“La Camisa Olvidada de un Gran Hombre que fue Sabio como Torero,
La Cual Traspira Aun su Humilde Historia,
Curtiéndole con el Perfume de un Sencillo Maestro”
Juan Mariano Monasterios Bernal.
Es de profundo pesar vivir en estos días del mes de junio la ausencia de un admirado ser, que en los avatares que nos consumen hemos olvidado con desparpajo absoluto, fue tan duro su trajinar por las andaduras de la vida, como de igual fue el sufrimiento de su cuerpo por las cornadas abrazadas a sus carnes por los pitones del hermoso toro bravo de lidia, traspirando los sudores de su peculiar ilusión rebosante de humildad en sus dificultosas andaduras por los caminos del toreo, dejando tras de sí la polvareda que se levanta arrebatadamente cegándonos el corazón para cundirnos del más nefasto olvido, es a penas justificable que me atreva a escribir recordando la historia sencilla que aun traspira su humilde camisa Maestro.
Nos rasgábamos nuestras hipócritas vestiduras reclamando ser dueños de la amistad del Maestro, mientras él se vaciaba en su mera entrega por qué fuéramos leales amigos de la vida, hay que duro es recordarle en tan oscuro océano del olvido, para que en la galera que surca nuestros tiempos con las velas roídas por nuestro magistral desprecio, al camarote de los recuerdos en el cual le hemos fundido como los aceros toledanos olvidados en las fundas de los caballeros de antaño, acerrojados en los baúles del olvido que han saciado los siete mares de nuestra pirata vida, ¡Hay Maestro que sudor tan hondo y, seco traspira su olvidada camisa!
Todos aquellos valores que como hombre nos inculco a sabiendas de nuestro seguro olvido, impregnando cada rincón taurino tachirense con el sudor de su camisa con los aromas de la sincera amistad procesada por sus axilas, pero que para nosotros ha sido fácil desfallecer ante el fácil sendero del olvido, fueron tan grandes sus excelentes menesteres que no terminamos de valorarlos en su justa medida, acabando con la historia humilde que encierra la camisa del Maestro de San Juan de Lagunillas, esa que con delirante discurso fue donado por uno de sus mas acérrimos hijos de la vida, al museo de la plaza de toros Ramón Eduardo Sandia de Mérida, es mejor las volteretas sufridas tras sus ceñidos muletazos por ser alguien en el toreo, hasta empaparse la bragueta con la sangre de la verdad del toro bravo de lidia, esa que aunque le calaran siempre fue con la sinceridad como estandarte concebidas, nunca esas huellas de los pitones que surcaron con delirante amor en sus carnes, sangraron sin parar causando la hemorragia del placer de ser torero, no dando cabida a la amistad fingida que cundida del malaje y, el genio que da como consecuencia a el olvido que desgarra cuando surge el peligro hecho sentido en cada embestida, perdone usted Maestro por las cornadas de los hombres que están infectadas en sus astas del hipócrita olvido.
Allí ha quedado la camisa del Maestro que atesora una sencilla historia para que nunca se le olvide, a eso convidaba los sencillos y, sentidos pensamientos de un hijo de su maravillosa vida al cual mientan con cariño, Manolo. Pues nada, eso es lo que queda una simple camisa del Maestro, porque fue de las pocas cosas que dejo regadas en su vida, es tan esplendida su tela que se abrazan los ojales con los botones en un penetración solo comparable al hacer divinamente el amor, con el ser soñado de nuestras apasionadas vidas.
Así que olvidadizos aficionados como andamos por la vida dejando atrás a todo ser que nos ha inundado con su sabiduría, recordemos la historia del Maestro de la montaña, ¡Usted que trajo! y tengamos que reflexionar profundamente en nuestros mezquinos adentros ¡No Hemos traído nada, tan solo nos acordamos del olvido al cual hemos condenado a la humilde camisa del Maestro! que si le recordáramos nos daríamos por enterados que atesora una bella y, sencilla historia aun ávida por contárnosla el Maestro, porque aun traspira su sudorosa sabiduría que empapa la sencilla camisa del olvidado hombre hecho un sabio torero en su hermosa vida
Simplemente es lo que curte la camisa del Maestro, tras traspirar intensamente en su bohemia vida, era como el caminante que se hizo camino al caminar pero sin maleta porque de todo se desprendía por las orillas de los caminos que silenciosamente sufría, su capote templaba con el temple de la sencillez en su esclavina, que deliraba en su singular humildad con la cual nos conmovía, bañándose en el valor inquebrantable con el cual esgrimía tenazmente el honor sublime a la amistad, con la cual saciaba la sed por la savia de su pañosa de hombre cabal que en el palillo empuñaba a diestra y, siniestra con la verdad en la profundidad de cada pase al vaciarse completamente hasta más allá del nunca acabar, pero que extendía con la cordialidad de su lentitud al torear de su dislocada cintura ¡Solo nos queda esa humilde camisa con su sencilla historia que tozudamente queremos olvidar que nos dejo! ¡Pero tenemos que comprender que esta hilvanada con los hilos de la verdad, que en su maravillosa vida confecciono al vestirse con ella y manifestar a rabiar todo el arte de torear en su tela sudada con entrega llena de pasión! en espectacular comunión por los caminos taurinos en su lento caminar como hombre ataviado de humildad por nuestras olvidadizas vidas con la virtud de su eterna sabiduría, tan solo lacerando ardientemente nuestros recuerdos por el sabio Maestro año en año ¡Disculpe Usted, Maestro, Cesar Faraco por la Triste Osadía, Al Olvidar La Humilde Historia que encierra la belleza de su Sencilla Camisa!
¡Esta es la Humilde Historia que Traspira esta Sencilla Camisa,
Con La Grandeza del Sudor del Hombre Convertido en Sabio como Torero
Que Aromatizo Nuestras Olvidadizas Vidas
Por el Recuerdo del Perfume de un Sencillo Maestro!
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