Por IGNACIO RUBIO
Argamasilla de Alba celebra ya varios años un festival con buen sabor, bajo la tutela de Ángel y Bernardino Galán y hoy resultó todo un éxito en lo artístico y ganadero, tan solo faltó algo más de público para que todo fuera perfecto.
Se lidiaron reses de La Rinconada, con cuajo y nobles, el sexto premiado con la vuelta al ruedo. El peor el segundo, independientemente que se partiera el pitón con el burladero, el primero noble y flojo, el quinto rebrincado. Se dejaron en conjunto, el mayoral salió a saludar con Cesar Valencia.
La diversidad del cartel hacía presumir variedad en los estilos y así fue, desde el estilo mejicano de Fermín Spínola, el juvenil venezolano César Valencia y la escuela manchega de Fernando Tendero. Como la madrileña estaba a cargo de Leonardo San Sebastián y el Rubio. Ofrecieron un espectáculo muy digno para los aficionados.
Fermín Spínola se llevó una ovación fuerte y debió llevarse trofeos. El público aún frio
dejó al mejicano sin el triunfo que mereció. Estuvo bullidor y ofreció en todos los tercios variedad y gusto, banderilleo siempre en la cara, aunque con acople dispar y su faena estuvo llena de pulcritud y templanza. En su bagaje negativo, entender demasiado tarde la nobleza del de La Rinconada; cuando lo captó era demasiado tarde, pinchazo, estocada y descabello.
Antonio José “El Rubio” se encontró con un novillo bronco y que además tuvo la desgracia de partirse el pitón contra el burladero. La imagen y la conjunción de lo expuesto pasó a un segundo plano, donde no se le dio mucha importancia. Brindó a Ángel, el alma mater de los toros, en la localidad. Falló estrepitosamente a espadas y se le concedió una orejita, que anteriormente no paseó mereciéndola Spínola.
Leonardo San Sebastián estuvo cumplidor y con muchas reservas. Cortó una oreja por dos series de trazo largo y templado muy al final del trasteo –se le ve con poco oficio y mucha dudas- y el caso es; que cuando se embarca, templa y manda. Hoy estuvo por debajo de su enemigo.
Fernando Tendero aparecía en los ruedos después del triunfo de Ciudad Real y para nada perdió el estilo ni las formas, con ganas y a ganarse contratos. Su toreo a la verónica fue un preludio con la muleta a pesar de ser sorprendido y volteado de forma fea, un varetazo en el muslo no le impidió la lidia para recetar series con la derecha de mando y largura, llevando muy tapado al noble y bravo de la Rinconada. Al natural dos series sin ventajas y el de pecho, de pitón a rabo. Pinchazo previo a la estocada, para dos orejas y rabo, no salió en hombros al estar dolorido.
El novillero Álvaro Lorenzo tuvo un comienzo fulgurante con el capote, ofreciendo cuatro verónicas y una media, ganando terreno y meciendo los engaños; pero lastimosamente para él y los demás, su faena se basó en un continuo atropello por parte del animal, dando con sus huesos en el suelo una y otra vez. Tampoco acertó al matar, le dieron dos orejas al sufrimiento más que a su labor artística. Otra vez será chaval.
César Valencia, un venezolano de dieciséis años, cortito de talla, pero ¡amigo!, con unas ganas de ser torero, que llama la atención. Se comió literalmente a su enemigo un novillo con exigencias, bravo, embestidor y noble que obligaba hacer bien las cosas y César lo toreó de primor con el capote. Variado y ortodoxo en banderillas, cuatro pares incluidas las cortas, de buena ejecución. Como único defecto la tremenda rapidez en la ejecución y la puesta en escena. Pero faltaba la guinda del pastel, faena de poder a poder con gusto, templanza series con ambas manos interminables, enloqueciendo al público; los de pecho y circulares buenos así como las trincherillas y molinetes. En definitiva, de todo y bien ¡ojo sin mover las zapatillas un ápice! Pinchazo y estocada para dos orejas y rabo. Al recibir los trofeos invitaba al mayoral a salir a saludar mientras el novillo se le daba con justicia la vuelta al ruedo.
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