POR: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO / MEDIAVERONICA.COM
Todo parecía venirse abajo cuando el primero de la corrida, un cornipaso de Adolfo Martín, irrumpía sobre el albero manchego dejándose en “Los Alijares” la casta cárdena que atesoran los extremeños. Se caía, volvía al caballo y olvidaba que de su condición brava debía brotar su condición humilde. Y así, del uno al dos y del cuatro al seis, salieron inco “adolfos” de primera con genio de tercera. Y un tercero noble que deleitó en tres tandas junto al mago Aguilar y que a la cuarta se le subió a la parra daimieleña la fiereza, la codicia, la nobleza de su encaste. No hubo más toro, pero hubo más Alberto.
Abrazo de toreros
Fue el más chico del festejo. Ahí queó. Entró al caballo como si accediera al mercado de la bravura y salió bien servido por picador y por torero: ante sí, un Alberto Aguilar de mente fría pechó con el “adolfo” hasta conseguir encelarlo en la muleta que enamoró el Madrid primaveral por San Isidro. Tres tandas, tres, sentenciaron el objetivo cumplido con el que el joven torero trenzó el paseíllo.
Antes, el madrileño levantó Daimiel en un recibo capotero de impecable gladiador. Rubricó poco después, en un quite a la verónica, que aquí o se viene o no se viene. O se es pilar o se es cimiento: o se llega alto o eres la base para que otros lleguen. El águila Aguilar eligió volar muy alto siendo base de este tipo de corridas.
Y si de pilares debe hablarse, de un novillero fue la tarde: Carlos Aranda, como oasis repleto de esperanza novilleril, plantó cara en el ecuador de un festejo venido a menos. Airoso con el percal, templado con la franela y seguro con el acero, la adolescente estampa de Carlos Aranda - a contraquerencia de los valores de la sociedad actual- nos regaló la visión más bonita del futuro de la Fiesta. Es posible fusionar juventud, ambición y sueño. Es posible. Es posible ser torero siendo adolescente.
Tandas y tandas por ambas muñecas llenaron de olés eternos los tendidos de sus paisanos. Y como para ser torero es imprescindible demostrar la elegancia que esta profesión implica, Aranda brindó a sus sueños –Castaño, Vázquez y Aguilar- la faena del que cerró plaza. Toreo subterráneo, relajado y elegante, muy elegante. Elegantísimo. Torerísimo. Novillerísimo. Pide ya los caballos de una vez por todas.
Javier Castaño, en torero durante todo el atardecer, mostró que su valor y garra son ingredientes imprescindibles no sólo en su concepto, sino en el canon conceptual de la Fiesta. Pero esos ingredientes sin la sal oportuna, llámese Adolfo Martín, ni deleitan ni pintan ni hacen chichiriflautas. Nada tiene importancia si no hay toro; y para fraudes, la falta de casta de su lote; y para ovaciones, la casta que demostró una vez más su cuadrilla.
El local Luís Miguel Vázquez debutaba esta temporada con la de Adolfo: si mal fue el convite, peor fue el resultado. Torero de estética, torero de pellizco y torero de gracia que no se acopló en ningún instante al exigente encierro extremeño. Apuntarse a las duras en tiempos complicados es sacar la cabeza cuando el agua ahoga a todo el escalafón. Pero es necesario saber nadar. Lo sabe hacer Luis Miguel, pero quizá no era el momento de echarse mar adentro aunque la espera se haga insoportable. Suerte, torero.
“ILUSIÓN DE NOVILLEROS” . Calificativo ejemplar para escalafones: el mayor, por ambición; el menor, por obligación. Ilusión de novilleros: el de Madrid por casi tocar el sueño de su vida; el de Daimiel, por soñar con él en cada anochecer manchego. Ilusión de novilleros: Alberto Aguilar, por valor, por entrega, por ambición; Carlos Aranda, por sueño, por compromiso, por elegancia. Ilusión de novilleros: calificativo equivalente a toreo, a Fiesta, a juventud. Ilusión de novilleros.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de DAIMIEL (Ciudad Real). Más de media entrada en tarde veraniega. Seis toros de ADOLFO MARTÍN, bien presentados y de juego desigual; destacó el buen tercero, aunque venido a menos. Dos novillos de “EL COTILLO” -4º y 8º-, encastados, nobles y enclasados.
JAVIER CASTAÑO, de blanco y oro, palmas y oreja.
LUIS MIGUEL VÁZQUEZ, de verde oliva y oro, silencio y oreja.
ALBERTO AGUILAR, de rioja y oro, ovación y oreja.
El novillero CARLOS ARANDA, de blanco y oro, dos orejas y dos orejas.
Saludaron tras parear al quinto Fernando Sánchez y David Adalid.
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