“Entre clamores y espantás. El soplo del toreo”
En Jerez, con Jesús Soto de Paula
Joaquín Albaicín
De cuando en cuando, coincido con Curro Romero en esta o aquella convocatoria. Hacía, sin embargo, mucho, demasiado tiempo que mis pasos no se cruzaban con los de Rafael de Paula. La ocasión de poner remedio a esa distancia me la ha proporcionado la presentación en Jerez, en la Peña “Tío José de Paula”, del nuevo libro de su hijo Jesús: “Entre clamores y espantás. El soplo del toreo”. Otros amigos a quienes hacía tiempo no veía, como Vicente Soto “Sordera” y María José Santiago, o nuevos -como Juan Cortés, acompañado de su hijo y homónimo, ganador del certamen de novilladas de Canal Sur- estuvieron también allí.
El mero hecho de compartir mesa y mantel con Rafael y Curro, no digamos tomar la palabra junto a ellos, constituye un privilegio, como un privilegio suponía, para los aficionados de otro tiempo, disfrutar de la conversación de un Rafael “El Gallo” y un Juan Belmonte sumidos ya en apacible retiro. Y, como conmovedora resulta la ternura con que los gitanos de Jerez arropan a su torero, únicos resultaron —por su exclusividad- los apuntes bailaores que los dos grandes artistas, casi sin moverse, se marcaron a instancias de las gitanas mayores, unas niñas en los días en que la multitud se llevaba a hombros a Rafael desde la plaza de toros hasta su casa en el Barrio de Santiago.
Evoca Jesús, en su alocución, a “Moraíto”, a “Antoñete”, a Luis “El de la Pica”, despierta suspiros al conjuro de los nombres de Curro “Puya” y “Cagancho”… Ya sólo por la foto que retrata a Rafael junto a “La Talla del Montañés” en el que fuera último viaje de éste a España, merecería la pena comprar el libro… Aunque la principal razón sea, por supuesto, la de disfrutar de la prosa —y, en esta ocasión, también de los versos- de un escritor con acentos propios. Además, aparte de sus intrínsecos valores literarios, la obra de Jesús Soto de Paula viene encuadernada con lomos de manifiesto, por cuanto en ella palpitan los fragores de una gallarda batalla contra el olvido —o, si lo prefieren, los de una feroz reivindicación de la memoria. Jesús Soto, en efecto, se resiste con encono a la desaparición de un mundo: ese desplegado sobre los territorios comunes al flamenco y al toro, reserva piel roja en la que, en virtud de los ataques de que es víctima el segundo, no podemos a veces dejar de percibir, muy a nuestro pesar, síntomas crepusculares que nos duelen en el alma.
Leyendo el libro, he vuelto a “verme” saludando a “Camarón” a la entrada de la plaza. Fue, Jesús lo recuerda bien, en Jerez (Paula, Manzanares y Ojeda en el cartel), allá por el 91… Como Jesús Soto de Paula, también yo me deleito en la evocación de aquel día lejano en que la vista se nos fue tras la estela de un lance genial de Rafael o Curro, verónica en la que, sumidos en una ensoñación, sin darnos cuenta terminamos envueltos y de cuyo vuelo aún no hemos hallado la salida. Entorno las pestañas, y me siento invadido por la misma nostalgia que iluminaba la otra noche, cerca de la calle Nueva, la mirada de estos dos toreros de hoja perenne a quienes nunca faltarán bardos que troven sus legendarias gestas.
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El Imparcial
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Curro Romero y Rafael de Paula
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