Las mulillas de Quito al paro....
/Fotografía La Loma/
De intereses y sentimientos
"...Una de esas pocas agrupaciones de aficionados, con expansión internacional, es el Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida. Sus asociados consideramos que la lidia del toro bravo es bastante más que un mero espectáculo al que va la gente a divertirse. Para nosotros el término Fiesta Brava es tradición y cultura, tiene un carácter litúrgico y un simbolismo social. Por eso reprobamos el sacrilegio de la mutilación del rito y la herejía que van a perpetrar sus sacerdotes..."
Javier Hurtado
Madrid, 24/11/2011
La realidad taurina se ha puesto muy antipática en el cantón de Quito. Anda la afición dividida y revoltosilla a causa de la componenda municipal de extirpar la suerte suprema de la corrida de toros para evitar su rotunda prohibición.Y así tendría que haber sido en aplicación del resultado del referéndum, puesto que la indecente pregunta dirigida al pueblo pedía su voto para prohibir, de manera explícita, los “espectáculos cuya finalidad es la muerte del animal”.
Pero como el político sibilino, además de nadar sabe cómo guardar la ropa, Gobierno y Municipio conocedores ambos de las nefastas consecuencias que tendría para la economía de la capital la supresión de su Feria, en vez de matarla consensuaron concederle el indulto eliminando de la lidia la suerte suprema.
La medida, por su sincretismo, conciliaba doctrinas diferentes: restañaba la herida abierta en las urnas al sector del toro y complacía a los ganadores del plebiscito.
Pero ¿dónde recoge ese pacto político-empresarial el sentir del aficionado? Olvidaron que el aficionado aunque sea un espécimen en vías de extinción es cliente fijo en la taquilla a la hora de comprar el abono. ¡Ah¡ que el contubernio no reparó en el idealismo altruista del aficionado porque la medida se había ideado para salvaguardar intereses económicos, no para tutelar sentimientos. Ya. Bien.
Entonces se comprende que los afectados reaccionaran, faltaría más, y de entre la reducida afición quiteña, un grupo misoneísta, defensor de la integridad de la Fiesta en el que está incluido el Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida , mostrara su disconformidad con la providencia municipal. De manera que al considerarla una profanación del rito, estaban en su derecho de firmar un manifiesto de oposición a la corrida desmochada y la ordenanza que la desarrolla.
Es más, desde España, Francia, México, Venezuela, Perú y Colombia se ha echado leña a esa hoguera censurando a los matadores de toros españoles que han dado su conformidad a la empresa de Iñaquito para participar en la lidia mocha. El punto de vista puede que no guste, pero merece respeto.
Hay en Quito otra facción de aficionados, de natural más amoldable, con imbricaciones en el entramado del toro, que acepta el trágala como mal menor y prefiere ver la corrida hasta el desenlace antes que quedarse sin fiesta. Estos aplauden la practicidad de la medida porque salvaguarda los intereses del sector mientras que aquellos, en lugar de cabeza, le meten al asunto corazón y pasión.
Todo en esta trama es cuestión de certidumbres y creencias, de sentido y sensibilidad. Dos opiniones contrapuestas cuya argumentación y defensa en las redes sociales sin embargo, está levantando gran polvareda y, de paso, deteriorando la concordia en la aldea global taurina. El “Caso Quito” puede ser foco de contagio en plazas sensibles a los embates de animalistas y antitaurinos.
Pero qué se le va a hacer, sobre un modo de ver lícito superior insurge el modo de ver lícito inferior y algunos sollastres anónimos a quienes no son de su bando los acusan de atentar contra su Feria. Ellos anteponen la proscripción de la suerte de matar y el concurso de los toreros españoles como propuestas salvadoras de la Fiesta en Quito, a posibles consecuencias de futuro.
Y desde hace días gotean por Internet escritos reivindicativos plagados de simplezas en racimo, de a tres y de a cuatro en cada texto. Se han erigido en abanderados de la cruzada de salvación de la Fiesta “reinventándola” (¿?) y lo que están consiguiendo es desvelarse como seudo-aficionados de discurso deforme e hipotecado, con el ascendiente y el crédito moral perdidos.
No deberían estar preocupados porque la feria va a contar con gran afluencia de público. Lo que hoy abunda en los tendidos es el espectador contentadizo que paga a quien le divierte, no a quien lo educa. ¿O no es verdad que en las plazas de toros la mayor parte del respetable la constituyen individuos nescientes, que sólo desean divertirse?
Claro que, si apenas queda afición es por culpa del deterioro del espectáculo y la que va quedando se reduce a pequeños grupos, desmoralizados o contaminados. Es una lástima que en el diminuto planeta de los toros cada vez sean menos los núcleos, homogéneos como células embrionarias, que organizan tertulias, que claman por la seriedad del toro y, en labor mancomunada de proselitismo, se preocupan de captar adeptos para la Tauromaquia.
Una de esas pocas agrupaciones de aficionados, con expansión internacional, es el Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida. Sus asociados consideramos que la lidia del toro bravo es bastante más que un mero espectáculo al que va la gente a divertirse. Para nosotros el término Fiesta Brava es tradición y cultura, tiene un carácter litúrgico y un simbolismo social. Por eso reprobamos el sacrilegio de la mutilación del rito y la herejía que van a perpetrar sus sacerdotes.
Para nosotros y cualquier aficionado que se precie dejar a la corrida de toros sin suerte suprema es quitarle el jugo y su percusión social. El signo sensible que es la lidia se ha truncado en Quito y es lógico que todos los cabales lo deploren y aboguen por su unidad e integridad.
Por desgracia la suerte parece echada y mucho nos tememos que la mutilación de la corrida con la consiguiente entronización de una ordenanza falseada, la falta de rigor y la ausencia de verdad van a ser, dicho sea con todo el pesimismo posible, fertilizante de ataques provenientes de diversos frentes. Tiempo al tiempo.
De momento quedamos pendientes del desarrollo de la nueva corrida de toros, un experimento lidiador made in Quito sin alternativas, sin avisos, sin espadas, sin… A saber si la institución de esta nueva modalidad taurina prosperará y creará escuela. Todo es posible. Desde luego plumas prestas al panegírico no le faltarán y heraldos dispuestos a cantarlo siempre habrá. O sea, que “se non e vero, sara ben trovato”.
Ahora bien, de una cosa pueden estar completamente seguros organizadores y toreros: sin suerte de matar por medio, la repercusión de la feria Jesús del Gran Poder en el orbe taurino, va a tener el mismo impacto social que el anuncio de peines para calvos.
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P.S.: Recogido en un ensayo de un cura argentino del siglo pasado:
A un hombre que se quiere engañar
¿qué castigo le hemos de dar?
Pues dejar que se engañe, amigo,
No hay peor castigo.
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