva enfermería se planteó seriamente el tema, ya que los nuevos quirófanos incorporan sistemas de grabación. En mi opinión la grabación no es buena en su totalidad. A veces, por la tensión del momento se sueltan exabruptos, hay circunstancias lógicas que, en caliente se ven normales, pero a la larga pueden malinterpretarse. Total, que optamos por las fotos. Teníamos un precedente malísimo con Lucio Sandín, cuyas fotos salieron en contra de nuestra voluntad en un medio escrito al día siguiente de su cornada en el ojo…y luego dijeron que si nosotros habíamos dejado entrar a gente en la enfermería y tal… Aquel era un fotógrafo de nuestra confianza y ya ves la que nos jugó. Nos interesaba tener la foto para estudios posteriores pero sólo del gremio, y mira, se enteró todo el mundo. Así que nada, el internista ahora es el que saca las fotos”.
Pero yo he visto unas imágenes de televisión en las que se veía a su equipo interviniendo a César Rincón. Hasta recuerdo que sus piernas temblaban. Y hace nada me dijo usted que las imágenes de Paquirri habían hecho mucho daño.
“Eso fue de la manera siguiente: con los años llegué a tener tanta insistencia por parte de los periodistas que opté por poner una ventanita con una persiana en la puerta de la antigua enfermería. En lo que era la puerta del quirófano que daba al hall de la enfermería, allí se arremolinaban los periodistas. Una vez uno se me metió y todo en el quirófano ¡¡con una bata!! Y yo ¿Pero quién es usted? Imagínate.
Así que les dije que mientras nosotros estuviéramos ocupados tratando de salvar una vida estaría todo cerrado, pero cuando ya pudiéramos, estuviera estabilizado, se estuviera cosiendo y tal…pues ahí ya… esas imágenes que me dices son concretamente cuando César Rincón estaba saliendo de la anestesia. Y se tomaron desde fuera, gracias a esa ventanilla de la que te hablo.
En la enfermería actual no se puede, su estructura no lo permite y no ha entrado nadie”.
¿Este año en México se ha comparado mucho la cornada de Paquirri con la que sufrió José Tomás y me ha llamado mucho lo que se comentó en su momento?
“Pues en eso creo que no es verdad. Depende de cada plaza. De hecho en el Distrito Federal, el que fuera cirujano jefe de la plaza México, Javier Campos Licastro, operaba casi “demasiado”. Y me explico: si un torero sufre la rotura de dos tendones, a mi no se me ocurre repararlo en la plaza, esa es una labor no prioritaria en la vida del herido y se le traslada. Pues él por ejemplo lo operaba y se encargaba hasta de la estética. Lo que pasa es que en muchos sitios, como en Aguascalientes, las enfermerías dejan mucho que desear y se opta por el traslado”.
Además, es que no sé la cornada que tuvo José Tomás. Ni yo ni nadie. No hubo parte hasta el quinto día, ya después de operado. Aquí tienes que hacer un parte inmediatamente al juez. Allí, en ese parte de los días posteriores además no pone ninguna ruptura muscular, sólo que tenía rota la vena femoral, que se resuelve y punto. Ni si hay bypass, qué nervios hay afectados…que además es lo que lo ha tenido impedido más tiempo… nada.
Aquello es otro mundo. Y luego se me acusó de decir cosas. Cuando aún sabiendo que la enfermería era mala yo no me había pronunciado, porque es que ni siquiera sabía qué cornada exacta había sufrido José Tomás. Fue mi colega Máximo García Padrós el que dijo que la enfermería de Aguascalientes dejaba mucho que desear, con razón.
“Pues que me digan a mí lo que tenían. Porque yo en Internet he visto las imágenes de la enfermería, a alguna persona limpiando la lámpara… y yo no tenía esa lámpara ni en mi antigua enfermería. Allí a José Tomás ni le anestesiaron. Lo que pasa es que tuvo la suerte de que el hospital estaba en frente de la plaza. Como si donde estamos ahora (en Triana, junto al río) le coge y el hospital está allí, en la Maestranza”
Luego se tuvo que volver a operar, y se vieron las cosas como fueron, en fin…
A mí me da mucho coraje que pasen esas cosas. Sobre todo porque José Tomás es un torero que hace mucha falta en el toreo, y más en los tiempos que corren.”
Se nos dijo y acusó de todo, pero al principio José Tomás iba a reaparecer
Pues no se ha tolerado desde ciertos sectores el hecho de considerar aquella enfermería como deficitaria
“Se me acusó de decir cosas. Cuando aún sabiendo que la enfermería era mala yo no me había pronunciado, porque es que ni siquiera sabía qué cornada exacta había sufrido José Tomás. Fue mi colega Máximo García Padrós el que dijo que la enfermería de Aguascalientes dejaba mucho que desear, con razón”
¿En qué sentido es otro mundo México?
“Allí quizá se busque mucho la heroicidad. No es tanto en Iberoamérica, es el caso concreto mexicano. Me contaba mi amigo Javier Campos Licastro, del que te hablé antes, que él tenía problemas con las suturas. Me preguntaba qué marca de sutura usaba yo…porque él constantemente se encontraba con que las heridas no cerraban bien. Al final resulta que descubrió que en muchos casos el propio torero antes de quitarse los puntos se reabría la herida. Evitando así que la cicatriz quedase lineal, que era como las cerraba Javier, a la perfección. Allí algunos buscaban una notoriedad especial, por si iban a la playa, que se viera la cicatriz tan grande que tenían…ya me entiendes ¿no?”
¿Ha habido muchos errores médicos en la cirugía taurina?
“Errores…pffff…errores médicos de que voy a cortar una arteria y me voy a una oreja…pues no, evidentemente. Si por error médico tenemos en cuenta lo de Manolete…pero aquello no fue error médico (largo silencio). Fue un fallo y una imprudencia de la gente que estaba a su alrededor.
Yo tuve la suerte de conversar con el doctor Garrido, que fue quien le trató en Linares. Él era un hombre que había prestado servicio en la guerra y había visto de todo, heridas de guerra por balas, metralla, amputaciones... Era un facultativo perfectamente preparado para atender la herida que llevaba Manolete. Y por eso me extrañó tanto su caso. Total que hablé con él y me dijo que algo debió pasar para que le dijeran en el entorno del torero que como le cortase la pierna a Manolete se iba para el otro barrio. Así de claro. Con lo lógico que hubiera sido aquello ¿no? Pero se empeñaron en llamar al doctor Giménez Guinea para que bajase desde Madrid en un coche de gasógeno por aquellas carreteras…”
¿Pero cómo puede ser eso?
“Manolete no podía morir. Era un icono del franquismo. No dejaron actuar como debía haber actuado aquel médico. Si llegan a dejar actuar a aquel médico y no hubiera sido Manolete, se amputa la pierna a Manolete y no pasa nada. Se pone una silla de ruedas o una pierna artificial y ya está.”
Que fue un poco lo que usted opinaba antes de llegar a Córdoba y ver lo que llevaba Paquirri.
“Exacto, pero yo también pensaba que la cornada sólo era una rotura arterial gorda, no pensé que había ido más allá del anillo crural…como finalmente fue y tuve conciencia al llegar con mi mujer a Córdoba. Le dije a ella que ojala sólo fuera eso y con suerte viéramos a Paquirri con el tiempo simplemente cojear. Lamentablemente fue más grave.”
¿Y ahora como están las cosas? Usted dice que hay capitales españolas con enfermerías algo flojas…
“No conozco todas, pero en algunas capitales sí se podría mejorar. A pesar de todo se ha avanzado mucho, en traslados, anestesias muy apropiadas y de poco efecto secundario. La cirugía hoy no tiene nada que ver con lo que se hacía antes y en general hay que estar contento”.
“Hablé con él y me dijo que algo debió pasar para que le dijeran en el entorno del torero que como le cortase la pierna a Manolete se iba para el otro barrio. Así de claro. Con lo lógico que hubiera sido aquello ¿no? Pero se empeñaron en llamar al doctor Giménez Guinea para que bajase desde Madrid en un coche de gasógeno por aquellas carreteras…”
Hábleme de sus referentes o de hitos en la cirugía taurina
“Tendría que empezar sin duda por mi padre, que además era de los grandes en su gremio. Pero además hay que hablar de Oliver Millet en Barcelona, el doctor Val Carreres en Zaragoza, Martínez Bourio cirujano de Bilbao, Máximo García de la Torre en Madrid, persona entrañable. En Valencia antes del gran doctor Aragón estuvo Felipe de Luz, Joaquín Montero, José Lumbreras también en Madrid…”
¿Y de vocaciones entre la juventud de la medicina cómo andamos?
“Bueno, pues como la Santa Madre Iglesia con los sacerdotes, un poquito bajos… (Risas). La gente recela cuando le propones que venga a la plaza todos los domingos, en la feria…te dicen que los domingos tienen que estar en casa, que tienen que jugar al golf, como me dijo uno. Y luego cuando le dices que pagan poco, que no le vale para el currículum…menos aún.”
¿Que ser cirujano taurino no vale para el currículum?
“No, es más, a algún cirujano de gran experiencia le quitó méritos. Porque las principales envidias que hemos tenido han sido por parte de los propios compañeros. A los cirujanos taurinos, como te dije antes, nos han llamado muchas veces “los locos de los toros”, algunos colegas nuestros.
Y luego lo del pago, que antes se cobraba sólo cuando intervenías. A mi padre frecuentemente le decían desde el tendido 8 cuando acababa una corrida sin incidencias: “eh Ramón hoy nada ¿eh?” o cuando pasaba algo: “Hoy cobramos ¿eh?”. Luego afortunadamente cambió y se cobró por corrida. Poco, pero de una manera diferente.
La cirugía taurina va un poco en paralelo a la fiesta en sí. Ahora la tauromaquia está acosada, hay menos corridas, hay conato de prohibiciones…pero creo que mientras en España haya un cuerno habrá toreo” (Risas)
Su apuesta por duplicar facultativos en las enfermerías ¿es una cuestión que no se logra en otras plazas por cuestiones presupuestarias?
“No, porque en Sevilla el único coste que tiene eso es ampliar el burladero. Porque además solo se paga como si hubiera un equipo. Pero la ventaja es que si no está uno está otro. Si son taurinos vienen todos y se ven la feria entera, y además si hay momentos de contingencia como el día de Jesús Márquez, hay gente suficiente.
Yo lo que quiero es que vayan muchos, que vayan sabiendo dónde están las cosas, que sepan de qué va esto, que nos conozcamos entre nosotros, que seamos taurinos y que haya buen ambiente. Lo he recomendado en otros sitios, pero no lo ha hecho nadie.”
¿Cómo es la enfermería de las Ventas? Supongo que buena ¿no?
“Sí, de plaza de primera, muy bien dotada. Quizá un poco obsoleta en su organización, en mi opinión. En cuanto a la circulación de personas, etc. Pero claro, es que te estoy hablando ahora, una vez que la enfermería de la Maestranza actual está diseñada por nosotros, sobre un plano vacío y hecha a capricho de los médicos, y eso es mucho pedir”.
“Mientras en España haya un cuerno, habrá toreo”
A lo largo de estos años siempre se le recuerda que sus momentos más bajos de moral fueron en el 92, con dos muertes consecutivas, pero ¿Cómo pudo venirse abajo si eran dos cornadas mortales de necesidad?
“Eso mismo me decía mi esposa, que fue de gran apoyo. Lo que pasa es que fueron dos muertes muy seguidas, parecidas. Tras la de Montoliu me quedé tranquilo, lo acepté bien. Fue una cornada mortal instantánea, el torero llegó cadáver. Pero con Soto Vargas estuvimos cuatro horas y media suturando la aurícula, el corazón llegó a bombear de nuevo, pero sin fuerza, yo conocía a la familia…se me hizo más difícil”.
La gente se acuerda mucho de aquella de Franco Cardeño, o de la de Pepe Luis Vargas
“Fueron diferentes, la de Franco Cardeño impresionó mucho. No la vimos del todo, porque ya íbamos camino del quirófano. Luego nos encontramos con aquello en el quirófano…afortunadamente no era tan grave como pareció.
En el caso de Pepe Luis Vargas siendo muy grave para la época, no fue de las peores que he visto. Hoy día las hay más graves, y además en mayor cantidad por temporada”.
¿Qué torero le ha impresionado más?
“Todos. En la enfermería me han impresionado todos. El que no sea cirujano taurino no se lo creería. Pero los toreros no son humanos en la enfermería de una plaza de toros. Es otro mundo. Ahora bien, en las consultas…le dices a la enfermera que les ponga una inyección y ya están en la otra calle corriendo, son increíbles”.
¿Ha pensado en escribir sus memorias?
“Yo no las llamaría memorias, las llamaría vivencias, que es a lo que me dedico más bien. Mis memorias en plan “hice esto o aquello” creo que no le interesan a nadie, a mi familia o a dos amigos más como mucho. Y me han dicho que escriba un tratado de cirugía taurina, pero no. No quiero dar lecciones a nadie. ”
Añada lo que quiera…
“¿Pero qué más quieres que te diga? Ya solo me queda decirte el día en que me voy a morir… (Risas)”