"...El espectáculo de Talavante, negándose a matar al toro y exigiendo al presidente el indulto, y el comportamiento del nutrido grupo de taurinos del callejón pidiéndolo ostensiblemente, incluido empresario pañuelo en mano y ganadero, hicieron lógicamente, que el público se adhiriera a la causa, forzando al presidente a tener que darlo, aunque estaba indicando al torero que matara al toro..."
"Lo que antes era un hecho excepcional que se producía una o dos veces por temporada, si acaso, se ha convertido hoy en un hecho cotidiano. Parece que como no haya indulto, no hay triunfo total", escribe Ignacio Sánchez-Mejías en su columna de opinión en su blogs "Desde el tendido 2", para a continuación poner justamente en solfa esta moda moderna que en realidad lo que hace es devaluar esa figura tan singular que siempre ha sido y debe seguir siendo el indulto.
El abuso devalúa esa figura
Por Ignacio Sánchez Mejías / deltoroalinfinito
De toda la vida, el indulto de un toro en una plaza ha sido una cosa excepcional. Con el advenimiento de las comunidades autónomas y las correspondientes duplicaciones y transferencias de normativas, hoy día, se puede producir un indulto en casi cualquier festejo.
Por otra parte, los taurinos han visto en el indulto un arma para defenderse de los antitoro. Con esta corriente bondadosa, “buenista” y animalista, se argumenta que no siempre se mata al toro, que si es bueno se le perdona la vida. Además, ahora se argumenta que el máximo triunfo es el indulto. Al hilo de esto, parece que esta corriente está en pro de que el baremo subjetivo de medir el triunfo de los toreros es ahora de: bronca, pitos, silencio, ovación, vuelta, oreja, dos orejas, dos orejas y rabo e indulto y máximos trofeos simbólicos.
Lo que antes era un hecho excepcional que se producía una o dos veces por temporada, si acaso, se ha convertido hoy en un hecho cotidiano. Parece que como no haya indulto, no hay triunfo total. Sobre la base de esto, son los toreros los primeros interesados en triunfar y son los que provocan y piden, a veces descaradamente, el indulto. Una cosa que tendría que salir del público, sale del torero.
El domingo pasado, en la plaza de toros de Mérida y con las cámaras de Televisión Española por testigo, se produjo este hecho. La corrida iba de éxito, pero para completarlo parece que faltaba el indulto. El espectáculo de Talavante, negándose a matar al toro y exigiendo al presidente el indulto, y el comportamiento del nutrido grupo de taurinos del callejón pidiéndolo ostensiblemente, incluido empresario pañuelo en mano y ganadero, hicieron lógicamente, que el público se adhiriera a la causa, forzando al presidente a tener que darlo, aunque estaba indicando al torero que matara al toro.
Saben ustedes que sólo soy partidario del indulto en casos excepcionales y cuando salga del público, no cuando salga del torero. Ya dejé clara mi opinión en la columna de ABC que escribí tras el indulto en Sevilla en 2011. Sé que casi todos los profesionales opinan lo contrario, pero esta es la mía y así la expongo.
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