Por José Luis Cantos Torres, biógrafo de La Monumental de Barcelona
En mi vida he llegado a una máxima inapelable para regular mis amistades, y esta es la siguiente:LA HUMILDAD Y LA SINCERIDAD SON PREMISAS INDISPENSABLES PARA LA AMISTAD. Por eso admiro al profesor decano del periodismo taurino catalán, don Antonio Santainés Cirés. Hace más de 20 años que lo conozco de vista y desde hace unos dos, mi amistad y mi trato han sido más personal y cercano.
En todo este periodo de tiempo, nunca le he visto en público alardear, vanagloriarse, buscar la admiración por despecho o reivindicar un protagonismo para ser venerado. Y, créanme que motivos, vivencias y cátedra tiene a raudales, para destacar e impartir lecciones a muchos perdonavidas que van de grandes críticos, escritores y eruditos máster de la tauromaquia. Formado por la tinta de grandes plumas como la de Don Ventura, Uno al Sesgo, K-hito, Corrochano, Azares etc. sus reseñas y artículos tienen el sello personal de su forma de ver las cosas, independiente y liberal, como sus tres libros, Los Toros en Cataluña, La Dinastía de los Bienvenidas “un siglo de gloria y tragedia” y Domingo Ortega “80 años de vida y toros”, de obligatoria lectura para todo aquel que deseé una formación taurina avanzada
.Nacido en la dictadura de Primo de Rivera en la capital catalana, a muy corta edad pudo presenciar las actuaciones de toreros legendarios de personalidad muy marcada, que además de ser toreros lo parecían de verdad como, Armillita, Ortega, los Bienvenidas, Manolete, Pepe Luis, Arruza, Pepín Martín etc. Cargado de voluminosos magnetófonos se desplazaba por la Ciudad Condal, para entrevistar a los grandes de la tauromaquia, incluso a las figuras de épocas anteriores.
Escuchar a don Antonio rememorar paginas históricas de la tauromaquia, es una gozada por su contenido y por la impresionante memoria que posee, una memoria que mantiene muy fresco por ejemplo, como Rafael el Gallo le narró una tarde en casa de la familia Balañá, como su hermano José, cortó la primera oreja que se otorgaba en la Maestranza de Sevilla. Según me contaba el profesor, escuchar la profundidad de aquellas palabras y la debilidad cariñosa que el Divino Calvo sentía por su hermano, ponían literalmente el bello de punta.
Ya no les quiero ni contar la emoción que desprende cuando describe a su apreciado Domingo Ortega, o la emblemática familia torera de los Bienvenida. También el profesor fijó su mirada en la encomiable labor que el ilustre cirujano César Olivé Gumá desempeñó al mando de las enfermerías de Barcelona, y para perpetuar la memoria de tan insigne persona, llevó a cabo una recaudación en 1961 para que en la enfermería de La Monumental descansara una placa conmemorativa y un busto del inolvidable doctor.
Y todas estas vivencias irrepetibles de la historia taurina de nuestro país, pasan por la vida de don Antonio como en un sueño, sin alardear de ello a los de la galería, sin reivindicar por ello un puesto destacado, una jerarquía o una silla reservada con su nombre en una conferencia mediocre. En el silencio impuesto a golpe de subvención, de una Barcelona reinventada para desviar la mirada de la destrucción, la deriva y el caos de las acciones económicas de clase política, don Antonio revive sus memorias con humildad y sinceridad en los micrófonos de la Cadena Ser y en su santuario taurino La Brioche de la calle Casanova, donde algunas personas entre ellas un servidor, nos deleitamos escuchando la vida taurina de este irrepetible historiador, don Antonio Santainés Cirés, Profesor Decano del Periodismo Taurino Catalán.
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