Por ANTONIO D. OLANO / FOTOGRAFÍA: ©DOLORES DE LARA
En estas fechas estalla la primavera y se da la salida a la temporada taurina.
A la presente podemos llamarle “la del suspense”: Todos saben todo y nadie sabe nada.
Hay tres casos sin resolver:
1) Vivimos en un sin vivir porque todavía no se sabe si habrá toros en Cataluña. El Faro que la iluminaba tiene todavía un nombre: “Monumental”. ¿Cerrará sus puertas para abrirlas a un mercadillo? Con las reiteradas declaraciones de Bien Nacional con la que España entera califica a la Fiesta, se nos hace difícil creer que a Barcelona y a Cataluña les haya llegado la palabra fin.
2) Tiemblan las economías. Y los poderosos de la televisión todavía ignoran si se llegará a un acuerdo para televisar las corridas. Se habló insistentemente de agrupaciones que responderían solventemente de pagar a todos los toreros asociados que fuesen beneficiados con los derechos televisivos.
3) Ya hay gallinero, pero el gallo de pelea cacarea como una gallina clueca. Esta comprobado que la Fiesta tiene “Josetomas (dependencia)”. Nada nuevo bajo el sol y el mismo sol sobre el albero. Siempre existió dependencia de los manda(más) de cada época. Joselito “el Gallo” incluso mandó construir plazas capaces de convocar multitudes porque él mismo sabía que las llenaba. En sus tiempos contaba con la competencia (más bien con la complicidad de Juan Belmonte).
Aparecen sobre el ruedo los íntimos enemigos, en la calle amigos íntimos: “Manolete” y Carlos Arruza, arrollan. Eran tiempos en el qué los económicamente débiles cuentan que vendían el colchón y compraban entradas.
Manuel Rodríguez es enfrentado al número uno, Luis Miguel Dominguín. Luis Miguel nunca fue enemigo de El Califa cordobés. Incluso en Linares, antes de la tragedia, Manolete visitó en su habitación a Luis Miguel y le dijo: “Yo ya me voy de los toros. Tu heredaras a mis seguidores y también a mis enemigos”.
Un ciclón viene de Andalucía. Se llama Manuel Benítez y lo apodan el Cordobés. Si hablamos de competencias tendríamos que referirnos a Palomo Linares, y pare usted de contar. Al igual que Luis Miguel, “el Cordobés” se enfrenta a sí mismo.
Muchos años después aparece José Cubero “el Yiyo”, es el Mesías esperado finiquitados posibles fenómenos como Ojeda. No hay quien lo supere. En plena juventud se lo lleva por delante el único rival posible: La Muerte.
Y llegó José Tomás. Luces y sombras. Sus colaboradores son maestros en “el suspense”. José Tomás a sangre y a fuego. Salva sus baches en plazas españolas cuando se decide, pirata del Caribe a convertirse en el salvador de la Fiesta en Barcelona.
Él es el único reclamo para abarrotar esa plaza y llenar las restantes del mapa taurino. Pero el que fue “niño prodigio” juega al póker como nadie. Debería apostar en Las Vegas. No admite televisiones ni acepta imposiciones. Está faltando en las primeras y más importantes ferias. Salvo un milagro, no irá ni a Sevilla ni a Madrid.
De él depende el lleno en los tendidos. Ahora reaparezco, ahora me retiro. Mi quito ni pongo rey. Tampoco ayudo a mi señor que señor no tengo. Respeto hasta donde se hace respetar a una figura carismática como es el madrileño. Él y la suerte son dueños de su destino. Los empresarios saben que para cubrir un abono solamente basta que en los carteles pongan un nombre, José Tomás.
No hay comentarios :
Publicar un comentario