Por Juan Miguel Núñez
Madrid, 31 ene (EFE).- El traje de luces es de origen napoleónico, de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y primitivamente se inspiró en la vestimenta de la nobleza, doscientos y hasta trescientos años antes, según Antonio López, director de la afamada sastrería de toreros "Fermín".
López hizo esta afirmación en el Aula Magna de la Universidad San Pablo-CEU, ante un auditorio de más de doscientos alumnos de los cursos segundo a quinto de Arquitectura de dicho centro, participantes en un "Taller Transversal de Proyectos", dedicado hoy al sentido estético y funcional del vestido de torear, y su evolución.
"El cuello de los generales de Napoleón Bonaparte es lo que llevan los diestros de ahora, con esa rigidez que da un aire altivo, reflejo de suficiencia, arrojo y poderío para estar en el ruedo, como el público quiere ver a los toreros, y como de hecho se sienten ellos frente al toro", explicó Antonio López, sastre de las principales figuras del toreo actual.
"Un traje cuyo diseño es seudo militar, en el que las estrellas son los alamares", insistió.
La chaquetilla y la taleguilla, piezas básicas en esta vestimenta, tan ajustadas al cuerpo y con un llamativo diseño de colores y bordados, tienen apariencia femenina, de ahí lo de "vestido" y no traje, sin embargo, "en la mujer no realzan el encanto de su silueta, en tanto al hombre le reafirma en su estampa de macho", dijo el sastre. Aunque también consideró que "puede ser por la fuerza de la costumbre, ya que lo habitual ha sido el varón torero".
De los actuales patrones que tiene el traje de torear contó López su transformación en el tiempo, "de unas chaquetas largas, como las que normalmente se han usado siempre, a las de una cintura alta, cada vez más alta, en tanto ha ido subiendo también el talle de la taleguilla, y así se ha estilizado más la figura del torero".
La taleguilla está hecha sobre raso y punto para que se pegue más al cuerpo y tenga elasticidad, de forma que se puedan sortear mejor las embestidas. "El torero necesita sentirse ajustado. Cuanto más apretados lleve los músculos, tendrá una respuesta más ágil ante lo imprevisto, y saltará como un muelle. Eso es también seguridad".
Antonio López hizo otras reflexiones en torno a los símbolos del atuendo torero, cuyo significado está emparentado con la personalidad del diestro y sus circunstancias en el ruedo. Por ejemplo, "los bordados tan comunes de hojas y flores, algo que en el desierto no existe, y que en la soledad tan tremenda del torero en acción le hacen sentirse muy acompañado, más firme y seguro".
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