4 de Abril del 2013. Entrega de Premios “Gran Vía”

El Embajador de la Republica Popular China en España, Zhu Bangzao

arropado por los  periodistas, Alfredo Amestoy y  Alfonso Arteseros

Como muchos de Vds. conocen, en el año 2010 se cumplieron 100 años de la Gran Vía Madrileña.

Las obras se iniciaron un 4 de abril del año 1910, con un simbólico golpe de piqueta de S. M. el Rey D. Alfonso XIII.  

hoy día 4 de abril del 2013 se conmemora un año más de la Gran Vía Madrileña.

Informa y Fotografías: DOLORES DE LARA

Como cada 4 de abril…

-Y van 103 años, desde que aquel 4 de abril de 1910, S.M. el Rey de España D. Alfonso XIII inaugurara en compañía del entonces presidente del Gobierno, José Canalejas y el alcalde, José Francos Rodríguez, con un simbólico golpe de “piqueta de plata” las obras de la Gran Vía de Madrid, la arteria más importante y emblemática de la Capital.

¿Quién no la conoce? Desde nacionales a extranjeros es la avenida más visitada y transitada de la ciudad. Cines, teatros, restaurantes, tiendas de todo y para todos…Así en el número- 13 (12+1 para nuestro campeonísimo Ángel Nieto), se encuentra ubicado el Casino Militar que originariamente fue creado como Centro del Ejército y de la Armada.

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  Y también, la gran noticia: Este pasado miércoles 4 de abril, en las instalaciones del Casino Militar, pudimos disfrutar de una recepción para distinguir a tres insignes personalidades de la vida social madrileña: el Embajador de la Republica Popular China en España, Zhu Bangzao, el conocido y reconocido periodista Alfredo Amestoy y al que más memoriza a España en su portentosa cabeza, Alfonso Arteseros, los tres, recibieron una estatuilla de uno de los monumentos más significativos de esta ¡GRAN VÍA MADRILEÑA!

 

 

Nadie faltó a esta importante cita…

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RETROCEDIENDO EN EL TIEMPO

RECORDEMOS UNA SIMPÁTICA ANECDOTA

DEL TORERO DE LA GRAN VÍA : “FORTUNA”

Foto: Campúa
"Fortuna" entra a matar.

Según cuentan los cronistas de la villa, un buen día, al alba, a las puertas de este emblemático edificio, Casino Militar, llegó un descarriado y voluminoso toro, del hierro de Luís Hernández, buscando guerra. ¡Y vaya que la encontró! la encontró a manos de un valiente torero, Diego Mazquiarán “Fortuna”.

El día 23 de enero de 1928 era fiesta, los balcones y las ventanas de Madrid estaban adornados por colgaduras, banderas y mantones, hacía frío y a las 11 horas el matador “Fortuna” inauguró la temporada taurina en la Gran Vía de Madrid.

La pareja compuesta por un toro y una vaca, propiedad del ganadero Luis Hernández, pertenecían a una punta de ganado que tras pasar por la Inspección Sanitaria de la carretera de Extremadura, se dirigía al matadero. A la altura del paseo de la Virgen del Puerto ambos escaparon de la manada y corrieron por la cuesta de San Vicente, plaza de España, calle de los Reyes, Corredera baja de San Pablo y calle de Valverde hasta llegar a la Gran Vía, hiriendo gravemente a dos ancianos, a un ordenanza de la comisaría del Hospicio y arrollando cuantos obstáculos encontraban en su camino. 

La vaca fue pronto inmovilizada gracias a una soga que llevaba atada en el cuello, pero el toro prosiguió su camino por la acera derecha de Conde de Peñalver (Gran Vía), patinando entre los baldosines, hasta que se encontró de frente con el diestro Diego Mazquiarán “Fortuna” que, utilizando su entallado abrigo como muleta, lidio a la vez con el toro y contra algunos jóvenes que consideraron la ocasión propicia para ensayar sus propios lances. 

Al grito de ¡Traedme un estoque! le fue entregada al torero una espada demasiado endeble para la faena, procedente del cercano Casino Militar. Pero un chofer se prestó para ir a casa del maestro, situada en el número 40 de la calle de Valverde, a por sus trastos de matar.

Quince minutos duró la faena del diestro, mientras los espectadores pasaban del sobresalto al entusiasmo por ver una corrida de toros en lugar tan atípico.

 Foto: Luque
Diego Mazquiarán "Fortuna" (señalado por un aspa) junto al toro muerto, en la Gran Vía de Madrid.

“Fortuna”, maestro del volapié, igualó al toro y clavó tres cuartos de su estoque sobre la res, que malherida, emprendió una precipitada carrera que fue perseguida por su oponente hasta realizar su descabello.