Por Juan Mariano Monasterios Bernal
Recordando al maestro, César Faraco “ El Cóndor de los Andes”. En Honor de este excelente caballero, impregnado de una irresistible forma de ser, de unas maneras y formas de actuar de exquisita torería, como la grandeza de la existencia maravillosa y hermosa del Toro Bravo de Lidia, el cual le dio a raudales a este Pedazo de Torero, toda su verdad, convirtiéndole en un ser de valiosísimos procederes, y de una peculiar singularidad, la cual le impregno de una sapiencia asombrosa, para aglutinar amigos a su vera, causando la admiración, que germinaba por doquier como bosque de frondosos y extraordinarios vínculos de arraigada sinceridad, conocimientos que se nos van en las caudalosas aguas de la muerte, suspiros de los momentos de esplendorosos y mutuos sentires Maestro.
La futura nostalgia que se presagia, como clavo ardiente que nos atiza su segura ausencia, nostalgia por escuchar su pausada y respetuosa forma de hablar, nostalgia por escuchar la sutil manera, de decir las cosas tan distintas a todos, tan llenas de sentimiento torero, que contagiaba con placer de ensueño a nuestros corazones, gracias por su preciosa humildad y discreción en su actuar, sencillez de magnitudes inimaginables, solo trastocada en su esencia al ceñirse de seda y oro. Vestirse de torero, carajo que fuerte Maestro, es ya su ausencia, la que va usted al encuentro de su apasionado amor.
El Toro Bravo de Lidia, si señor, va al paraíso de todos los toros que usted lidio y, dio con inmejorable Honor su maravillosa suerte suprema, solo ante la majestad del Toro Bravo de Lidia, usted imponía su porfía y tesón de Maestro del Toreo.
Que dura es la suerte suprema
cuando se lleva a “Un Pedazo de torero”
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