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El 2 de Junio del año 1922, en Aranjuez ( Madrid), ve la luz este gran novillero.
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Desde Valencia, Zaragoza, Cuenca, Ávila, Cartagena, Logroño y un sinfín de plazas hasta llegar a Madrid, Guardiola va dejando un reguero de aroma a torero. Su capote se impregna de arte y valentía.
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Las crónicas de la época hablan de este novillero como, “…de una figura impávida frente al morlaco, de gallarda torería que practica los pases ciñendo al animal en torno a su cintura”. “ Molinetes, verónicas, manoletinas y otros pases de adorno y desplantes, emergen del capote y muleta de Guardiola de tal factura que los inventores hubieran firmado como suyos…”.


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Majestad, realeza, arte depurado, quietud, dominio…, todos estos conceptos quedaron huérfanos de un torero. Guardiola, sin dejar un adiós en su montera, se despidió silenciosamente de la gloria taurina. Su huella, enterrada en los ruedos, viva en la historia de la tauromaquia.
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