sábado, 16 de febrero de 2013

VISITA GUIADA AL MUSEO SOROLLA

 

Por Isabel Fdez. Abad

Como dama que recibe a otras damas, amante esposa y eterna musa del pintor, doña Clotilde en traje de noche, nos abre las puertas de su hermosa casa.

Clotilde Nos recibe sentada junto a la entrada de lo que era el antiguo almacén. Nos presenta a su marido, el artista, junto a ella en un autorretrato dedicado y a sus tres precioso hijos que nos miran atentos, como lo haría la infanta Margarita desde aquella velazqueña estancia de palacio.

En el paseo por la casa nos lleva primero al área de trabajo del pintor, tres estancias donde lucen espléndidas sus pinturas junto con el mobiliario y todos esos objetos de los que le gustaba rodearse, y es que Sorolla tenía espíritu de coleccionista.

Pasamos a su estudio: sus pinceles, caballetes y pinturas se conservan tal y como los dejara, igual que aquellos cartoncillos que solía llevar en el bolso, en los que en forma de pequeñas notas de color, apuntaba sus inspiraciones.

De frente Paseo a orillas del mar, cálida brisa mediterránea que mueve los vestidos de Clotilde y María cuan Victorias aladas por los tules de sus sombreros.

Pasamos al salón, radiante tras la pequeña reforma acometida recientemente, allí nos espera de nuevo la familia y podemos ver alguna obra de Elena, la menor de las hijas del artista, talentosa escultora.

Disfrutamos de alguna de las joyas de la casa como la lámpara Tiffani que cuelga del techo o su colección de cerámica de Manises.

Para terminar con su jardín; y es que Sorolla tenía alma de jardinero, su mejor obra como solía decir él estaba inspirada en los jardines de la Alhambra y en los reales Alcázares de Sevilla.

Luce en sus pinturas un jardín espléndido y florido, luminoso y radiante, cuidado por la mano de su creador, que ofrecía a la familia ese remanso de paz tan anhelado.

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